El arca que estaba en el tabernáculo terrenal
contenía las dos tablas de piedra, en que estaban inscritos los preceptos de la
ley de Dios. El arca era un mero receptáculo de las tablas de la ley, y era esta
ley divina la que le daba su valor y su carácter sagrado a aquélla. Cuando fue
abierto el templo de Dios en el cielo, se vio el arca de su pacto. En el lugar
santísimo, en el santuario celestial, es donde se encuentra inviolablemente
encerrada la ley divina -la ley promulgada por el mismo Dios entre los truenos
del Sinaí y escrita con su propio dedo en las tablas de piedra.
La ley
de Dios que se encuentra en el santuario celestial es 487 el gran original del
que los preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en
el Pentateuco eran copia exacta. Los que llegaron a comprender este punto
importante fueron inducidos a reconocer el carácter sagrado e invariable de la
ley divina. Comprendieron mejor que nunca la fuerza de las palabras del
Salvador: "Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un
tilde pasará de la ley." (S. Mateo 5: 18, V.M.) Como la ley de Dios es una
revelación de su voluntad, un trasunto de su carácter, debe permanecer para
siempre "com testigo fiel en el cielo." Ni un mandamiento ha sido anulado; ni un
punto ni un tilde han sido cambiados. Dice el salmista: "¡Hasta la eternidad, oh
Jehová, tu palabra permanece en el cielo!""Seguros son todos sus preceptos;
establecidos para siempre jamás." (Salmos 119: 89; 111: 7, 8, V.M.)
En
el corazón mismo del Decálogo se encuentra el cuarto mandamiento, tal cual fue
proclamado originalmente: "Acordarte has del día del Sábado, para santificarlo.
Seis días trabajarás, harás toda tu obra; mas el séptimo día será Sábado a
Jehová tu Dios: no hagas obra ninguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija; ni tu siervo,
ni tu criada; ni tu bestia, ni tu extranjero, que está dentro de tus puertas:
porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas
que en ellos hay; y en el día séptimo reposó: por tanto Jehová bendijo el día
del Sábado, y lo santificó." (Éxodo 20: 8-11, Versión Valera de la S.B.A.)
El Espíritu de Dios obró en los corazones de esos cristianos que
estudiaban su Palabra, y quedaron convencidos de que, sin saberlo, habían
transgredido este precepto al despreciar el día de descanso del Creador.
Empezaron a examinar las razones por las cuales se guardaba el primer día de la
semana en lugar del día que Dios había santificado. No pudieron encontrar en las
Sagradas Escrituras prueba alguna de que el cuarto mandamiento hubiese sido
abolido o de que el día de reposo hubiese cambiado; la bendición que desde un
principio santificaba el séptimo día no había sido nunca revocada. Habían
procurado 488 honradamente conocer y hacer la voluntad de Dios; al reconocerse
entonces transgresores de la ley divina, sus corazones se llenaron de pena, y
manifestaron su lealtad hacia Dios guardando su santo sábado.
Se hizo
cuanto se pudo por conmover su fe. Nadie podía dejar de ver que si el santuario
terrenal era una figura o modelo del celestial, la ley depositada en el arca en
la tierra era exacto trasunto de la ley encerrada en el arca del cielo; y que
aceptar la verdad relativa al santuario celestial envolvía el reconocimiento de
las exigencias de la ley de Dios y la obligación de guardar el sábado del cuarto
mandamiento. En esto estribaba el secreto de la oposición violenta y resuelta
que se le hizo a la exposición armoniosa de las Escrituras que revelaban el
servicio desempeñado por Cristo en el santuario celestial. Los hombres trataron
de cerrar la puerta que Dios había abierto y de abrir la que él había cerrado.
Pero "el que abre, y ninguno cierra; y cierra, y ninguno abre," había declarado:
"He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá
cerrar." (Apocalipsis 3: 7, 8, V.M.) Cristo había abierto la puerta, o
ministerio, del lugar santísimo, la luz brillaba desde la puerta abierta del
santuario celestial, y se vio que el cuarto mandamiento estaba incluído en la
ley allí encerrada; lo que Dios había establecido, nadie podía derribarlo.
