¿Se comunica Dios con los seres humanos? ¿Hay evidencias de que lo ha hecho por medio de los profetas? El libro The Prophet and Her Critics,1 procura responder a estos interrogantes.
Elena White fue una líder destacada durante los comienzos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su ministerio se extendió desde la década de 1840 hasta su muerte en 1915. Los adventistas creen que recibió información de origen divino a través de visiones sobrenaturales para beneficio de este grupo cristiano y del público general. Ella registró esta información y la publicó en numerosos artículos y libros, lo que la convierte en una de las escritoras más prolíficas de la historia.
Los críticos no han aceptado su aseveración de que recibía comunicaciones de origen divino, manteniendo en cambio que copiaba sus ideas de otras fuentes. Existen porciones de sus escritos que muestran similitudes con lo que han publicado otros autores en libros que sabemos que ella poseyó o leyó. El punto clave de la cuestión es determinar si los otros autores fueron la fuente de sus ideas o si, como ella afirmó, la lectura de otros libros sólo la ayudó a expresar mejor los conceptos que Dios le había comunicado.
¿Es válido cuestionar a un profeta de Dios? 1 Tesalonicenses 5:20, 21, Deuteronomio 18:22 y Mateo 7:15-20 declaran que habrá verdaderos y falsos profetas, y que tenemos el derecho y la responsabilidad de distinguir unos de otros. También tenemos la obligación de evaluar críticamente la obra de los que aducen haber juzgado a un supuesto profeta y haberlo declarado falso.
He evaluado la obra de los críticos de Elena White. A la vez, he examinado las investigaciones realizadas por el doctor Don McMahon, las cuales podrían determinar si los principios de salud enunciados por White provenían de Dios, como ella afirma, o de los abundantes escritos de otros reformadores de la salud del siglo XIX.2 El estudio exhaustivo de McMahon puede constituir la primera evidencia científica de la naturaleza de la inspiración.
Los críticos de Elena White
Mi evaluación de tres de los más prominentes críticos de Elena White, a saber, Walter Rea,3 Jonathon Butler4 y Ronald Numbers5 se concentró en la calidad de sus investigaciones. ¿Utilizaron un buen diseño de pesquisa? ¿Reunieron sus datos de manera correcta? ¿Apoyan estos datos sus conclusiones? Si hubieran presentado sus trabajos en forma de tesis para obtener un título de posgrado, ¿habrían sido aprobados?
La aseveración básica de Walter Rea es que algunas frases o incluso párrafos de los libros de Elena White son idénticos o muy similares a otros libros de su biblioteca. Rea aduce que esto niega su afirmación de que sus escritos tienen un origen divino, y muestra que copió ideas de otros. Sin embargo, existen varias razones por las que sus pruebas no apoyan esta aseveración. En primer lugar, las similitudes no son tantas ni tan próximas como trata de probar. Esto puede determinarse después de analizar cuidadosamente las muestras de su libro. En segundo término, Rea cita dos argumentos en contra de sus propias conclusiones, pero sus esfuerzos por refutar estos argumentos no resultan convincentes. En tercer lugar, la línea principal de razonamiento de su libro se basa en una lógica defectuosa. Rea presenta pruebas que refutan la idea de que los escritos de White eran completamente originales, y de que el material provenía de una inspiración verbal, o que era dictado por Dios. El problema de Rea es que entonces llega a la conclusión opuesta de que ella no puede haber recibido ningún tipo de comunicación divina.
Pero este razonamiento polarizado, sin matices, deja de considerar una explicación intermedia, que puede ser hallada en la descripción de White acerca de cómo escribió sus libros. White afirma que Dios le comunicó ideas que ella luego redactó empleando sus propias palabras. Dice que a menudo se sentía incapaz de expresar adecuadamente estos conceptos, pero que se la instruyó de que sería más capaz de escribir con claridad al leer otros libros acerca del tema.6 Esta explicación es consistente con todos los datos de Walter Rea, por lo que sus argumentos no logran contradecir el papel de la inspiración divina en la obra de White. Se necesita un tipo diferente de evidencias para evaluar la aseveración de inspiración.
