Los que están empleados en nuestras diversas
instituciones -casa editoras, escuelas, sanatorios,- deben tener una relación
viva con Dios. Es especialmente importante que aquellos que administran estos
ramos de la obra sean hombres que den al reino de Dios y su justicia la primera
consideración. No son dignos de su posición de confianza, a menos que consulten
a Dios y lleven fruto para su gloria. Deben conducirse de tal modo que honren a
su Creador, se ennoblezcan ellos mismos y beneficien a sus semejantes. Todos
tienen rasgos naturales que deben ser cultivados o reprimidos, puesto que
facilitarán o estorbarán el crecimiento en la gracia y la profundidad de la
experiencia religiosa.
Los que se dedican a la obra de Dios no pueden
servir a esta causa aceptablemente, a menos que usen lo mejor que puedan los
privilegios religiosos que disfrutan. Son como árboles plantados en el huerto
del Señor; y él viene a nosotros buscando el fruto que tiene derecho a esperar.
Su ojo ve a cada uno de nosotros; lee nuestro corazón y comprende nuestra vida.
Esta es una inspección solemne, porque se refiere al deber y al destino; y con
qué interés se cumple.
Pregúntese cada uno de aquellos a quienes han
sido confiados cometidos sagrados: "¿Qué ve en mí el ojo escrutador de Dios?
¿Está mi corazón limpio de contaminación, o han llegado a estar tan profanados
los atrios de su templo, tan ocupados por compradores y vendedores, que Cristo
no halla cabida?" El apresuramiento de los negocios, si es continuo, apagará la
espiritualidad, y desterrará a Cristo del alma. Aunque profesen la verdad, si
los hombres pasan día tras día sin relación viva con Dios, serán inducidos a
hacer cosas extrañas; 133 tomarán decisiones que no concordarán con la voluntad
de Dios. No hay seguridad para nuestros hermanos dirigentes mientras avancen
según sus propios impulsos. No estarán unidos con Cristo, y no obrarán en
armonía con él. No podrán ver ni comprender las necesidades de la causa y
Satanás los inducirá a asumir actitudes que estorbarán y molestarán.
Hermanos míos, ¿estáis cultivando la devoción? ¿Se destaca vuestro amor
por las cosas religiosas? ¿Estáis viviendo por la fe y venciendo al mundo?
¿Asistís al culto público de Dios? ¿Se oye vuestra voz en las reuniones de
oración y testimonio? ¿Celebráis el culto en vuestra familia? ¿Reunís a vuestros
hijos mañana y noche y presentáis sus casos a Dios? ¿Les instruís acerca de cómo
seguir al Cordero? Si vuestra familia es irreligiosa, testifica de vuestra
negligencia e infidelidad. Si, mientras estáis relacionados con la causa sagrada
de Dios, vuestros hijos son negligentes, irreverentes y no tienen amor por las
reuniones religiosas ni la verdad sagrada, es algo triste. Una familia, tal
ejerce influencia contra Cristo y la verdad; pues dice Cristo: "El que no es
conmigo, contra mí es."
El hogar en el cual reina Cristo
La negligencia religiosa en el hogar, el descuidar la educación
de los hijos, es algo que desagrada mucho a Dios. Si uno de vuestros hijos
estuviese en el río, luchando con las ondas, y en inminente peligro de ahogarse,
¡qué conmoción se produciría! ¡Qué esfuerzos se harían, qué oraciones se
elevarían, qué entusiasmo se manifestaría para salvar esa vida humana! Pero aquí
están vuestros hijos sin Cristo, y sus almas no están salvas. Tal vez son hasta
groseros y descorteses, un oprobio para el nombre adventista. Perecen sin
esperanza y sin Dios en el mundo, y vosotros sois negligentes y despreocupados.
¿Qué ejemplo dais a vuestros hijos? ¿Qué orden tenéis en casa? Debéis
enseñar a vuestros hijos a ser bondadosos, serviciales, accesibles a las
súplicas, y sobre todo lo demás, respetuosos de las cosas religiosas y
conscientes de la importancia 134 de los requerimientos de Dios. Se les debe
enseñar a respetar la hora de la oración; se debe exigir que se levanten por la
mañana para estar presentes en el culto familiar.
