La orden
del Señor, "no os unáis en yugo desigual con los incrédulos" "(2 Cor. 6: 14), no
se refiere solamente al matrimonio de los cristianos con los irreligiosos, sino
a cualquier clase de asociación en la que las partes están en íntima
vinculación, y que requiera armonía de espíritu y acción. El Señor dio
directivas especiales a los israelitas para que se mantuvieran separados de los
idólatras. No debían casarse con las mujeres de éstos ni darles las suyas en
matrimonio, ni formar ninguna clase de asociación con ellos: "Guárdate de hacer
alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean
tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus "," altares, y quebraréis sus
estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a
ningún otro Dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es" (Exo. 34:
12 -14).
"Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu
Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que
están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha
querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de
todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento
que juró a vuestros padres. . . Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios
fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus
mandamientos, hasta mil generaciones" "(Deut. 7: 6-9).
El Señor vuelve a
declarar por medio del profeta Isaías: "Reuníos, pueblos, y seréis quebrantados;
oíd, todos los que sois de lejanas tierras; ceñíos, y seréis quebrantados...
Tomad consejo, y será anulado; proferid palabra, y no será firme, porque Dios
está con nosotros. Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me
enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis
conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo
que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad;
sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo" "(Isa. 8:9-13).
Hay
quienes preguntan si es propio que los cristianos pertenezcan a la
francmasonería y a otras sociedades secretas. Que los tales consideren los
pasajes que acabamos de citar. Si somos cristianos, debemos serlo en todo, y
debemos considerar y obedecer el consejo dado para hacer de nosotros cristianos
de acuerdo con las normas de la Palabra de Dios.
El pueblo que Dios
tiene en el mundo es el instrumento humano que debe colaborar con las
influencias divinas para la salvación de los hombres. Cristo dice a las almas
que se han unido a él: "Sois uno conmigo, ''colaboradores de Dios'' " (1 Cor. 3:
9). Dios es el gran Actor invisible, y el hombre es el humilde instrumento
visible, y sólo en colaboración con las inteligencias celestiales puede éste
hacer algo bueno. Unicamente cuando la mente es esclarecida por el Espíritu
Santo los hombres pueden discernir la influencia divina. Por eso Satanás procura
constantemente apartar las mentes de lo divino para dirigirlas hacia lo humano,
para que el hombre no coopere con el cielo. Dirige la atención hacia las
invenciones humanas, induce al hombre a confiar en el hombre, a apoyarse en la
carne, para que su fe no se afirme en Dios.
"La lámpara del cuerpo es el
ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu
ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti
hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?" (Mat. 6: 22, 23).
Y si nuestra luz se convierte en tinieblas, ¿cómo seremos una luz para
el mundo?
La tarea de nuestra salvación personal también depende de
nuestra colaboración con los instrumentos divinos. Dios nos ha impartido
facultades morales y susceptibilidades religiosas. Ha dado a su Hijo como
propiciación por nuestros pecados, para que nos reconciliáramos con Dios. Jesús
vivió una vida de abnegación y sacrificio, para que pudiésemos seguir su
ejemplo. Ha dado el Espíritu Santo para que esté en lugar de Cristo en todo
sitio donde se requiera ayuda. Utiliza las inteligencias celestiales para
proporcionar poder divino que el hombre pueda combinar con sus esfuerzos. Pero
debemos aceptar el don de Dios, debemos arrepentirnos y creer en Cristo. Debemos
velar, orar y obedecer los requerimientos de Dios. Debemos practicar la
abnegación y el sacrificio personal por amor de Cristo. Debemos crecer en Cristo
estando constantemente relacionados con él. Cualquier cosa que aleje la mente de
Dios y la haga confiar en el hombre, o que la haga conformarse a la norma
humana, nos impedirá colaborar con Dios en la obra de nuestra propia salvación.
Esta es la razón por la cual el Señor prohibió que su pueblo formara alianza con
los paganos, "para que no sean tropezadero en medio de ti" "(Exo. 34: 12). Dijo:
"Porque desviará a tu hijo de en pos de mí" (Deut. 7: 4). Este mismo principio
se aplica a la asociación de los cristianos con los irreligiosos.