Los que habían aceptado la luz referente a la mediación de Cristo y a la
perpetuidad de la ley de Dios, encontraron que éstas eran las verdades
presentadas en el capítulo 14 del Apocalipsis. Los mensajes de este capítulo
constituyen una triple amonestación (véase el Apéndice), que debe servir para
preparar a los habitantes de la tierra para la segunda venida del Señor. La
declaración: "Ha llegado la hora de su juicio," indica la obra final de la
actuación de Cristo para la salvación de los hombres. Proclama una verdad que
debe seguir siendo proclamada hasta el fin de la intercesión del Salvador y su
regreso a la tierra para llevar a su pueblo consigo. La obra del juicio que
empezó en 1844 debe proseguirse hasta que sean 489 falladas las causas de todos
los hombres, tanto de los vivos como de los muertos; de aquí que deba extenderse
hasta el fin del tiempo de gracia concedido a la humanidad. Y para que los
hombres estén debidamente preparados para subsistir en el juicio, el mensaje les
manda: "¡Temed a Dios y dadle gloria," "y adorad al que hizo el cielo y la
tierra, y el mar y las fuentes de agua!" El resultado de la aceptación de estos
mensajes está indicado en las palabras: "En esto está la paciencia de los
santos, los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." Para
subsistir ante el juicio tiene el hombre que guardar la ley de Dios. Esta ley
será la piedra de toque en el juicio. El apóstol Pablo declara: "Cuantos han
pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados; . . . en el día en que juzgará
Dios las obras más ocultas de los hombres . . . por medio de Jesucristo." Y dice
que "los que cumplen la ley serán justificados.''" (Romanos 2: 12-16, V.M.) La
fe es esencial para guardar la ley de Dios; pues "sin fe es imposible
agradarle." Y "todo lo que no es de fe, es pecado." (Hebreos 11: 6, V.M.;
Romanos 14: 23.)
El primer ángel exhorta a los hombres a que teman al
Señor y le den honra y a que le adoren como Creador del cielo y de la tierra.
Para poder hacerlo, deben obedecer su ley. El sabio dice: "Teme a Dios, y guarda
sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano." (Eclesiastés 12: 13,
V.M.) Sin obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede agradar a Dios.
"Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos.""El que aparte sus
oídos para no escuchar la ley, verá que su oración misma es cosa abominable." (1
Juan 5: 3; Proverbios 28: 9, V.M.)
El deber de adorar a Dios estriba en
la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás
seres deben su existencia. Y cada vez que la Biblia presenta el derecho de
Jehová a nuestra reverencia y adoración con preferencia a los dioses de los
paganos, menciona las pruebas de su poder creador. "Todos los dioses de los
pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los cielos." (Salmo 96:5.) "¿A quién pues me
"compararéis, para que yo sea como él? dice el Santo. ¡Levantad hacia arriba
vuestros ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes?""Así dice Jehová,
Creador de los cielos (él solo es Dios), el que formó la tierra y la hizo; . . .
¡Yo soy Jehová, y no hay otro Dios!" (Isaías 40: 25, 26; 45: 18, V.M.) Dice el
salmista: "Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a
nosotros mismos.""¡Venid, postrémonos, y encorvémonos; arrodillémonos ante
Jehová nuestro Hacedor!" (Salmos 100: 3; 95: 6, V.M.) Y los santos que adoran a
Dios en el cielo dan como razón del homenaje que le deben: "¡Digno eres tú,
Señor nuestro y Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder; porque
tú creaste todas las cosas!" (Apocalipsis 4: 11, V.M.)
En el capítulo 14
del Apocalipsis se exhorta a los hombres a que adoren al Creador, y la profecía
expone a la vista una clase de personas que, como resultado del triple mensaje,
guardan los mandamientos de Dios. Uno de estos mandamientos señala directamente
a Dios como Creador. El cuarto precepto declara: "El séptimo día será Sábado a
Jehová tu Dios: . . . porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la
mar y todas las cosas que en ellos hay; y en el día séptimo reposó; por tanto
Jehová bendijo el día del sábado, y lo santificó." (Éxodo 20: 10, 11, Versión
Valera de la S.B.A.) Respecto al sábado, el Señor dice además, que será una
"señal . . . para que sepáis que yo soy Jehová vuestro Dios." (Ezequiel 20: 20,
Id.) Y la razón aducida es: "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la
tierra, y en el séptimo día cesó, y reposó." (Éxodo 31: 17.)
"La
importancia del sábado, como institución conmemorativa de la creación, consiste
en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios," -
porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. "Por consiguiente, el
sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran
verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El
verdadero motivo del culto divino, no tan sólo del que se tributa en el 491
séptimo día, sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el
Creador y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni
debe caer nunca en el olvido." - J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27.
Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de la mente de los
hombres, instituyó Dios el sábado en el Edén y mientras el ser él nuestro
Creador siga siendo motivo para que le adoremos, el sábado seguirá siendo señal
conmemorativa de ello. Si el sábado se hubiese observado universalmente, los
pensamientos e inclinaciones de los hombres se habrían dirigido hacia el Creador
como objeto de reverencia y adoración, y nunca habría habido un idólatra, un
ateo, o un incrédulo. La observancia del sábado es señal de lealtad al verdadero
Dios, "que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua." Resulta
pues que el mensaje que manda a los hombres adorar a Dios y guardar sus
mandamientos, los ha de invitar especialmente a observar el cuarto mandamiento.
En contraposición con los que guardan los mandamientos de Dios y tienen
la fe de Jesús, el tercer ángel señala otra clase de seres humanos contra cuyos
errores va dirigido solemne y terrible aviso: "¡Si alguno adora a la bestia y a
su imagen, y recibe su marca en su frente, o en su mano, él también beberá del
vino de la ira de Dios!" (Apocalipsis 14: 9, 10, V.M.) Para comprender este
mensaje hay que interpretar correctamente sus símbolos. ¿Qué representan la
bestia, la imagen, la marca?
La ilación profética en la que se
encuentran estos símbolos empieza en el capítulo 12 del Apocalipsis, con el
dragón que trató de destruir a Cristo cuando nació. En dicho capítulo vemos que
el dragón es Satanás (Apocalipsis 12:9); fue él quien indujo a Herodes a
procurar la muerte del Salvador. Pero el agente principal de Satanás al guerrear
contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos de la era cristiana, fue
el Imperio Romano, en el cual prevalecía la religión pagana. Así que si
bien el dragón representa primero a Satanás, en sentido derivado es un símbolo
de la Roma pagana. 492
En el capítulo 13 (versículos 1-10, V.M.), se
describe otra bestia, "parecida a un leopardo," a la cual el dragón dio "su
poder y su trono, y grande autoridad." Este símbolo, como lo han creído la
mayoría de los protestantes, representa al papado, el cual heredó el poder y la
autoridad del antiguo Imperio Romano. Se dice de la bestia parecida a un
leopardo: "Le fue dada una boca que hablaba cosas grandes, y blasfemias.... Y
abrió su boca para decir blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su
tabernáculo, y a los que habitan en el cielo. Y le fue permitido hacer guerra
contra los santos, y vencerlos: y le fue dada autoridad sobre toda tribu, y
pueblo, y lengua, y nación." Esta profecía, que es casi la misma que la
descripción del cuerno pequeño en Daniel 7, se refiere sin duda al papado.
"Le fue dada autoridad para hacer sus obras cuarenta y dos meses." Y
dice el profeta: "Vi una de sus cabezas como si hubiese sido herida de muerte."
Y además: "Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá; si alguno mata con
espada, es preciso que él sea muerto a espada." Los cuarenta y dos meses son lo
mismo que "un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo," tres años y
medio, o 1.260 días de Daniel 7, el tiempo durante el cual el poder papal debía
oprimir al pueblo de Dios. Este período, como fue indicado en capítulos
anteriores, empezó con la supremacía del papado, en el año 538 de J. C., y
terminó en 1798. Entonces, el papa fue hecho prisionero por el ejército francés,
el poder papal recibió su golpe mortal y quedó cumplida la predicción: "Si
alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá."
Y aquí preséntase otro
símbolo. El profeta dice: "Vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos
cuernos semejantes a los de un cordero." (Apocalipsis 13:11.) Tanto el aspecto
de esta bestia como el modo en que sube indican que la nación que representa
difiere de las representadas en los símbolos anteriores. Los grandes reinos que
han gobernado al mundo le fueron presentados al profeta Daniel en forma de
fieras, que surgían mientras "los cuatro vientos del cielo combatían en 493 "la
gran mar." (Daniel 7:2.) En Apocalipsis 17, un ángel explicó que las aguas
representan "pueblos y naciones y lenguas." (Apocalipsis 17:15.) Los vientos
simbolizan luchas. Los cuatro vientos del cielo que combatían en la gran mar
representan los terribles dramas de conquista y revolución por los cuales los
reinos alcanzaron el poder.
