martes, 27 de julio de 2010

LA IGLESIA DE DIOS: OBJETO DE SU SUPREMA CONSIERACIÓN



Melbourne, Australia,



23 de diciembre de 1892



Queridos hermanos de la Asociación General:



Testifico ante mis hermanos y hermanas que la iglesia de Cristo, por debilitada y defectuosa que sea, es el único objeto en la tierra al cual él concede su suprema consideración. Mientras el Señor extiende a todo el mundo su invitación de venir a él y ser salvo, comisiona a sus ángeles a prestar ayuda divina a toda alma que acude a él con arrepentimiento y contrición, y él se manifiesta personalmente a través de su Espíritu Santo en medio de su iglesia. "JAH, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podría mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado. Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana... Espere Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia, y abundante redención con él; y él redimirá a Israel de todos sus pecados".


Ministros de toda la iglesia, sea éste nuestro lenguaje, un lenguaje que salga de corazones que respondan a la gran bondad y al amor de Dios hacia nosotros como pueblo y como individuos: "Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre". "Los que estáis en la casa de Jehová en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad a JAH, porque él es bueno; cantad salmos a su nombre, porque es benigno. Porque JAH ha escogido a Jacob para sí, a Israel por posesión suya. Porque yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses". Considerad, mis hermanos y hermanas, que el Señor tiene un pueblo, un pueblo escogido, su iglesia, que debe ser suya, su propia fortaleza, que él sostiene en un mundo rebelde y herido por el pecado; y él se ha propuesto que ninguna autoridad sea conocida en él, ninguna ley reconocida por ella, sino la suya propia.


Satanás tiene una gran confederación, su iglesia. Cristo la llama la sinagoga de Satanás, porque sus miembros son los hijos del pecado. Los miembros de la iglesia de Satanás han estado constantemente trabajando para desechar la ley divina y confundir la distinción entre el bien y el mal. Satanás está trabajando con gran poder en los hijos de desobediencia y por medio de ellos para exaltar la tradición y la apostasía como verdad y lealtad. Y en este tiempo el poder de su inspiración satánica está moviendo a los instrumentos vivientes para llevar a efecto la gran rebelión contra Dios, que comenzó en el cielo.



Distinciones claras, definidas


En este tiempo, la iglesia ha de ponerse sus hermosas vestiduras: "Cristo, nuestra justicia". Hay distinciones claras, definidas, que han de ser restauradas y ejemplificadas ante el mundo, al mantener en alto los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. La hermosura de la santidad ha de aparecer con su lustre primitivo, en contraste con la deformidad y las tinieblas de los desleales, que se han rebelado contra la ley de Dios. Así, nosotros reconocemos a Dios, y aceptamos su ley, el fundamento de su gobierno en el cielo y a lo largo de sus dominios terrenales. Su autoridad, debe ser mantenida distinta y clara delante del mundo; y no debe reconocerse ninguna ley, que se halle en conflicto con las leyes de Jehová. Si al desafiar las disposiciones de Dios, se permite que el mundo ejerza su influencia sobre nuestras decisiones o nuestras acciones, el propósito de Dios es anulado. Por especioso que sea el pretexto, si la iglesia vacila aquí, se registra contra ella en los libros del cielo, una traición de las más sagradas verdades, y una deslealtad al reino de Cristo. La iglesia ha de sostener firme y decididamente sus principios ante todo el universo celestial y los reinos de la tierra; la inquebrantable fidelidad en mantener el honor y el carácter sagrado de Dios, atraerá la atención y la admiración aun del mundo, y muchos serán inducidos, por las buenas obras que contemplen, a glorificar a nuestro Padre que está en los cielos. Los leales y fieles llevan las credenciales del cielo, no las de los potentados terrenales. Todos los hombres sabrán quiénes son los discípulos de Cristo, elegidos y fieles, y los conocerán cuando estén coronados y glorificados como personas que han honrado a Dios y a quienes él ha honrado, dándoles la posesión de un eterno peso de gloria...