Los padres y las
madres que ponen a Dios en primer lugar en su familia, que enseñan a sus hijos
que el temor del Señor es el principio de la sabiduría, glorifican a Dios
delante de los ángeles y delante de los hombres, presentando al mundo una
familia bien ordenada y disciplinada, una familia que ama y obedece a Dios, en
lugar de rebelarse contra él. Cristo no es un extraño en sus hogares; su nombre
es un nombre familiar, venerado y glorificado. Los ángeles se deleitan en un
hogar donde Dios reina supremo, y donde se enseña a los niños a reverenciar la
religión, la Biblia y al Creador. Las familias tales pueden aferrarse a la
promesa: "Yo honraré a los que me honran." (1 Sam. 2: 30.) Y cuando de un hogar
tal sale el padre a cumplir sus deberes diarios, lo hace con un espíritu
enternecido y subyugado por la conversación con Dios. Él es cristiano, no sólo
en lo que profesa, sino en sus negocios y en todas sus relaciones comerciales.
Hace su trabajo con fidelidad, sabiendo que el ojo de Dios está sobre él.
En la iglesia su voz no guarda silencio. Tiene palabras de gratitud y
estímulo que pronunciar; porque es un cristiano que crece, tiene una experiencia
renovada cada día. Es un obrero activo en la iglesia, y ayuda, trabajando para
la gloria de Dios y la salvación de sus semejantes. Se sentiría condenado y
culpable delante de Dios si no asistiese al culto público y no aprovechase los
medios que le habilitan para prestar un servicio mejor y más eficaz en la causa
de la verdad.
Dios no queda glorificado cuando los hombres de influencia
se transforman en meros negociantes, o ignoran los intereses eternos, que son
más duraderos, y son tanto más nobles y elevados que los temporales. ¿Dónde
debiera ejercerse el mayor tacto y habilidad, sino en las cosas imperecederas,
tan duraderas como la eternidad? Hermanos, desarrollad vuestro talento para
servir al Señor; manifestad tanto tacto y capacidad 135 al trabajar para la
edificación de la causa de Cristo como lo hacéis en las empresas mundanales.
Lamento decir que hay gran falta de fervor e interés en las cosas
espirituales, de parte de las cabezas de muchas familias. Hay algunos que se
encuentran rara vez en la casa de culto. Presentan una excusa, luego otra, y aun
otra, por su ausencia; pero la verdadera razón es que su corazón no tiene
inclinación religiosa. No cultivan un espíritu de devoción en la familia. No
crían a sus hijos en la enseñanza y la admonición del Señor. Esos hombres no son
lo que Dios quisiera que fuesen. No tienen relación viva con él; son puramente
negociantes. No tienen espíritu conciliador; hay tanta falta de mansedumbre,
bondad y cortesía en su conducta que sus motivos se prestan a ser mal
interpretados, y hasta se habla mal del bien que realmente poseen. Si pudiesen
darse cuenta de cuán ofensiva es su conducta a la vista de Dios, harían un
cambio.
Cualidades de los obreros de Dios
La
obra de Dios debiera, ser hecha por hombres que tienen una experiencia diaria y
viva en la religión de Cristo. "Sin mi" - dice Cristo, - "nada podéis hacer."
(Juan 15: 5.) Ninguno de nosotros está libre del poder de la tentación. Todos
los que están relacionados con nuestras instituciones, nuestras asociaciones y
empresas misioneras, pueden estar siempre seguros de que tienen un poderoso
enemigo, cuyo objeto constante consiste en separarlos de Cristo, su fuerza.
Cuanto mayor sea la responsabilidad del puesto que ocupan, tanto más feroces
serán los ataques de Satanás; porque él sabe que si puede inducirles a seguir
una conducta censurable, otros seguirán su ejemplo. Pero los que están
continuamente aprendiendo en la escuela de Cristo, podrán seguir un camino
moderado, y los esfuerzos de Satanás para desequilibrarlos serán derrotados.