Cuando
aceptamos a Cristo como nuestro Redentor, aceptamos la condición de ser
colaboradores juntamente con Dios. Hicimos un pacto con él por el cual nos
entregábamos plenamente al Señor; como mayordomos fieles de la gracia de Cristo
debíamos trabajar para la edificación de su reino en el mundo. Cada seguidor de
Cristo promete dedicar todas las facultades de la mente, del alma y del cuerpo a
Aquel que ha pagado el precio del rescate por nuestras almas. Hemos prometido
ser soldados. entrar en el servicio activo, soportar pruebas, vergüenza y
reproches, pelear la batalla de la fe, y seguir al Capitán de nuestra salvación.
En su relación con sociedades mundanales, ¿está Ud. respetando su pacto
con Dios? ¿Dirigen estas asociaciones su propia mente o las de otras personas
hacia Dios, o bien alejan de él el interés y la atención? ¿Fortalecen su unión
con los instrumentos divinos, o bien apartan su mente hacia lo humano en lugar
de lo divino?
¿Está Ud. sirviendo, honrando y magnificando a Dios, o
bien lo está deshonrando y está pecando contra él? ¿Está Ud. recogiendo con
Cristo o está esparciendo? Todo el pensamiento, la planificación y el fervoroso
interés dedicados a esas organizaciones han sido comprados por la sangre
preciosa de Cristo; ¿pero está Ud. sirviéndole cuando se une con los ateos y los
infieles, con hombres que profanan el nombre de Dios con bebedores y fumadores?
Aun cuando en estas sociedades haya mucho que en apariencia es bueno,
mezclado con ello hay mucho que neutraliza el efecto de lo bueno, y que torna a
esas asociaciones perjudiciales para los intereses del alma. Tenemos otra vida
diferente de la que es sustentada por el alimento temporal. "No sólo de pan
vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mat. 4:4).
"Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida
en vosotros" "(Juan 6:53). Jesús dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna" (Juan 6:54). Nuestros cuerpos se forman de lo que comemos y
bebemos. Y así como ocurre en el ámbito natural, también ocurre en el
espiritual; lo que sustenta nuestra naturaleza espiritual es aquello de lo cual
se alimentan nuestras mentes. Nuestro Salvador dijo:" "El espíritu es el que da
vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son
espíritu y son vida" (Juan 6:63). La vida espiritual debe ser sostenida mediante
la comunicación con Cristo a través de su Palabra. La mente debe espaciarse en
ella, el corazón debe llenarse de ella. La Palabra de Dios establecida en el
corazón, considerada sagrada, y obedecida, mediante el poder de la gracia de
Cristo puede hacer que el hombre sea recto y puede mantenerlo recto; pero toda
influencia humana y toda invención terrenal carecen de poder para proporcionar
fuerza y sabiduría al hombre. No pueden controlar la pasión ni corregir la
deformación del carácter. A menos que la verdad de Dios controle el corazón la
conciencia se apartará del camino recto. Pero en estas sociedades secretas la
mente es alejada de la Palabra de Dios. Los hombres no son instados a
convertirla en el objeto de su estudio y en la guía para su vida.
Le
pregunto a Ud. que se complace en estas asociaciones, que ama las reuniones
donde puede manifestar su ingenio, donde puede divertirse y banquetear: ¿Lleva a
Jesús consigo? ¿Procura Ud. salvar las almas de sus compañeros? ¿Es ése el
objeto de su asociación con ellos? ¿Advierten ellos en Ud. la influencia
vivificadora del Espíritu de Cristo? ¿Es evidente que Ud. es un testigo de
Cristo, que pertenece a un pueblo peculiar, celoso de buenas obras? ¿Se ve
claramente que su vida está gobernada por estos preceptos divinos: "Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente"
(Mat. 22: 37), y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo?"(Mat. 19: 19). La
posibilidad de hablar a los corazones y las conciencias de quienes están por
perecer, se halla fuera del alcance de los que no se entregan totalmente a
Cristo. Su manera de hablar fluida y cálida, ¿dónde muestra que está centrado su
interés?
¿Cuáles son los temas favoritos de conversación en esas
sociedades? ¿Cuáles son los temas que excitan el interés y proporcionan placer?
¿No tienden acaso a la gratificación de los sentidos: comer, beber y buscar el
placer? La presencia de Cristo es desconocida en esas reuniones. No se hace
ninguna referencia a él. No se desea su compañía. ¿Dónde y cuándo se honra a
Dios en tales asociaciones? ¿En qué se beneficia el alma? Si Ud. no ejerce una
influencia positiva en sus compañeros, ¿no influyen ellos en Ud. para mal? ¿Es
una actitud sensata poner de lado la lámpara de la vida, la Palabra de Dios, y
mezclarse libremente con esa clase de personas, y descender hasta su nivel?