Pero la bestia con cuernos semejantes a los
de un cordero "subía de la tierra." En lugar de derribar a otras potencias para
establecerse, la nación así representada debe subir en territorio hasta entonces
desocupado, y crecer gradual y pacíficamente. No podía, pues, subir entre las
naciones populosas y belicosas del viejo mundo, ese mar turbulento de "pueblos y
muchedumbres y naciones y lenguas." Hay que buscarla en el continente
occidental.
¿Cuál era en 1798 la nación del nuevo mundo cuyo poder
estuviera entonces desarrollándose, de modo que se anunciara como nación fuerte
y grande, capaz de llamar la atención del mundo? La aplicación del símbolo no
admite duda alguna. Una nación, y sólo una, responde a los datos y rasgos
característicos de esta profecía; no hay duda de que se trata aquí de los
Estados Unidos de Norteamérica. Una y otra vez el pensamiento y los términos del
autor sagrado han sido empleados inconscientemente por los oradores e
historiadores al describir el nacimiento y crecimiento de esta nación. El
profeta vio que la bestia "subía de la tierra;" y, según los traductores, la
palabra dada aquí por "subía" significa literalmente "crecía o brotaba como una
planta." Y, como ya lo vimos, la nación debe nacer en territorio hasta entonces
desocupado. Un escritor notable, al describir el desarrollo de los Estados
Unidos, habla del "misterio de su desarrollo de la nada," y dice: "Como
silenciosa semilla crecimos hasta llegar a ser un imperio." - G. A. Townsend,
The New Compared with the Old, pág. 462. Un periódico europeo habló en 1850 de
los Estados Unidos como de un imperio maravilloso, que surgía y que "en el
silencio de la tierra crecía constantemente en poder y gloria." 494 -Dublin
Nation. Eduardo Everett, en un discurso acerca de los peregrinos, fundadores de
esta nación, dijo: "¿Buscaron un lugar retirado que por su obscuridad resultara
inofensivo y seguro en su aislamiento, donde la pequeña iglesia de Leyden
pudiese tener libertad de conciencia? ¡He aquí las inmensas regiones sobre las
cuales, en pacífica conquista, . . . han plantado los estandartes de la cruz!"
-Discurso pronunciado en Plymouth, Massachusetts, el 22 de diciembre de 1824.
"Y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero." Los cuernos
semejantes a los de un cordero representan juventud, inocencia y mansedumbre,
rasgos del carácter de los Estados Unidos cuando el profeta vio que esa nación
"subía" en 1798. Entre los primeros expatriados cristianos que huyeron a América
en busca de asilo contra la opresión real y la intolerancia sacerdotal, hubo
muchos que resolvieron establecer un gobierno sobre el amplio fundamento de la
libertad civil y religiosa. Sus convicciones hallaron cabida en la declaración
de la independencia que hace resaltar la gran verdad de que "todos los hombres
son creados iguales," y poseen derechos inalienables a la "vida, a la libertad y
a la búsqueda de la felicidad." Y la Constitución garantiza al pueblo el derecho
de gobernarse a sí mismo, y establece que los representantes elegidos por el
voto popular promulguen las leyes y las hagan cumplir. Además, fue otorgada la
libertad religiosa, y a cada cual se le permitió adorar a Dios según los
dictados de su conciencia. El republicanismo y el protestantismo vinieron a ser
los principios fundamentales de la nación. Estos principios son el secreto de su
poder y de su prosperidad. Los oprimidos y pisoteados de toda la cristiandad se
han dirigido a este país con afán y esperanza. Millones han fondeado en sus
playas, y los Estados Unidos han llegado a ocupar un puesto entre las naciones
más poderosas de la tierra.
Pero la bestia que tenía cuernos como un
cordero "hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en
su presencia. Y hace que la tierra y los que en ella habitan, 495 adoren a la
bestia primera, cuya herida mortal fue sanada . . . diciendo a los que habitan
sobre la tierra, que hagan una imagen de la bestia que recibió el golpe de
espada, y sin embargo vivió. (Apocalipsis 13: 11-14, V.M.)
Los cuernos
como de cordero y la voz de dragón del símbolo indican una extraña contradicción
entre lo que profesa ser y lo que practica la nación así representada. El
"hablar" de la nación son los actos de sus autoridades legislativas y
judiciales. Por esos actos la nación desmentirá los principios liberales y
pacíficos que expresó como fundamento de su política. La predicción de que
hablará "como dragón" y ejercerá "toda la autoridad de la primera bestia,"
anuncia claramente el desarrollo del espíritu de intolerancia y persecución de
que tantas pruebas dieran las naciones representadas por el dragón y la bestia
semejante al leopardo. Y la declaración de que la bestia con dos cuernos "hace
que la tierra y los que en ella habitan, adoren a la bestia primera," indica que
la autoridad de esta nación será empleada para imponer alguna observancia en
homenaje al papado.