El Señor ha provisto a su iglesia de talentos y bendiciones, para que presente ante el mundo, una imagen de la suficiencia de Dios y para que su iglesia sea completa en él, una constante ejemplificación de otro mundo, el mundo eterno, regido por leyes superiores a las terrenas. Su iglesia ha de ser un templo erigido a la semejanza divina, y el arquitecto angelical ha traído su áurea vara de medir, para que cada piedra pueda ser labrada y escuadrada según la medida divina, y pulida para brillar como emblema del cielo, irradiando en todas direcciones los rayos brillantes y claros del Sol de Justicia. La iglesia ha de ser alimentada con el maná celestial y mantenida bajo la única custodia de su gracia. Revestida con la armadura completa de la luz y la justicia, entrará en su final conflicto. La escoria, el material inútil, será consumida, y la influencia de la verdad testificará ante el mundo, de su carácter santificador y ennoblecedor...



Experimentos divinos


El Señor Jesús está realizando experimentos en los corazones humanos, por medio de la manifestación de su misericordia y abundante gracia. Está realizando transformaciones tan sorprendentes que Satanás, con toda su triunfante jactancia, con toda su confederación del mal unida contra Dios y las leyes de su gobierno, se detiene para mirarla como una fortaleza inexpugnable ante sus sofismas y engaños. Son para él un misterio incomprensible. Los ángeles de Dios, serafines y querubines, los poderes comisionados para cooperar con los agentes humanos, contemplan con asombro y gozo cómo hombres caídos, una vez hijos de la ira, están desarrollando, por la enseñanza de Cristo, caracteres a la semejanza divina, para ser hijos e hijas de Dios, para desempeñar una parte importante en las ocupaciones y los deleites del cielo.


Cristo ha dado a la iglesia amplias facilidades, para poder recibir abundantes ganancias de gloria de su posesión redimida y adquirida. La iglesia, dotada de la justicia de Cristo, es su depositaria, en la cual las riquezas de su misericordia, su amor y su gracia han de aparecer en su plena y final manifestación. La declaración de su adoración intercesora, de que el amor del Padre es tan grande hacia nosotros como hacia él mismo, el Hijo unigénito, y que nosotros estaremos con él donde él está, hechos uno con Cristo y el Padre para siempre, es una maravilla para la hueste angelical, y constituye su gran gozo. El don de su Espíritu Santo, rico, completo y abundante, ha de ser para su iglesia como un muro de fuego que la circunde, contra el cual no prevalecerán las potencias del infierno. Cristo mira a sus hijos en su inmaculada pureza y perfección impecable, como la recompensa de sus sufrimientos, su humillación y su amor, y la corona de su gloria, siendo él mismo el gran centro del cual irradia toda gloria. "Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero"



(General Conference Bulletin, 1893, págs. 408, 409. Reimpreso en Testimonios para los ministros, págs. 16-19).

lunes, 19 de julio de 2010

Elena G. De White y la Música de la Iglesia


El autor, el Dr. Daniel Oscar Plenc es el Director del Centro de Investigación White - Argentina, Coordinador del Servicio de Espíritu de Profecía de la Unión Austral y Profesor de teología de la Universidad Adventista del Plata.


Entre otros temas de importancia para la experiencia personal y eclesial, Elena G. de White se refirió al tema de la música sacra. Concibió la música como dádiva divina destinada a cumplir los propósitos de Dios en la medida en que responda a su dirección. Existe también la idea de una mayordomía cristiana de la música.


La música: su origen y dirección.