¿Piensa Ud. que puede encontrar algo para satisfacer el hambre del alma aparte
de la verdad y del favor de Dios? ¿Pueden sentirse a gusto en esas escenas los
que profesan creer en la verdad para este tiempo, cuando Dios no está en todos
sus pensamientos?
En la misma habitación donde esas sociedades han
tenido sus reuniones, las congregaciones se han reunido para adorar a Dios.
¿Puede Ud., durante la hora sagrada del culto divino, olvidar las escenas de
diversión y de banqueteo, y la gratificación encontrada en la copa de vino? Dios
anota todo esto en su libro como intemperancia. ¿Qué relación tiene esto con las
realidades eternas? ¿Olvida Ud. que en todas estas reuniones de placer está
presente un Testigo, tal como en la fiesta de Belsasar? Si se pudiera abrir la
cortina que nos separa del mundo invisible, Ud. podría contemplar al Salvador
afligido de ver a los hombres absortos en los placeres de la mesa, en
manifestaciones de hilaridad y de ingenio, que alejan de sus pensamientos a
Cristo, el centro de la esperanza del mundo.
Los que no pueden
distinguir entre quienes sirven a Dios y quienes no le sirven, pueden quedar
encantados con estas sociedades que no tienen relación con Dios, pero ningún
cristiano puede prosperar en una atmósfera semejante. El aire vitalizador del
cielo no está allí. Su alma está vacía, y él siente que carece del refrigerio
del Espíritu Santo tal como las montañas de Gilboa carecían de rocío y lluvia.
Algunas veces el seguidor de Cristo, por ciertas circunstancias, está
obligado a presenciar escenas de placer impío, pero lo hace con el corazón
afligido. El lenguaje que se habla en ellas no es el de Canaán, y el hijo de
Dios nunca elegirá esas asociaciones. Cuando se vea obligado a participar de una
compañía que no ha elegido, apóyese en Dios, y el Señor lo protegerá. Pero en
ningún caso deberá sacrificar sus principios, cualquiera sea la tentación.
Cristo nunca inducirá a sus seguidores a que formulen votos que los
unirán con personas que no tienen relación con Dios, que no están bajo la
influencia consoladora de su Espíritu Santo. La única norma verdadera para el
carácter es la santa ley de Dios, y es imposible para quienes hacen de esa ley
de Dios la guía de su vida, unirse en confianza y en cordial fraternidad con los
que convierten la verdad de Dios en mentira, y consideran la autoridad de Dios
como algo sin valor.
Hay un enorme abismo entre el hombre mundano y
aquel que sirve fielmente a Dios. Sus pensamientos, simpatías y sentimientos no
armonizan en lo que atañe a los temas más importantes: Dios, la verdad y la
eternidad. Una de estas clases está madurando como el trigo para el granero de
Dios, y la otra como cizaña para los fuegos de la destrucción. ¿Cómo puede haber
unidad de propósito o de acción entre ellas?
"¿No sabéis que la amistad
del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del
mundo, se constituye enemigo de Dios" "(Sant. 4: 4).
"Ninguno puede
servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" "(Mat. 6:
24).
Pero debemos tener cuidado de no dejarnos dominar por un espíritu
de fanatismo e intolerancia. No debemos apartarnos de los demás con una actitud
que diga: "No te acerques a mí; yo soy más santo que tú". No se aleje de sus
semejantes, sino que procure impartirles la preciosa verdad que ha bendecido su
propio corazón. Demuestre que la suya es la religión del amor.
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5:
16).
Pero si somos cristianos y tenemos el espíritu de Aquel que murió
para salvar a los hombres de sus pecados, amaremos las almas de nuestros
semejantes lo suficiente como para contrarrestar sus placeres pecaminosos
mediante nuestra presencia o nuestra influencia. No podemos aprobar su conducta
asociándonos con ellos y participando en sus fiestas y en sus concilios, donde
Dios no está presente. Tal conducta, en lugar de ser un beneficio para ellos,
logrará únicamente poner en duda la realidad de nuestra religión. Si actuásemos en esa
forma, seríamos luces falsas, y con nuestro ejemplo llevaríamos a las almas
hacia la ruina.