Semejante actitud sería abiertamente contraria a los
principios de este gobierno, al genio de sus instituciones libres, a los claros
y solemnes reconocimientos contenidos en la declaración de la independencia, y
contrarios finalmente a la constitución. Los fundadores de la nación procuraron
con acierto que la iglesia no pudiera hacer uso del poder civil, con los
consabidos e inevitables resultados: la intolerancia y la persecución. La
constitución garantiza que "el congreso no legislará con respecto al
establecimiento de una religión ni prohibirá el libre
ejercicio de ella," y que "ninguna manifestación religiosa será jamás requerida
como condición de aptitud para ninguna función o cargo público en los Estados
Unidos." Sólo en flagrante violación de estas garantías de la libertad de la
nación, es cómo se puede imponer por la autoridad civil la observancia de
cualquier deber religioso. Pero la inconsecuencia de tal procedimiento no es
mayor que lo representado por el símbolo. Es la 496 bestia con cuernos
semejantes a los de un cordero -que profesa ser pura, mansa, inofensiva- y que
habla como un dragón.
"Diciendo a los que habitan sobre la tierra, que
hagan una imagen de la bestia." Aquí tenemos presentada a las claras una forma
de gobierno en el cual el poder legislativo descansa en el pueblo, y ello prueba
que los Estados Unidos de Norteamérica constituyen la nación señalada por la
profecía.
¿Pero qué es la "imagen de la bestia"? ¿Y cómo se la formará?
La imagen es hecha por la bestia de dos cuernos y es una imagen de la primera
bestia. Así que para saber a qué se asemeja la imagen y cómo será formada,
debemos estudiar los rasgos característicos de la misma bestia: el papado.
Cuando la iglesia primitiva se corrompió al apartarse de la sencillez
del Evangelio y al aceptar costumbres y ritos paganos, perdió el Espíritu y el
poder de Dios; y para dominar las conciencias buscó el apoyo del poder civil. El
resultado fue el papado, es decir, una iglesia que dominaba el poder del estado
y se servía de él para promover sus propios fines y especialmente para extirpar
la "herejía." Para que los Estados Unidos formen una imagen de la bestia, el
poder religioso debe dominar de tal manera al gobierno civil que la autoridad
del estado sea empleada también por la iglesia para cumplir sus fines.
Siempre que la iglesia alcanzó el poder civil, lo empleó para castigar a
los que no admitían todas sus doctrinas. Las iglesias protestantes que siguieron
las huellas de Roma al aliarse con los poderes mundanos, manifestaron el mismo
deseo de restringir la libertad de conciencia. Ejemplo de esto lo tenemos en la
larga persecución de los disidentes por la iglesia de Inglaterra. Durante los
siglos XVI y XVII miles de ministros no conformistas fueron obligados a
abandonar sus iglesias, y a muchos pastores y feligreses se les impusieron
multas, encarcelamientos, torturas y el martirio.
Fue la apostasía lo
que indujo a la iglesia primitiva a buscar la ayuda del gobierno civil, y esto
preparó el camino para el desarrollo del papado, simbolizado por la bestia. San
Pablo lo 497 predijo al anunciar que vendría "la apostasía," y sería "revelado
el hombre de pecado." (2 Tesalonicenses 2: 3, V.M.) De modo que la apostasía en
la iglesia preparará el camino para la imagen de la bestia.
La Biblia
declara que antes de la venida del Señor habrá un estado de decadencia religiosa
análoga a la de los primeros siglos. "En los postreros días vendrán tiempos
peligrosos. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero,
jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, incontinentes, fieros,
aborrecedores de los que son buenos, traidores, protervos, hinchados de orgullo,
amadores de los placeres, más bien que amadores de Dios; teniendo la forma de la
piedad, mas negando el poder de ella." (2 Timoteo 3: 1-5, V.M.) "Empero el
Espíritu dice expresamente, que en tiempos venideros algunos se apartarán de la
fe, prestando atención a espíritus seductores, y a enseñanzas de demonios." (1
Timoteo 4: 1, V.M.) Satanás obrará "con todo poder, y con señales, y con
maravillas mentirosas, y con todo el artificio de la injusticia." Y todos los
que "no admitieron el amor de la verdad, para que fuesen salvos," serán dejados
para que acepten "operación de error, a fin de que crean a la mentira." (2
Tesalonicenses 2: 9-11, V.M.) Cuando se haya llegado a este estado de impiedad,
se verán los mismos resultados que en los primeros siglos.