La tentación no es pecado. Jesús era santo y puro; sin embargo fue
tentado en todo como nosotros, pero con una fuerza y un poder que nunca el
hombre tendrá que soportar. En su 136 resistencia triunfante, nos ha dejado un
hermoso ejemplo, a fin de que sigamos sus pisadas. Si tenemos confianza en
nosotros mismos y nos consideramos justos, se nos dejará caer bajo el poder de
la tentación; pero si miramos a Jesús y confiamos en él, invocaremos en nuestra
ayuda un poder que ha vencido al enemigo en el campo de batalla, y con toda
tentación nos dará una vía de salida. Cuando Satanás viene como una inundación,
debemos arrostrar sus tentaciones con la espada del Espíritu, y Jesús nos
ayudará y levantará bandera contra él. El padre de la mentira tiembla cuando la
verdad de Dios, con poder ardiente, le es arrojada a la cara.
Satanás
hace cuanto puede para apartar de Dios a la gente; y tiene éxito cuando la vida
religiosa está ahogada en las actividades comerciales, cuando puede absorber de
tal manera la mente con los negocios que no se toma tiempo para leer la Biblia,
para orar en secreto, para mantener ardiente sobre el altar mañana y noche la
ofrenda de alabanza y agradecimiento. ¡Cuán pocos se dan cuenta de las trampas
del gran engañador! ¡Cuántos ignoran sus designios!
Cuando nuestros
hermanos se ausentan voluntariamente de las reuniones religiosas, cuando no
piensan en Dios ni le veneran, cuando no le eligen como su consejero y su fuerte
torre de defensa, ¡cuán pronto los pensamientos seculares y la perversa
incredulidad penetran en su vida y la vana confianza y la filosofía acuden a
reemplazar la fe humilde y confiada! Con frecuencia se estiman las tentaciones
como la voz del verdadero Pastor, porque los hombres se han separado de Jesús.
No pueden estar seguros un momento, a menos que alberguen buenos principios en
el corazón, y los apliquen en toda transacción comercial.
"Si alguno de
vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos
abundantemente, y no zahiere; y le será dada." (Sant. 1: 5.) Esta promesa es de
más valor que el oro o la plata. Si con corazón humilde buscamos la dirección
divina en toda dificultad y perplejidad, tenemos la promesa de 137 su Palabra de
que obtendremos misericordiosa respuesta. Y su palabra nunca faltará. El cielo y
la tierra pasara, pero su palabra nunca pasará. Confiemos en el Señor, y nunca
seremos confundidos o avergonzados. "Mejor es esperar en Jehová que esperar en
hombre. Mejor es esperar en Jehová que esperar en príncipes." (Sal. 118: 8, 9.)
Constante necesidad de ayuda
Cualquiera sea la
posición que ocupemos en la vida, cualquiera sea nuestro que hacer, debemos ser
bastante humilde para sentir nuestra necesidad de ayuda; debemos apoyarnos
implícitamente en las enseñanzas de la Palabra de Dios, reconocer su providencia
en todas las cosas, y ser fieles en expresar en oración el sentimiento de
nuestras almas. Apoyaos en vuestro propio entendimiento, amados hermanos,
mientras os abrís paso en el mundo, y cosecharéis tristeza y desilusión. Confiad
en el Señor con todo vuestro corazón, y él guiará vuestros pasos con sabiduría,
y vuestros intereses estarán seguros para este mundo y para el venidero.
Necesitáis luz y conocimiento. Tomaréis consejo de Dios o de vuestro corazón;
andaréis a la luz de las chispas de vuestro propio fuego, u os allegaréis a la
luz divina del Sol de justicia.
No actuéis por motivos de política. El
gran peligro de nuestros hombres de negocios y de los que ocupan puestos de
responsabilidad, es que lleguen a apartarse de Cristo para obtener alguna ayuda
fuera de él. Pedro no habría sido abandonado hasta revelar tanta debilidad e
insensatez, si no hubiese buscado, por el acomodo o la política, evitar el
oprobio y el desprecio, la persecución y el ultraje. Sus más altas esperanzas
estaban concentradas en Cristo; pero cuando le vio humillado, dejó penetrar la
incredulidad en su corazón. Cayó bajo el poder de la tentación, y en vez de
mostrar su fidelidad en la crisis, negó perversamente a su Señor.
A fin
de ganar dinero, muchos se separan de Dios e ignoran sus intereses eternos.