Hace poco leí acerca de un noble navío que surcaba las
aguas del mar, cuando a medianoche se estrelló contra una roca con un estruendo
terrible; los pasajeros despertaron y comprendieron horrorizados cuál era su
desesperada condición; se hundieron con su barco para no volver a levantarse. El
timonel había confundido la luz del faro, y como resultado, cientos de almas
fueron arrojadas a la eternidad sin aviso previo. Si una parte de nuestro
carácter desfigura la imagen de Cristo, presentamos una falsa luz, y como
resultado las almas seguramente serán descarriadas por nuestro ejemplo.
Los cristianos que se asocian con compañías mundanas se están
perjudicando a sí mismos y están descarriando a otros. Los que temen a Dios no
pueden elegir a los irreligiosos como compañeros sin resultar dañados. En esas
asociaciones son puestos bajo la influencia de principios y costumbres
mundanales, y por influencia de la compañía y el hábito, la mente llega a
conformarse cada vez más a las normas mundanas. Su amor a Dios se enfría, y no
tienen más deseos de estar en comunión con él. Llegan a ser ciegos espirituales.
No logran ver ninguna diferencia particular entre el transgresor de la ley de
Dios, y los que temen a Dios y guardan sus mandamientos. Llaman a lo malo bueno
y bueno a lo malo. El esplendor de las realidades eternas se opaca. La verdad
puede serles presentada en forma evidente, pero ellos no sienten hambre por el
pan de vida ni sed por las aguas de salvación. Están bebiendo de cisternas rotas
que no pueden contener agua. Es muy fácil que mediante la asociación con el
mundo se asimile su espíritu y se reciba el molde de sus conceptos, hasta el
punto de no discernir la excelencia de Jesús y de la verdad. Y el espíritu del
mundo controlará nuestra vida en la medida en que more en nuestro corazón.
Cuando los hombres no están bajo el control de la Palabra y del Espíritu
de Dios, son cautivos de Satanás, y no sabemos hasta qué profundidad los
introducirá en el pecado. El patriarca Jacob contempló a los que se complacían
en la perversidad. Vio cuál sería el resultado de la asociación con ellos, y
mediante el Espíritu exclamó: "En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se
junte en su compañía" (Gén. 49: 6). Así hace sonar la alarma de peligro para
advertir a cada alma contra tales asociaciones. El apóstol Pablo se hace eco de
esa advertencia: "No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas"
"(Efe. 5: 11). "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Cor. 15:
33, VM).
El alma es engañada cuando confía en la política mundanal y en las
invenciones humanas en vez de confiar en el Señor Dios de Israel. ¿Podría el
hombre encontrar un guía mejor que el Señor Jesús? ¿Un consejero mejor en la
duda y en la tribulación? ¿Un mejor defensor en el peligro? Poner de lado la
sabiduría de Dios para aceptar la sabiduría humana constituye un engaño que
destruye el alma.
Si Ud. quiere ver lo que el hombre hace cuando rechaza
la influencia de la gracia de Dios, contemple aquella escena en la sala del
juicio, cuando una muchedumbre furiosa, guiada por sacerdotes y dirigentes
judíos, pide a gritos la vida del Hijo de Dios. Vea al divino Sufriente de pie
junto a Barrabás, y a Pilato preguntando a quién de los dos ha de libertar. Se
oye entonces el ronco grito de cientos de voces coléricas inspiradas por
Satanás: "¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!" (Luc. 23: 18). Y cuando
Pilato pregunta qué debe hacerse con Jesús, gritan: "¡Crucifícale, crucifícale!"
(Luc. 23: 21).
La naturaleza humana de entonces es la misma de ahora.
Cuando se desprecia el Remedio divino que podría salvar y exaltar la naturaleza
humana, resurge el mismo espíritu que aún vive en los corazones de los hombres,
y no podemos confiar en su dirección y mantener nuestra lealtad a Cristo.
Esas sociedades, que no están controladas por el amor y el temor de
Dios, no representan ningún bien para el hombre. Muchas de sus transacciones son
contrarias a la justicia y la equidad. Aquel que tiene los ojos limpios y que no
puede contemplar el mal, no puede ser, y no será, un participante de muchas
cosas que ocurren en esas asociaciones. Su propia conciencia dará testimonio de
lo que digo. El talento, la habilidad y la capacidad inventiva que Dios ha dado
a los hombres son, en esas asociaciones, con demasiada frecuencia pervertidos y
utilizados como instrumentos de crueldad, iniquidad y egoísmo al practicar el
fraude contra sus semejantes.