Un artículo de Butler,7 que afirma que la comprensión de Elena White de los eventos finales de la historia humana proviene de los acontecimientos de sus días, tampoco resulta convincente debido a su lógica defectuosa y a evidencias inadecuadas.
Vamos a referirnos ahora al libro Prophetess of Health de Ronald Numbers. Este autor quiere mostrar que Elena White extrajo todos sus principios de reforma pro salud de las obras de otros reformadores de la salud de sus días. Durante el siglo XIX hubo un grupo de reformadores que publicaron muchos libros y artículos, varios de los cuales se encuentran en la biblioteca de Elena White y están subrayados por ella.
Elena White recibió su principal visión sobre temas de salud en junio de 1863, y al año siguiente comunicó los principios de una vida saludable en su libro Spiritual Gifts. Ella declaró que después de redactar esta obra, leyó esos otros libros y se sorprendió al hallar tantos conceptos similares a los suyos. Numbers rechaza esta aseveración y afirma que antes de la visión de 1863 “los adventistas del séptimo día ya poseían los lineamientos básicos del mensaje de la reforma pro salud”.8
Los datos que aporta Numbers sobre estos eventos son útiles, pero la manera en que los utiliza para determinar si los principios de White le fueron revelados por Dios indica serios errores de lógica y evidencias inadecuadas. En primer lugar, una investigación tal debe basarse en una lista completa de sus principios de salud, así como en los principios de salud de sus supuestas fuentes. Estos deben ser compilados con el mismo enfoque, a fin de proporcionar datos objetivos. De esta manera se podrían comparar estos principios con los hallazgos médicos modernos para determinar cuáles han sido verificados. Por supuesto, la medicina continúa avanzando y cambiando con nuevos descubrimientos, de manera que no constituye un estándar absoluto. Sin embargo, tales listas paralelas permitirían una comparación del nivel relativo de exactitud de los diferentes reformadores de la salud. Numbers no hizo esto, sino que utilizó evidencias anecdóticas (la comparación de unos pocos principios de salud), sin indicar por qué eligió estos ejemplos por sobre muchos otros que dejó de lado.
En segundo lugar, Numbers se concentró en similitudes entre los principios de salud de White y de otros reformadores, pero no analizó las diferencias significativas que existen entre ellos. Esto es inapropiado, ya que un diseño de investigación imparcial debe comparar tanto las similitudes como las diferencias.
En tercer lugar, Numbers no analizó objetivamente la hipótesis de la inspiración divina, sino que expresó con claridad su suposición de que los datos debían ser evaluados sin recurrir a esa hipótesis. Pero un estudio erudito que procure determinar la verdad de una hipótesis no puede comenzar asumiendo que la hipótesis es falsa.
En resumen, los diseños de investigación utilizados por estos críticos son insatisfactorios, y no proveyeron los datos necesarios para apoyar sus aseveraciones. Se han publicado varios libros en respuesta a estos críticos. Y aunque resultan útiles, no constituyen el estudio cuidadoso y objetivo que se necesita para probar la hipótesis de la comunicación divina como la fuente de los escritos de Elena White. Sin embargo, el trabajo de Don MacMahon, un médico que ha estudiado los principios modernos para una vida saludable, se basa en un diseño apropiado de investigación y ofrece la posibilidad de probar si los escritos de White sobre salud tienen o no un origen divino.
La hipótesis de la inspiración divina
Primero McMahon compiló una lista de todos los conceptos sobre salud en los escritos de Elena White y en los de otros prominentes reformadores de la salud de su época. Utilizó el mismo criterio para compilar cada una de estas listas. Luego los comparó a todos con la ciencia médica moderna y evaluó cada concepto como verificado o no por la medicina moderna. Cada concepto de salud fue ubicado entonces en categorías paralelas como un principio de salud o una explicación fisiológica de un principio. Por ejemplo, “beber mucha agua” es un principio, una declaración acerca de qué hacer. Una explicación fisiológica no diría qué hacer, sino por qué hacerlo. McMahon llamó a los principios los “qué” y a las explicaciones, los “porqué”. Finalmente, se utilizaron las opiniones de la medicina moderna para decidir si cada principio (cada “qué”) tenía un efecto menor o significativo sobre la salud.