La música como don de Dios


En el pensamiento de Elena G. de White, Dios creó la música, y otorgó a sus criaturas la facultad de disfrutarla y usarla para su gloria. Contempló el cielo como un lugar lleno de música. “La melodía de alabanza es la atmósfera del cielo; y cuando el cielo se pone en contacto con la tierra, se oye música y alabanza, ‘alegría y gozo, alabanza y voces de canto’ [Isaías 51:3]”. 1


Antes de su caída, “Satanás había dirigido el coro celestial. Había dado la nota; luego toda la hueste angélica se había unido a él, y entonces en todo el cielo habían resonado acordes gloriosos en honor de Dios y de su amado Hijo”. 2 Desde su expulsión Satanás ha pervertido con frecuencia la música y la ha transformado en instrumento seductor de la tentación. “Pero, debidamente empleada es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más nobles, y a inspirar y levantar el alma”. 3


La voz es un don destinado a ser una bendición. “La voz humana expresada en canto constituye uno de los talentos dados por Dios y que deben emplearse para su gloria. El enemigo de la justicia utiliza provechosamente ese talento a su servicio. Y lo que es un don de Dios, dado para bendecir las almas, es pervertido, mal aplicado y sirve a los propósitos de Satanás. Este talento de la voz es una bendición si se consagra al Señor para servir a su causa”. 4


Un don que Dios desea orientar


Cuando Dios dirige el culto y la música no habrá extremos que distorsionen la adoración de la iglesia. Se evitarán el fanatismo y el formalismo, el descuido y el profesionalismo.


Elena G. de White rechazó enfáticamente el tipo de culto celebrado durante el Congreso Campestre de Indiana de 1900. A su entender “las reuniones en Indiana, con ruido y confusión, no las recomienda a las mentes concienzudas e inteligentes”. 5 Añadió que “el ruido y el alboroto en sí mismos no constituyen ninguna evidencia en favor de la santificación, o del descenso del Espíritu Santo”. 6 Las instrucciones recibidas apuntaban en otra dirección. “El Señor quiere que sus servicios se caractericen por el orden y la disciplina, y no por la agitación y la confusión... Cuando los creyentes proclaman la verdad como está ejemplificada en Jesús, manifiestan una calma santa y serena, y no una tormenta de confusión”. 7


En este contexto Elena G. de White previó un regreso de este tipo de manifestaciones hacia el fin del tiempo de gracia. “Habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza”. 8 Estas manifestaciones serán una emulación satánica del derramamiento del Espíritu. “Es mejor no mezclar nunca el culto a Dios con música, que utilizar instrumentos musicales para realizar la obra que en enero pasado se me mostró que tendría lugar en nuestras reuniones de reavivamiento... El influjo de los instrumentos satánicos se une con el estrépito y el vocerío, con lo cual resulta un carnaval, y a esto se lo denomina la obra del Espíritu Santo”. 9 La música será usada en los engaños finales. “Las cosas que han ocurrido en el pasado también acontecerán en el futuro. Satanás convertirá la música en una trampa debido a la forma como es dirigida”. 10


La música de la iglesia debiera ser ejecutada por creyentes que desean alabar a Dios, y no por profesionales de mente secular. El empleo de personas inconversas y de métodos mundanos constituyen un verdadero peligro. Elena G. de White exhortó a no “depender de cantores mundanos y de despliegue teatral para despertar el interés”. 11 El consejo es claro. “No contratéis músicos mundanos si esto puede evitarse de alguna manera”. 12


Los servicios de culto debieran imitar la sencillez de Jesús. “Las formas, las ceremonias y las realizaciones musicales no constituyen la fortaleza de la iglesia”. 13


Música al servicio de los propósitos de Dios


El destino del culto de la iglesia es triple. Se dirige a Dios en adoración, a la comunidad de la fe para edificación, y al mundo para evangelización. Lo mismo ocurre con la música.