Muchos
consideran la gran diversidad de creencias en las iglesias protestantes como
prueba terminante de que nunca se procurará asegurar una uniformidad forzada.
Pero desde hace años se viene notando entre las iglesias protestantes un
poderoso y creciente sentimiento en favor de una unión basada en puntos comunes
de doctrina. Para asegurar tal unión, debe necesariamente evitarse toda
discusión de asuntos en los cuales no todos están de acuerdo, por importantes
que sean desde el punto de vista bíblico.
Carlos Beecher, en un sermón
predicado en 1846, declaró 498 que el pastorado de "las denominaciones
evangélicas protestantes no está formado sólo bajo la terrible presión del mero
temor humano, sino que vive, y se mueve y respira en una atmósfera radicalmente
corrompida y que apela a cada instante al elemento más bajo de su naturaleza
para tapar la verdad y doblar la rodilla ante el poder de la apostasía. ¿No pasó
así con la iglesia romana? ¿No estamos reviviendo su vida? ¿Y qué es lo que
vemos por delante? ¡Otro concilio general! ¡Una convención mundial! ¡Alianza
evangélica y credo universal!" -Sermón, "The Bible a Sufficient Creed,"
pronunciado en Fort Wayne, Indiana, el 22 de febrero de 1846. Cuando se haya
logrado esto, en el esfuerzo para asegurar completa uniformidad, sólo faltará un
paso para apelar a la fuerza.
Cuando las iglesias principales de los
Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el
estado para que imponga los decretos y las instituciones de ellas, entonces la
América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana, y la
inflicción de penas civiles contra los disidentes vendrá de por sí sola.
La bestia de dos cuernos "hace [ordena] que todos, pequeños y grandes,
así ricos como pobres, así libres como esclavos, tengan una marca sobre su mano
derecha, o sobre su frente; y que nadie pueda comprar o vender, sino aquel que
tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre."
(Apocalipsis 13: 16, 17, V.M.) La amonestación del tercer ángel es: "¡Si alguno
adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en su frente, o en su mano,
él también beberá del vino de la ira de Dios!" "La bestia" mencionada en este
mensaje, cuya adoración es impuesta por la bestia de dos cuernos, es la primera
bestia, o sea la bestia semejante a un leopardo, de Apocalipsis 13, el papado.
La "imagen de la bestia" representa la forma de protestantismo apóstata que se
desarrollará cuando las iglesias protestantes busquen la ayuda del poder civil
para la imposición de sus dogmas. Queda aún por definir lo que es "la marca de
la bestia."
Después de amonestar contra la adoración de la bestia y de
su imagen, la profecía dice: "Aquí está la paciencia de los santos; aquí están
los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." En vista de que los
que guardan los mandamientos de Dios están puestos así en contraste con los que
adoran la bestia y su imagen y reciben su marca, se deduce que la observancia de
la ley de Dios, por una parte, y su violación, por la otra, establecen la
distinción entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia.
El
rasgo más característico de la bestia, y por consiguiente de su imagen, es la
violación de los mandamientos de Dios. Daniel dice del cuerno pequeño, o sea del
papado: "Pensará en mudar los tiempos y la ley." (Daniel 7: 25.) Y San Pablo
llama al mismo poder el "hombre de pecado," que había de ensalzarse sobre Dios.
Una profecía es complemento de la otra. Sólo adulterando la ley de Dios podía el
papado elevarse sobre Dios; y quienquiera que guardase a sabiendas la ley así
adulterada daría honor supremo al poder que introdujo el cambio. Tal acto de
obediencia a las leyes papales sería señal de sumisión al papa en lugar de
sumisión a Dios.
El papado intentó alterar la ley de Dios. El segundo
mandamiento, que prohibe el culto de las imágenes, ha sido borrado de la ley, y
el cuarto mandamiento ha sido adulterado de manera que autorice la observancia
del primer día en lugar del séptimo como día de reposo. Pero los papistas aducen
para justificar la supresión del segundo mandamiento, que éste es inútil puesto
que está incluido en el primero, y que ellos dan la ley tal cual Dios tenía
propuesto que fuese entendida. Este no puede ser el cambio predicho por el
profeta. Se trata de un cambio intencional y deliberado: "Pensará en mudar los
tiempos y la ley." El cambio introducido en el cuarto mandamiento cumple
exactamente la profecía. La única autoridad que se invoca para dicho cambio es
la de la iglesia. Aquí el poder papal se ensalza abiertamente sobre Dios.