Por supuesto que todo esto es negado por
los miembros de esas corporaciones. Pero Dios mira por debajo de la apariencia
agradable y atractiva, para ver los motivos secretos subyacentes y la obra real
de esas sociedades. Mientras algunas de ellas pretenden que la Palabra de Dios
constituye en cierto sentido la base de su organización, se alejan de los
principios de justicia. Los votos impuestos por algunas de esas órdenes
requieren el sacrificio de la vida humana cuando se divulgan los secretos de la
orden. Los miembros también prometen absolver, bajo ciertas circunstancias, a
los culpables que merecen castigo. Se requiere de ellos que sigan una conducta
que no está en armonía con la ley de Dios, en lo que atañe a su relación con los
que obran contra la orden.
No podemos apartarnos de la verdad, no
podemos alejarnos de los principios rectos, sin olvidarnos de Aquel que es
nuestra fortaleza, nuestra justicia y nuestra santificación. Deberíamos estar
firmemente arraigados en la convicción de que cualquier cosa que nos aleje, en
cualquier sentido, de la verdad y la justicia en nuestra asociación con los
hombres, no puede beneficiarnos, y deshonrará en gran manera a Dios. Cualquier
especie de engaño o condescendencia con el pecado es aborrecible para él.
El fraude corre a lo largo de estas sociedades secretas, y ninguna
persona que se una a ellas puede ser considerada libre delante de Dios y del
cielo. La naturaleza moral es rebajada hasta un punto que Dios considera
injusto, lo cual es contrario a su voluntad y a sus mandamientos. Uno que
profese amar a Dios puede ser colocado en estas sociedades en posiciones
consideradas honorables, pero a los ojos de Dios está manchando su honor como
cristiano, y alejándose cada vez más de los principios de la justicia y la
verdadera santidad. Está pervirtiendo sus facultades, que han sido compradas con
la sangre de Cristo. Está vendiendo su alma por nada.
En la revelación
de sus juicios justos, Dios destruirá todas esas sociedades, y cuando se
establezca el tribunal del juicio, y se abran los libros, se manifestará la
falta de semejanza con Cristo de toda la confederación. Los que eligen unirse
con esas sociedades secretas están rindiendo homenaje a ídolos tan sin sentido y
carentes de poder para bendecir y salvar el alma, como son los dioses de los
hindúes.
Estas sociedades ofrecen algunas ventajas que desde el punto de
vista humano aparecen como grandes bendiciones, pero no son tales cuando se
juzgan según las especificaciones del Señor. Detrás de esas aparentes ventajas
se ocultan los instrumentos satánicos. Cuanto mayor sea la cantidad de dinero
que entra a la tesorería, tanto más grande y profundo es el mal. Las ganancias
impías que han enriquecido a esas sociedades se verán como una maldición cuando
se descubran todas sus implicaciones. Las palabras pronunciadas por Elifás
mientras hablaba con Job se pueden aplicar acertadamente a estas asociaciones:
"Vi ''que echaba raíces'', pero ''maldije su habitación''" "(Job 5: 3). Son
trampas de Satanás, son sus redes para atrapar a las almas.
Muchas cosas
que constituyen una ofensa para el Santo de Israel, son aprobadas y apoyadas por
el mundo. A Eva pudo parecerle una cosa sin importancia alejarse de las
restricciones específicas de Dios y hacer lo que él había dicho que no hiciera,
y Adán pudo tener esa misma idea al seguir su ejemplo, pero precisamente eso
mismo había sido planeado por el archiengañador para destruir las almas de los
hombres, induciéndolos a seguir sus propias fantasías antes que la voluntad
revelada de Dios. Así también en esas sociedades se sostienen principios que
colocan a los hombres bajo el poder engañador de Satanás, alejándolos de las
sendas seguras, llevándolos hacia la rebelión contra Dios y haciéndoles
despreciar sus santas normas de justicia. "Velad y orad, para que no entréis en
tentación" "(Mar. 14: 38), es la orden repetida a menudo por nuestro Salvador.
Velad, velad con diligencia y cuidado, para que Satanás no tenga éxito en
entrampar las almas de aquellos por quienes Cristo pagó el precio del rescate
mediante su propia sangre.