Un medio de adoración


Tanto en los cielos como en la iglesia la música existe para honrar y alabar a Dios. “La música forma parte del culto tributado a Dios en los atrios celestiales, y en nuestros cánticos de alabanza debiéramos procurar aproximarnos tanto como sea posible a la armonía de los coros celestiales. La educación apropiada de la voz es un rasgo importante en la preparación general, y no debe descuidarse. El canto, como parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración. El corazón debe sentir el espíritu del canto para darle expresión correcta”. 14 El amor de Cristo ha de ser expresado en cada culto, en cada sermón y en cada himno. 15


La exaltación propia constituye un peligro del que los músicos debieran ser conscientes. “Los espectáculos musicales, que conducidos apropiadamente no hacen daño, son muchas veces una fuente de mal.... El talento musical muchas veces fomenta el orgullo y la ambición por la exhibición, y los cantantes dedican muy pocos pensamientos a la adoración a Dios”. 16


En una carta a un director de coro, la señora White recordaba que el canto en un servicio religioso forma parte de la adoración a Dios tanto como el habla. Le advertía contra el canto estridente, el exhibicionismo, la exageración, las contorsiones corporales, como fuera de lugar en la casa de Dios. “Usted le ha cantado más a los hombres que ha Dios. Mientras ha alzado su voz por encima de toda la congregación, ha estado anhelando la admiración que estaba despertando”. 17


Un medio de edificación


La música cristiana puede contribuir al crecimiento de la experiencia religiosa. Tiene poder para grabar las palabras de Dios en la memoria, “para subyugar naturalezas rudas e incultas; para avivar el pensamiento y despertar simpatía; para promover la armonía de acción y desvanecer la melancolía y los presentimientos que destruyen el valor y debilitan el esfuerzo”. Tiene la facultad de “grabar en el corazón la verdad espiritual”. 18


El cántico de Moisés enseñado a los hijos de Israel “debía hablarles, amonestarlos, restringirlos, reprobarlos y animarlos. Era un sermón continuo”. 19 Y durante el peregrinaje “el canto era un medio de grabar en sus mentes muchas lecciones preciosas”. El canto “animaba los corazones y encendía la fe de los peregrinos... De ese modo se apartaban sus pensamientos de las pruebas y dificultades del camino, se calmaba el espíritu inquieto y turbulento, se inculcaban en la memoria los principios de la verdad, y la fe se fortalecía”. 20 El canto sagrado alegró el peregrinaje de Israel en el desierto, como hoy pueden los hijos de Dios alegrar su camino. 21


Las canciones de alabanza alejan el desánimo y la tentación. “Si hubiera mucho más alabanza al Señor y mucho menos tristes relatos de desánimos, se ganarían muchas más victorias”. 22 Hay en el canto una barrera contra el abatimiento. “El canto es un arma de la cual podemos siempre hacer uso contra el desaliento”. 23


En las escuelas de los profetas “se empleaba la música con un propósito santo, para elevar los pensamientos hacia aquello que era puro, noble y enaltecedor, y para despertar en el alma la devoción y la gratitud hacia Dios”. 24


Un medio de evangelización


Es posible testificar y evangelizar con eficacia mediante el uso de la voz. “La voz humana tiene mucho poder afectivo y musicalidad, y si el que aprende realiza esfuerzos decididos adquirirá el hábito de hablar y cantar que será para él un poder para ganar almas para Cristo”. 25 El canto de una iglesia puede impresionar las mentes receptivas. “La melodía del canto, exhalada de muchos corazones en forma clara y distinta, es uno de los instrumentos de Dios en la obra de salvar almas”. 26


El canto sagrado muestra a los hombres el camino hacia Dios. “El canto es uno de los medios más eficaces de impresionar el corazón con la verdad espiritual. A menudo, por las palabras del cántico sagrado, fueron abiertas las fuentes del arrepentimiento y de la fe” 27