Mientras los que adoran a Dios se distinguirán especialmente 500 por su
respeto al cuarto mandamiento -ya que éste es el signo de su poder creador y el
testimonio de su derecho al respeto y homenaje de los hombres,- los adoradores
de la bestia se distinguirán por sus esfuerzos para derribar el monumento
recordativo del Creador y ensalzar lo instituído por Roma. Las primeras
pretensiones arrogantes del papado fueron hechas en favor del domingo (véase el
Apéndice); y la primera vez que recurrió al poder del estado fue para imponer la
observancia del domingo como "día del Señor." Pero la Biblia señala el séptimo
día, y no el primero, como día del Señor. Cristo dijo: "El Hijo del hombre es
Señor aun del sábado." El cuarto mandamiento declara que: "El día séptimo es día
de descanso [margen, sábado], consagrado a Jehová." Y por boca del profeta
Isaías el Señor lo llama: "Mi día santo." (S. Marcos 2: 28; Éxodo 20: 10; Isaías
58: 13, V.M.)
El aserto, tantas veces repetido, de que Cristo cambió el
día de reposo, está refutado por sus propias palabras. En su sermón sobre el
monte, dijo: "No penséis que vine pare invalidar la Ley, o los Profetas: no vine
a invalidar, sino a cumplir. Porque en verdad os digo, que hasta que pasen el
cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un tilde pasará de la ley, hasta que
el todo sea cumplido. Por tanto cualquiera que quebrantare uno de estos más
mínimos mandamientos, y enseñare a los hombres así, será llamado muy pequeño en
el reino de los cielos: mas cualquiera que los hiciere y enseñare será llamado
grande en el reino de los cielos." (S. Mateo 5: 17-19, V.M.)
Es un hecho
generalmente admitido por los protestantes, que las Sagradas Escrituras no
autorizan en ninguna parte el cambio del día de reposo. Esto se confirma en
publicaciones de la Sociedad Americana de Tratados y la Unión Americana de
Escuelas Dominicales. Una de estas obras reconoce "que el Nuevo Testamento no
dice absolutamente nada en cuanto a un mandamiento explícito en favor del día de
reposo, o a reglas definidas relativas a su observancia." -Jorge Elliott, The
Abiding Sabbath, pág. 184.
Otra dice: "Hasta la época de la muerte de
Cristo, ningún cambio se había hecho en cuanto al día;" y, "por lo que se
desprende del relato bíblico, los apóstoles no dieron . . . mandamiento
explícito alguno que ordenara el abandono del séptimo día, sábado, como día de
reposo, ni que se lo observara en el primer día de la semana." -A. E. Waffle,
The Lord''s Day, págs. 186 - 188.
Los católicos romanos reconocen que el
cambio del día de descanso fue hecho por su iglesia, y declaran que al observar
el domingo los protestantes reconocen la autoridad de ella. En el Catecismo
Católico de la Religión Cristiana, al
contestar una pregunta relativa al día que se debe guardar en obediencia al
cuarto mandamiento, sé hace esta declaración: "Bajo la ley antigua, el sábado
era el día santificado; pero la iglesia, instruída por Jesucristo y dirigida por
el Espíritu de Dios, substituyó el sábado por el domingo; de manera que ahora
santificamos el primer día y no el séptimo. Domingo significa día del Señor, y
es lo que ha venido a ser."
Como signo de la autoridad de la iglesia
católica, los escritores católicos citan "el acto mismo de cambiar el sábado al
domingo, cambio en que los protestantes consienten . . . porque al guardar
estrictamente el domingo, ellos reconocen el poder de la iglesia para ordenar
fiestas y para imponerlas so pena de incurrir en pecado." -H. Tuberville, An
Abridgement of the Christian Doctrine, pág. 58. ¿Qué es, pues, el cambio del día
de descanso, sino el signo o marca de la autoridad de la iglesia romana, ¡''la
marca de la bestia''"?
La iglesia romana no ha renunciado a sus
pretensiones a la supremacía; y cuando el mundo y las iglesias protestantes
aceptan un día de descanso creado por ella, mientras rechazan el día de descanso
de la Biblia, acatan en la práctica las tales pretensiones. Pueden apelar a la
autoridad de la tradición y de los padres para apoyar el cambio; pero al hacerlo
pasan por alto el principio mismo que los separa de Roma, es a saber, que "la
Biblia, y la Biblia sola es la religión de los protestantes."