Dios os pide a los que queréis ser sus hijos
que actuéis como si estuvieseis bajo la mirada divina, que adoptéis la santa
norma de justicia. Su justicia y su verdad son los principios que deberían
establecerse en cada alma. El que preserva su integridad hacia Dios, será recto
con el hombre. Ninguna persona que realmente ame a Dios expondrá su alma a la
tentación, por el soborno del oro y la plata, por el honor ni por cualquier otra
ventaja terrenal. "¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y
perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" "(Mar. 8: 36,
37). Los cristianos deben cortar todo vínculo que los una a esas órdenes
secretas que no están bajo el control de Dios. No pueden ser leales a esas
organizaciones y al mismo tiempo ser leales a Dios. Ud. debe cortar su relación
con esos organismos o de lo contrario se identificará más estrechamente con
ellos, y como resultado se unirá más plenamente con ellos, y cortará los
vínculos que lo unen a los que aman y temen a Dios. El cristiano debe abandonar
aquellas cosas que constituyen una barrera para su espiritualidad, por muy
grande que sea el sacrificio. Es mejor perder dinero, posesiones y hasta la vida
misma, que poner en peligro los intereses vitales del alma.
Vosotros,
los que os habéis relacionado con esas sociedades secretas, estáis confiando en
una caña que será rota en pedazos; no confiáis en el Señor Dios de Israel, ni
procuráis diligentemente conocer su voluntad y andar en sus caminos. Cuando
invertís dinero en esas sociedades, lo hacéis con la esperanza de hacer
provisión para el futuro. Les habéis dedicado tiempo, pensamiento, trabajo y
dinero, mientras la causa de Cristo ha sido descuidada. Cada peso pagado a esas
organizaciones se desvía de la causa de Dios con tanta seguridad como si se
hundiera en el mar. ¿Pero acaso ese capital no os fue confiado por Dios para que
lo utilizarais en su servicio, para la salvación de vuestros semejantes? Al
invertirlo donde no puede honrar a Dios o beneficiar a los hombres, estáis
repitiendo el pecado del siervo infiel que ocultó en la tierra el talento de su
Señor.
El Señor no había confiado al siervo infiel un capital abundante,
sino un solo talento. Aquel hombre no invirtió ese único talento para obtener
interés para su Señor; lo ocultó en la tierra, y se quejó de que el Señor era un
Amo duro, que segaba donde no había sembrado y recogía donde no había esparcido.
El egoísmo que manifestó y las quejas que profirió, como si Dios le exigiera
aquello a lo que no tenía derecho, demostraron que no conocía a Dios, ni a
Jesucristo, a quien él había enviado. Todo lo que poseía era propiedad del
Señor, y le había sido confiado para que lo utilizara para Dios. Cuando dijo:
"Tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra" (Mat. 25: 25), reconoció
que el talento era de Dios. .
¿Y qué dice el Señor? "Siervo malo y
negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí"
"(Mat. 25: 26). Aquí repite las palabras del siervo, y aunque no reconoce su
veracidad, muestra lo que el siervo debió haber hecho aun por su propia cuenta.
El Señor dice virtualmente: "No hiciste ningún esfuerzo por negociar con el
capital " que te había confiado, y por ganar sobre él un interés que promoviera
mi gloria en la tierra. ''Debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al
venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el
talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado,
y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo
inútil echadle en las tinieblas de afuera''" (Mat. 25: 27-30). Esta lección se
da a cada alma que ha recibido la luz de la verdad.
Nunca deberíamos
olvidar que Dios nos ha puesto a prueba en este mundo, para determinar nuestra
aptitud para la vida futura. Nadie cuyo carácter esté contaminado con la fea
mancha del egoísmo podrá entrar en el cielo. Por lo tanto Dios nos prueba aquí
encomendándonos posesiones temporales, para que nuestro uso de ellas demuestre
si se nos pueden confiar las riquezas eternas. Unicamente en la medida en que la
vida abnegada de Cristo se refleje en nuestra propia vida, podremos estar en
armonía con el cielo y ser aptos para entrar allí.
La gran preocupación
y ambición del mundo consiste en obtener ventajas materiales y temporales,
mientras descuida lo que tiene valor espiritual. Esto mismo ocurre con algunos
miembros de la iglesia. Cuando finalmente sean llamados para rendir cuentas a
Dios, no sólo se avergonzarán sino que se asombrarán porque no fueron capaces de
discernir las verdaderas riquezas y porque no pusieron su tesoro en los cielos.
Derramaron sus donativos y ofrendas sobre los enemigos de la verdad, y esperaron
que en esta vida llegaría el tiempo cuando recibirían la devolución de lo que
habían invertido. Pueden confiar sus recursos a las sociedades secretas, pero
entonces la causa de Dios queda necesitada por falta de los medios que él ha
encomendado a sus instrumentos humanos, que no sienten interés ni prestan
consideración al don que el Señor les ha hecho. Están enceguecidos por el dios
de este mundo.