Quienes han aprendido a usar su voz tienen en sus manos una herramienta poderosa. “Los alumnos que han aprendido a cantar dulces cantos evangélicos con melodía y claridad pueden hacer mucho bien como evangelistas por medio del canto. Encontrarán muchas oportunidades para utilizar el talento que Dios les ha dado, llevando melodías y luz a muchos lugares solitarios, entenebrecidos por el pecado, la tristeza y la aflicción, y cantando para los que pocas veces pueden disfrutar de los privilegios de la iglesia”. 28


En las manos de Dios, el canto constituye un ministerio redentor. “Este talento de la voz es una bendición si se consagra al Señor para servir a su causa” (Carta 62, 1893). 29


Música cultivada por el hombre


En cooperación con el cielo


Como otros dones divinos, la música y el canto deben ser apreciados y cultivados para gloria del Señor. “Cuando los seres humanos cantan con el Espíritu y el entendimiento, los músicos celestiales toman las melodías y se unen al canto de agradecimiento. El que ha derramado sobre todos los dones que nos capacitan para ser obreros juntamente con Dios, espera que sus siervos cultiven sus voces de modo que puedan hablar y cantar de manera que todos puedan comprender. Lo que se necesita no es cantar fuerte, sino una entonación clara y una pronunciación correcta. Dediquen todos tiempo a cultivar la voz de modo que puedan cantar las alabanzas a Dios en tonos claros y suaves, sin asperezas ni chillidos que ofenden el oído. La habilidad de cantar es don de Dios; utilicémosla para darle gloria”. 30


Elena G. de White presenta el desafío de cultivar este don con el máximo esmero. “La música podría ser un gran poder para el bien, sin embargo no aprovechamos como debiéramos esta forma de rendir culto. El canto por lo general se hace por impulso o para satisfacer casos especiales, y otras veces se deja que los que cantan lo hagan cometiendo errores; en esta forma la música pierde el efecto que podría ejercer sobre las mentes. La música debiera tener belleza, sentimiento y poder. Elévense las voces en cantos de alabanza y devoción. Llamad en vuestro auxilio instrumentos musicales, si eso es posible, y asciendan hacia Dios las gloriosas armonías como una ofrenda aceptable”. 31


Se aconseja la designación de directores de canto que seleccionen, organicen y conduzcan los cánticos de la congregación. “Debe señalarse a una persona idónea para que se haga cargo de este ejercicio, y será su deber tratar de que se seleccionen himnos tales que puedan ser cantados con el espíritu y también con el entendimiento... Organícese un grupo con los mejores cantantes, cuyas voces puedan conducir a la congregación, y luego únanse a ellos todos los que así lo deseen. Los que cantan debieran realizar un esfuerzo para cantar en armonía; debieran dedicar algún tiempo a la práctica a fin de emplear este talento para la gloria de Dios”. 32


Se requiere gran cuidado en la selección y en la entonación de los himnos. “A menudo me he entristecido al oír voces incultas, elevadas hasta la más alta nota, chillando literalmente, al expresar las sagradas palabras de algún himno de alabanza. Cuán inapropiadas son esas voces agudas y estridentes en el culto sagrado y el gozoso servicio de Dios... Los que hacen del canto una parte del culto divino, deben elegir himnos con música apropiada para la ocasión, no de notas fúnebres, sino alegres, y con todo, melodías solemnes. La voz puede y debe ser modulada, enternecida y subyugada”. 33


Hay un amplio margen para la superación. “Pueden introducirse muchas mejoras en el canto. Algunos piensan que cuanto más alto canten tanto más musicales son, pero el ruido no es música. El buen canto es como la música de los pájaros: suave y melodioso.