Este método sí nos ofrece los datos necesarios para demostrar una de estas dos hipótesis: (1) “Los conceptos de salud expuestos por Elena White pueden ser explicados satisfactoriamente como extraídos de los reformadores de su época”, o (2) “Los escritos de Elena White sobre salud contienen información que no puede ser explicada como proveniente de los conceptos de salud de sus días; lo que probaría que ella debe haber recibido información de una fuente sobrenatural”.9
En la década de 1950 las opiniones médicas estaban claramente en contra de los principios de salud comunicados por Elena White; sin embargo, las nuevas investigaciones médicas en la segunda mitad del siglo XX han cambiado el cuadro. Veamos. De los 46 “qué” sobre salud que se encuentran en Spiritual Gifts, el 96 por ciento ha sido verificado por la medicina moderna (un 70 por ciento es significativo para la salud y un 26 tiene una influencia menor). En contraste, los principios de salud de los otros cinco reformadores estudiados poseen una verificación de entre 35 y 45 por ciento. Cuando se comparan las listas de los principios sin verificar de los demás reformadores, se nota aún más la diferencia entre White y sus contemporáneos. Los dos principios de White que McMahon considera sin verificar son: evitar la levadura en el pan y comer por lo general dos comidas al día. En contraste, estos son algunos de los principios de salud sin verificar de los otros reformadores: no calentar la casa, si se come carne, comerla cruda: no consolar a los niños (es bueno que lloren); que los niños no coman fruta; no beber agua (sino sólo jugo de fruta); no utilizar absolutamente nada de sal; usar ropa liviana aun cuando hace frío; no usar jabón; bañarse sólo una o dos veces por semana; la relación sexual entre esposos es perjudicial para la salud; los niños no deben comer papa; evitar aromas fuertes (aunque sean agradables, como el perfume de las flores).
Siendo que Elena White tenía muy poca educación formal y ninguna formación médica, ¿cómo supo evitar esos principios que pueden haber parecido válidos 150 años atrás pero que, ahora se sabe, son errados? ¿De dónde obtuvo ella los numerosos principios de salud que los otros reformadores no adoptaron? Este último punto es especialmente significativo, ya que los principios que le son únicos tienen un nivel más alto de exactitud que los demás principios tanto de sus escritos como de uno o más de los demás reformadores y que no puede ser derivada de ninguna fuente humana disponible en su tiempo. Esto parece refutar la primera hipótesis, y es consistente con la segunda hipótesis: la comunicación proveniente de una fuente sobrenatural. ¿Tiene alguien otra explicación?
Elena White afirma que después de haber redactado los principios de salud que recibió en 1863 leyó otras publicaciones de los reformadores y utilizó parte de ese material. Esto puede explicar que el porcentaje de los principios de salud verificados en su libro The Ministry of Healing, de 1905, había descendido del 96 a 87 por ciento. Aun así, los principios no verificados de ese libro podrían discutirse, pero no incluyen ninguno de los extraños conceptos propuestos por otros reformadores.
Los “porqué” presentan un cuadro diferente y revelan otro aspecto de la naturaleza de la inspiración. Los “porqué”, vale decir, las explicaciones que ofrece Elena White, no son más exactos que los “porqué” de los otros reformadores, lo cual sugiere que provienen de una fuente de información diferente. Pareciera que Dios nos comunicó los principios de salud para que tengamos una vida más saludable, pero nos dejó la tarea de descubrir las explicaciones fisiológicas. De hecho, a menudo hubiera sido imposible dar explicaciones fisiológicas correctas de muchos principios de salud en el siglo XIX sin utilizar la terminología médica y conceptos desconocidos hasta bien avanzado el siglo XX.