502
Los papistas pueden ver que los protestantes se están engañando a sí
mismos, al cerrar voluntariamente los ojos ante los hechos del caso. A medida
que gana terreno el movimiento en pro de la observancia obligatoria del domingo,
ellos se alegran en la seguridad de que ha de concluir por poner a todo el mundo
protestante bajo el estandarte de Roma.
Los romanistas declaran que "la
observancia del domingo por los protestantes es un homenaje que rinden, mal de
su grado, a la autoridad de la iglesia [católica]." -Mons. de Segur, Plain Talk
About the Protestantism of Today, pág. 213. La imposición de la observancia del
domingo por parte de las iglesias protestantes es una imposición de que se adore
al papado, o sea la bestia. Los que, comprendiendo las exigencias del cuarto
mandamiento, prefieren observar el falso día de reposo en lugar del verdadero,
rinden así homenaje a aquel poder, el único que ordenó su observancia. Pero por
el mismo hecho de imponer un deber religioso con ayuda del poder secular, las
mismas iglesias estarían elevando una imagen a la bestia; de aquí que la
imposición de la observancia del domingo en los Estados Unidos equivaldría a
imponer la adoración de la bestia y de su imagen.
Pero los cristianos de
las generaciones pasadas observaron el domingo creyendo guardar así el día de
descanso bíblico; y ahora hay verdaderos cristianos en todas las iglesias, sin
exceptuar la católica romana, que creen honradamente que el domingo es el día de
reposo divinamente instituído. Dios acepta su sinceridad de propósito y su
integridad. Pero cuando la observancia del domingo sea impuesta por la ley, y
que el mundo sea ilustrado respecto a la obligación del verdadero día de
descanso, entonces el que transgrediere el mandamiento de Dios para obedecer un
precepto que no tiene mayor autoridad que la de Roma, honrará con ello al papado
por encima de Dios: rendirá homenaje a Roma y al poder que impone la institución
establecida por Roma: adorará la bestia y su imagen. Cuando los hombres rechacen
entonces la institución que 503 Dios declaró ser el signo de su autoridad, y
honren en su lugar lo que Roma escogió como signo de su supremacía, ellos
aceptarán de hecho el signo de la sumisión a Roma, "la marca de la bestia." Y
sólo cuando la cuestión haya sido expuesta así a las claras ante los hombres, y
ellos hayan sido llamados a escoger entre los mandamientos de Dios y los
mandamientos de los hombres, será cuando los que perseveren en la transgresión
recibirán "la marca de la bestia."
La más terrible amenaza que haya sido
jamás dirigida a los mortales se encuentra contenida en el mensaje del tercer
ángel. Debe ser un pecado horrendo el que atrae la ira de Dios sin mezcla de
misericordia. Los hombres no deben ser dejados en la ignorancia tocante a esta
importante cuestión; la amonestación contra este pecado debe ser dada al mundo
antes que los juicios de Dios caigan sobre él, para que todos sepan por qué
deben consumarse, y para que tengan oportunidad para librarse de ellos. La
profecía declara que el primer ángel hará su proclamación "a cada nación, y
tribu, y lengua, y pueblo." El aviso del tercer ángel, que forma parte de ese
triple mensaje, no tendrá menos alcance. La profecía dice de él que será
proclamado en alta voz por un ángel que vuele por medio del cielo; y llamará la
atención del mundo.
Al final de la lucha, toda la cristiandad quedará
dividida en dos grandes categorías: la de los que guardan los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús, y la de los que adoran la bestia y su imagen y reciben su
marca. Si bien la iglesia y el estado se unirán para obligar a "todos, pequeños
y grandes, así ricos como pobres, así libres como esclavos," a que tengan "la
marca de la bestia" (Apocalipsis 13: 16, V.M.), el pueblo de Dios no la tendrá.
El profeta de Patmos vio que "los que habían salido victoriosos de la prueba de
la bestia, y de su imagen, y del número de su nombre, estaban sobre aquel mar de
vidrio, teniendo arpas de Dios," y cantaban el cántico de Moisés y del Cordero.
(Apocalipsis 15: 2, 3, V.M.)
por
Elena G. de White "Estados Unidos en la profecía" en El Gran Conflicto, Capítulo 26.