“En algunas de nuestras iglesias he escuchado solos que eran inapropiados para el servicio de culto en la casa de Dios. Las notas prolongadas y los sonidos peculiares tan comunes en el canto de ópera no agradan a los ángeles. Estos se complacen en oír los sencillos cantos de alabanza expresados en un tono natural. Ellos se unen con nosotros en los cantos en los que cada palabra se pronuncia claramente, en un tono musical. Participan en las melodías cantadas con el corazón, el espíritu y el entendimiento”. 34


El mensaje de los himnos ha de reflejarse en la vida de los adoradores. 35 “Dios es glorificado por los cantos de alabanza de un corazón puro, lleno de amor y devoción a él”. 36


Un culto inclusivo y participativo


La música de la iglesia no ha de restringirse e un pequeño círculo, sino que ha de incluir a tantos como puedan participar apropiadamente con sus voces e instrumentos. “En las reuniones que se realicen, escójase a un número de personas para que tomen parte en un servicio de canto. Y acompáñese entonces el canto con instrumentos musicales tocados con habilidad. No hemos de oponernos al empleo de instrumentos de música en nuestra obra. Esta parte del servicio ha de ser dirigida cuidadosamente; porque implica la alabanza de Dios en el canto.


“El canto no siempre ha de ser entonado por unos pocos. Tan a menudo como sea posible, únase en él toda la congregación”. 37 Existen momentos apropiados para solistas y grupos corales, sin olvidar al gran coro de toda la congregación. “Hay personas que poseen el don especial del canto, y hay veces cuando un solista o un coro dan un mensaje especial. Pero en contadas ocasiones deben ocuparse del canto sólo unas pocas personas. La habilidad de cantar es un talento de influencia que Dios desea que todos cultiven y usen para la gloria de su nombre”. 38


Quienes tocan instrumentos son invitados a participar. “Introducid en la obra el talento del canto. El uso de instrumentos musicales no es de ninguna manera objetable”. 39 La Sra. White disfrutaba de la música instrumental. “Me alegro de oír los instrumentos musicales que tenéis aquí. Dios quiere que los tengamos. El quiere que lo alabemos con el corazón, con el alma y con la voz. 40 ” En una de sus reuniones la guitarra suplió adecuadamente la falta de un órgano. 41


Conclusión


Elena G. de White tenía un evidente interés en la utilización sabia de la música y el canto. Vio en la música un don amoroso de Señor. Pensó que el Creador de la música debía orientarla como un medio de adoración, edificación y predicación. Creyó finalmente que los hijos de Dios necesitan cultivar sus talentos musicales para su honra y gloria.



BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:




  1. La Educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1964), 161.


  2. La Historia de la Redención (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1981), 25.


  3. La Educación, 167.


  4. El evangelismo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 363.


  5. Mensajes selectos (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1969), 2: 39.


  6. Ibíd., 2: 39.


  7. Ibíd., 2: 40-41.


  8. Ibíd., 2: 41.


  9. Ibíd., 2: 41- 42.


  10. Ibíd., 2: 43.


  11. El Evangelismo, 371.


  12. Ibíd., 371.


  13. Ibíd., 373.


  14. Patriarcas y Profetas (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1971), 644-645.


  15. Joyas de los Testimonios (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1956), 3: 32.


  16. El Ministerio Pastoral (Silver Springs, Maryland: Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 1997), 206.


  17. Manuscrito 5, 1874.


  18. La Educación, 167-168.


  19. El Evangelismo, 362.


  20. La Educación, 39.


  21. Ibíd., 167.


  22. El Evangelismo, 364.


  23. El Ministerio de Curación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 241, 242.


  24. Patriarcas y Profetas, 644.


  25. El Evangelismo, 367-368.


  26. Ibíd., 362.


  27. Ibíd., 365.


  28. Ibíd., 366.


  29. Ibíd., 363.


  30. Ibíd., 368.


  31. Ibíd., 368.


  32. Ibíd., 369.


  33. Ibíd., 370.


  34. Ibíd., 372.


  35. Ibíd., 370.


  36. Mensajes para los Jóvenes (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1967), 292.


  37. El Evangelismo, 370.


  38. Ibíd., 368.


  39. Ibíd., 365.


  40. Ibíd., 367.


  41. El Ministerio Pastoral, 206.

Fuente: http://iasdsc.netadvent.org/

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