Dicen: "No tengo nada para dar a esta empresa, porque no
recibiré nada de vuelta. Al pagar a la logia, estoy haciendo provisión para el
futuro, y, además de esto, debo pagar por los entretenimientos que complacen mi
gusto. No puedo abandonar esas diversiones. ¿Por qué la iglesia espera que yo
ayude a satisfacer esas demandas que se repiten constantemente? "''Señor, te
conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no
esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra''"
[Mat. 25: 24, 25], esperando que alguna vez podría beneficiarme con ello".
El Salvador nos dice: "No os hagáis tesoros en la tierra donde la
polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro
corazón" "(Mat. 6: 19-21).
Muchos están poniendo sus tesoros en estas
sociedades secretas, ¿y no podemos ver que su corazón está allí? No importa cuán
poderosas sean las evidencias de la verdad, poco a poco éstas van perdiendo su
brillo y su fuerza, el cielo se borra de la mente, y el eterno peso de gloria, y
el don de Dios por una vida de obediencia, aparecen como cosas sin importancia
en comparación con los supuestos beneficios que se obtendrán al hacerse tesoros
en este mundo. Hay almas que perecen por falta del pan y el agua de la vida,
¿pero qué significa eso para aquel cuyo corazón está puesto en este mundo? Más
de una persona está diciendo con sus acciones, si no por sus palabras: "Yo no
puedo perder mis intereses en los tesoros terrenales, para asegurar lo que es
eterno. La vida futura está demasiado remota para que me ocupe de ella. Elijo
los dioses terrenos, y correré el riesgo del futuro. Después de todo, Dios es
bueno y misericordioso". ¡Siervo infiel! Tu porción ciertamente está con los
hipócritas y los incrédulos mientras continúes esa conducta. La fascinación que
ejercen la sala del club, las cenas y las compañías mundanales, ha conducido,
tal como la fiesta de Belsasar, a olvidar a Dios y a deshonrar su nombre.
Las mentes humanas están sumidas en una ceguera voluntaria. Jesús dijo:
"El corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y
han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y
con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane" "(Mat. 13: 15). La
obra de Dios en favor de la salvación de los hombres es la obra de suprema
importancia que debe llevarse a cabo en nuestro mundo; pero muchos no comprenden
esto, porque su interés está más en las filas del enemigo que en las de los
leales soldados de Cristo. No ven la necesidad de colaboración entre los
instrumentos humanos y los divinos. El Señor nos ha ordenado: "Ocupaos en
vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce
así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2: 12, 13). Este es el
plan que Dios nos ha revelado para guiarnos en todos los planes y propósitos de
la vida. Pero mientras los hombres oran: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así también en la tierra" "(Mat. 6: 10), muchos rechazan los
mismos medios por los cuales Dios establecería su reino.
Cuando estén
dispuestos a considerar todas las cosas como pérdida con tal de ganar a Cristo,
sus ojos se abrirán y verán las cosas tales como son. Entonces se alejarán de
las atracciones terrenales y se dirigirán hacia los valores celestiales.
Entonces verán la verdadera naturaleza de los placeres mundanos y egoístas que
ahora consideran en tan alta estima, y abandonarán las cosas que ahora aprecian
tanto.
Todo el cielo os contempla a vosotros que pretendéis creer en las
verdades más sagradas que hayan sido encomendadas a los mortales. Los ángeles
aguardan con ansia para colaborar con vosotros en la obra por la salvación de
las almas. ¿Rehusaréis este compañerismo celestial a fin de mantener vuestra
relación con una sociedad donde no se honra a Dios, y donde se pisotean sus
mandamientos? ¿Cómo os habría podido ser traída la verdad si otros hubiesen
sentido tan poco interés en su promulgación como el que algunos de vosotros
manifestáis? La causa de Dios requiere nuestra ayuda a fin de ser establecida
sobre una base sólida, y para que la verdad pueda ser llevada hacia nuevos
campos, a los que están a punto de perecer. ¿Podéis vosotros, los que pretendéis
ser hijos de Dios, rehusar ayudar en esta obra? Con el fin de recibir intereses
terrenos, ¿retendréis vuestros medios en vez de depositarlos en la tesorería de
Dios, y descuidaréis vergonzosamente su obra ? Resulta aflictivo considerar lo
que habría podido realizarse en la salvación de las almas si el corazón y el
servicio de quienes profesan creer la verdad se hubieran entregado íntegramente
a Dios. La obra se ha hecho en forma negligente. Si el yo se hubiera ocultado en
Cristo, los pecadores habrían sido ganados para la verdad mediante métodos
sabios e ingeniosos, y hoy colaborarían con Dios.