Siguen la misma conducta que el hombre 138 mundano, maquinador; pero Dios no
está en esto, es una ofensa para él. El quisiera que ellos fuesen prontos para
idear y ejecutar planes; pero todos los asuntos comerciales deben ser manejados
en armonía con la gran ley moral de Dios. Los principios del amor a Dios y al
prójimo deben ser aplicados en todos los actos de la vida diaria, tanto en los
más pequeños como en los más grandes. Debe haber un deseo de hacer más que pagar
diezmo de la
menta, el anís y el comino; y las cosas mayores de la ley: el juicio, la
misericordia y el amor de Dios, no deben ser descuidados; porque el carácter
personal de todo aquel que está relacionado con la obra deja su impresión sobre
ella.
Negociantes cristianos
Hay hombres y
mujeres que lo han dejado todo por Cristo. Consideraron sus propios intereses
temporales, su propio goce de la sociedad y la familia, de menor importancia que
los intereses del reino de Dios. No dieron a las casas y tierras, a los
parientes y amigos, por queridos que sean, el primer lugar en sus afectos, para
dejar el segundo
a la causa de Dios; y los que hacen esto, que dedican su vida al progreso de la
verdad, a traer muchos hijos e hijas a Dios, tienen la promesa de que recibirán
cien veces tanto en esta vida, y en el mundo venidero la vida eterna. Los que
trabajan desde un punto de vista noble y con motivos abnegados serán consagrados
a Dios, en cuerpo, alma y espíritu. No ensalzarán al yo; no se sentirán
competentes para asumir responsabilidades; pero no se negarán a llevar las
cargas, porque tendrán el deseo de hacer cuanto pueden hacer. No estudiarán su
propia conveniencia; lo que ellos preguntan es: ¿Cuál es mi deber?
Cuanta más responsabilidad implique el puesto, tanto más esencial es que
la influencia sea correcta. Cada hombre a quien Dios eligió para hacer una obra
especial viene a ser blanco de Satanás. Las tentaciones le apremiarán de todas
partes; porque nuestro vigilante enemigo sabe que su conducta ejerce una
influencia que modela a otros. Estamos en medio de los peligros 139 de los
últimos días, y Satanás ha descendido con grande ira, sabiendo que le queda poco
tiempo. Trabaja con toda operación de iniquidad; pero el cielo está abierto para
todo aquel que confía en Dios. La única seguridad para cualquiera de nosotros
consiste en aferrarnos a Jesús, y en no permitir que cosa alguna separe al alma
de su poderoso Ayudador.
Los que tienen solamente una forma de piedad,
y, sin embargo, están relacionados con la causa en forma comercial, han de ser
temidos. Traicionarán seguramente su cometido. Serán vencidos por los designios
del tentador y harán peligrar la causa de Dios. Serán tentados a dejar
predominar el yo; se despertará en ellos un espíritu intolerante y censurador, y
en muchos casos carecerán de consideración y compasión hacia aquellos a quienes
se necesitaría tratar con ternura reflexiva.
"Todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará." "(Gál. 6: 7.) ¿Qué semilla estamos esparciendo?
¿Cuál será nuestra siega para el tiempo y la eternidad? A cada hombre el Maestro
ha asignado su trabajo, según su capacidad. ¿Estamos sembrando la semilla de
verdad y justicia, o la de incredulidad, desafecto, malas sospechas y amor al
mundo? El que esparce mala semilla puede discernir la naturaleza de su obra, y
arrepentirse y ser perdonado. Pero el perdón del Maestro no cambia el carácter
de la semilla sembrada, ni hace de los cardos y espinas trigo precioso. El
sembrador puede ser salvado como a través del fuego; pero cuando llegue el
tiempo de la siega, habrá solamente cizaña venenosa donde debieran ondear campos
de trigo. Lo que se sembró con perversa negligencia hará su obra de muerte. Este
pensamiento entristece mi corazón. Si todos los que profesan creer la verdad
sembrasen las preciosas semillas de bondad, amor, fe y valor, habría melodía
para Dios en su corazón mientras van recorriendo el camino hacia arriba, y se
regocijarían en los brillantes rayos del Sol de justicia, y en el gran día de la
congregación final recibirían una recompensa eterna.
Por
Elena G. de White
Joyas de los Testimonios v.2 - Capítulo 21.
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