Los principios de salud tales como “beber mucha agua” o “no beber alcohol” son fáciles de comunicar y pueden ser comprensibles en cualquier época de la historia, aun si no se conocen sus razones. Nuestra vida y nuestra relación con Dios se beneficiarán si seguimos los principios de vida que él nos ha comunicado, aun si no entendemos el porqué de todos ellos.
Los principios de las relaciones sexuales
Los críticos de Elena White han aducido que defendía conceptos desequilibrados de las relaciones sexuales maritales; pero esto parecer estar basado en una lectura superficial de sus escritos. En sus días era común que los reformadores de salud limitaran el contacto sexual a quizá una vez al mes. Contrariamente a lo que Ron Numbers deja entrever, Elena White nunca defendió una restricción tal. En cambio se refiere a los problemas causados por las “pasiones animales” y por maridos “peores que los brutos”, y aconseja a las esposas a que desvíen la mente de sus esposos de las “gratificaciones de las pasiones lujuriosas”. Cabe preguntarse: ¿Condena ella las relaciones sexuales normales de las parejas casadas que se aman y respetan? ¿O describe la conducta insensible de esposos egoístas y exigentes, o quizá algún tipo de conducta abusiva? La respuesta es obvia.
Elena White se refiere a la calidad de las relaciones maritales, no a la frecuencia de las mismas. En cierta ocasión un hombre trató de conseguir su aprobación para publicar un folleto en que declaraba que la relación sexual debía limitarse a la procreación. El único comentario que le hizo Elena White al autor, después de escuchar su presentación, fue “vaya a su casa y sea un hombre”. Él entendió el mensaje y nunca publicó el folleto.
Conclusiones
Dios nos permite tomar decisiones y aceptar las consecuencias de ellas. Esto incluye nuestra actitud hacia lo que Dios ha comunicado a través de sus mensajeros. Por eso, si alguien decide cuestionar los mensajes que contiene la Biblia o los escritos de Elena White, tenemos el derecho de exigir que ese cuestionamiento se base en una investigación cuidadosa y objetiva. Los críticos de Elena White aquí analizados han basado sus investigaciones en un diseño inadecuado y una lógica defectuosa, por lo que tenemos el derecho de dudar de sus conclusiones.
El estudio exhaustivo del doctor Don McMahon satisface los requisitos de una investigación seria y refuta la aseveración de que los principios de salud comunicados por Elena White fueron copiados de otros reformadores. Cuando aplicamos estos principios, expresamos tácitamente nuestra gratitud al Creador que no sólo se interesa en nuestra salvación eterna, sino también desea que vivamos vidas más saludables y felices. Todo esto revela su amor por sus criaturas. La exactitud de los principios de salud comunicados por Dios a sus profetas puede animarnos a confiar en sus mensajes respecto de otros temas.
Leonard R. Brand (Ph.D., Cornell University) es profesor de biología y paleontología en Loma Linda University, Loma Linda, California, EE.UU. Su dirección electrónica: lbrand@llu.edu.
REFERENCIAS
1. Leonard Brand y Don McMahon, The Prophet and Her Critics (Nampa, Idaho: Pacific Press Publ. Assn., 2005).
2. Ibíd; Don S. McMahon, Acquired or Inspired? Exploring the Origins of the Adventist Lifestyle (Warburton, Australia: Signs Publishing Co., 2005). Incluye un disco compacto con todos los datos de la investigación y sus interpretaciones.
3. Walter Rea, The White Lie (Turlock, California: M & R Publications, 1982).
4. Jonathon Butler, “The World of E. G. White and the End of the World”, Spectrum, 10(2): 2-13 (1979).
5. Ronald Numbers, Prophetess of Health: A Study of Ellen G. White (New York: Harper and Row Publishers, 1976).
6. Elena White, The Great Controversy, Introducción (Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1911).
7. Butler.
8. Numbers, pp. 80, 81.
9. Brand y McMahon, p. 41.
Fuente:
Por: Leonard Brand (Dialogo Universitario). http://dialogue.adventist.org/articles/17_2_brand_s.htm)