Antes de que venga el
tiempo cuando tengáis que rendir cuentas a Dios, os insto a que prestéis
atención a su palabra: "Haceos tesoros en el cielo" "(Mat. 6: 20; Luc. 12: 33),
y no en las sociedades secretas. Considerad que hay un solo Propietario del
universo, y que cada hombre, con su tiempo, su inteligencia y sus recursos,
pertenece a Aquel que ha pagado el rescate por el alma. Dios tiene perfecto
derecho al servicio constante y al afecto supremo. Vuestro criterio debe ser la
voluntad de Dios y no vuestro placer. Y aunque acumuléis una fortuna con menos
rapidez, estaréis colocando vuestro tesoro en el cielo. ¿Quién, de entre los
miembros de la iglesia, está resuelto a mantener su espiritualidad? ¿Quién
quiere desarrollar una experiencia que revelará el fervor cristiano y la energía
perseverante? ¿Quién, como Jesús, no desfallecerá ni se desanimará, no en la
tarea de reunir medios para el servicio de su propio yo, sino en la obra de
trabajar conjuntamente con Dios?
Todos los que luchan por obtener la
corona de la vida eterna serán tentados como lo fue su Maestro antes que ellos.
Le ofrecieron los reinos de este mundo si es que estaba dispuesto a rendir
homenaje a Satanás. Si Cristo hubiera cedido a esta tentación, el mundo habría
pasado para siempre a estar bajo el dominio del maligno. Pero, gracias a Dios,
su divinidad refulgió a través de la humanidad. Hizo lo que cada ser humano
debería hacer en el nombre y con el poder de Jesús. Dijo: "Vete, Satanás, porque
escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Mat. 4: 10). Si
hacéis frente a la tentación de este modo, Satanás huirá de vosotros, así como
huyó de Cristo, y los ángeles os servirán tal como sirvieron a Jesús.
A
los que han pensado y hablado de las grandes ventajas que podrían obtener
mediante la asociación mundana. el Señor les dice por medio del profeta
Malaquías:
"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová.
Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a
Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia
de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los
soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a
Dios y escaparon'' "(Mal. 3: 13-15).
Tales son los pensamientos de
muchos aunque no los expresen por medio de palabras. "Entonces los que temían a
Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito
libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que
piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los
ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que
perdona a su " hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la
diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le
sirve. Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los
soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los
abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama"
"(Mal. 3: 16 a 4: 1),
Aquí se describe a la gente que es considerada muy
favorecida en el mundo; pero viene un tiempo cuando los hijos de Dios serán
distinguidos como aquellos que son honrados por Dios debido a que ellos lo han
honrado a él.
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él,
se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Juan 3: 1-3).
Mientras
los hombres de este mundo persiguen el honor temporal, las riquezas y el poder
como los grandes objetivos, el Señor nos señala algo de mucho más valor que
nuestras aspiraciones más elevadas:
"Así dijo Jehová: No se alabe el
sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se
alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. He aquí que
vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo
incircunciso" (Jer. 9: 23-25).
"Por lo cual también contiene la
Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida,
preciosa;"y el que creyere en ella, no será avergonzado. Para vosotros, pues,
los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los
edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de
tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo
desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable" (1 Pedro 2: 6-9).
"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro
entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá
cuando Jesucristo sea manifestado: como hijos obedientes, no os conforméis a los
deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a
aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en
temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados
de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo,
como de un cordero sin mancha y sin contaminación" "(1 Ped. 1: 13-19). (Folleto
publicado en 1893 con el título de Should Christians Be Members of Secret
Societies? [¿Deberían los cristianos ser miembros de sociedades secretas?]).
Aquellos que están bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel
no pueden unirse con los francmasones ni con ninguna otra organización secreta.
El sello del Dios viviente no será colocado sobre ninguno que mantenga tal
relación después de que la luz de la verdad haya brillado en su camino. Cristo
no está dividido, y los cristianos no pueden servir a Dios y a Mamón. El Señor
dice: "Salid de en medio " de ellos, y apartaos..., y no toquéis lo inmundo; y
yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e
hijas, dice el Señor Todopoderoso" "(2 Cor. 6: 17, 18) (Carta 21, 1893).
Por
Elena G. de White
Mensajes Selectos t.2 - Capítulo 13.