martes, 2 de noviembre de 2010

LA IGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA NO ES BABILONIA



Dios tiene un pueblo en el cual todo el cielo está interesado, y dicho pueblo es el único objeto de esta tierra que sea precioso para el corazón del Señor. Todos los que lean estas palabras denles atenta consideración, porque en el nombre de Jesús yo quisiera grabarlas en cada alma. Cuando se levanta alguien, de entre nosotros o de afuera, que siente la preocupación de proclamar un mensaje que declara que el pueblo de Dios forma parte de Babilonia, y asevera que el fuerte pregón es un llamamiento a salir de ella, podéis saber que no proclama el mensaje de la verdad. No lo recibáis, ni le digáis "¡Bienvenido!", porque Dios no habla por medio de él, ni le dio mensaje alguno; él corrió antes de ser enviado. El mensaje contenido en el folleto titulado El Fuerte Clamor es un engaño. Tales mensajes vendrán, y se pretenderá que han sido enviados por Dios, pero la pretensión será falsa; porque no están llenos de luz, sino de tinieblas. Habrá mensajes de acusación contra el pueblo del Señor, similares a la obra hecha por Satanás al acusar al pueblo de Dios, y estos mensajes estarán resonando en el mismo momento cuando el Altísimo le esté diciendo a su pueblo: "Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria".



Una obra de engaño


Se descubrirá que los que transmiten un mensaje falso no tendrán un alto sentido del honor y la integridad. Engañarán al pueblo; mezclarán con su error los Testimonios de la Hna. White, y usarán su nombre para que su obra ejerza influencia. Seleccionarán de los Testimonios, los pasajes que ellos piensan poder torcer para sostener sus posiciones, y los colocarán en un marco de falsedad, de manera que su error tenga peso y sea aceptado por el pueblo. Interpretarán erróneamente y aplicarán mal lo que Dios ha dado a la iglesia para amonestar, aconsejar, reprobar, consolar y animar a los que constituyen el pueblo remanente de Dios. Los que reciban los Testimonios como mensaje de Dios serán ayudados y bendecidos por ellos; pero los que toman ciertas partes simplemente para sostener alguna teoría o idea de su propia invención, para defender su conducta errónea, no serán bendecidos ni beneficiados por lo que enseñen. El pretender que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es Babilonia, es tener la misma pretensión que Satanás, que es el acusador de los hermanos, que los acusa delante de Dios día y noche. Por este mal uso de los Testimonios las almas son confundidas, porque no pueden entender la relación de los Testimonios con la posición que asumen los que están en el error; pues Dios se propuso que éstos fueran colocados siempre en la trama de la verdad.


Los que defienden el error dirán: "Así ha dicho Jehová el Señor; y Jehová no había hablado". Dan testimonio de la falsedad, no de la verdad. Si los que han estado proclamando el mensaje de que la iglesia es Babilonia en vez de haber usado el dinero para publicar y difundir este error, lo hubieran gastado en edificar en lugar de destruir, habrían puesto en evidencia que eran el pueblo al cual Dios dirige.


Hay una gran obra que hacer en el mundo, una gran obra que debe ser realizada en los países extranjeros. Deben abrirse escuelas a fin de que nuestros jóvenes, niños y personas de edad más madura sean educados tan rápidamente como sea posible, para que puedan ir al campo misionero. Se necesitan no solamente ministros para los campos extranjeros, sino obreros sabios y juiciosos de todas clases. Desde todas partes del mundo se oye el llamado macedónico: "Pasa... y ayúdanos". Con toda la responsabilidad que descansa sobre nosotros de ir y predicar el Evangelio a toda criatura, hay gran necesidad de hombres y medios, y Satanás está trabajando en toda forma concebible para distraer los fondos y para impedir que los hombres se empeñen precisamente en la obra que deberían estar haciendo. El dinero que debiera usarse en realizar la buena obra de edificar casas de culto, de abrir escuelas para la educación de los obreros destinados a los territorios misioneros, de adiestrar a jóvenes y señoritas de manera que puedan salir y trabajar con paciencia, con inteligencia y con toda perseverancia, para ser agentes por cuyo intermedio pueda prepararse un pueblo que permanezca en pie en el gran día de Dios, es desviado del cauce de la utilidad y la bendición, al de la perversidad y la maldición.


El gran día de Dios está cercano y muy próximo, y hay una gran obra que realizar, la cual debe ser hecha con presteza. Pero hallamos que en medio de la obra que ha de hacerse, están los que profesan creer la verdad presente y que no saben cómo invertir los medios que les fueron confiados, que por falta de mansedumbre y humildad de corazón, no ven cuán grande es la tarea que ha de hacerse. Todos los que aprendan de Jesús serán obreros juntamente con Dios. Pero los que salen a proclamar el error, gastando tiempo y dinero en una obra vana, arrojan cargas acrecentadas sobre los verdaderos obreros que trabajan en territorios nuevos, pues en lugar de dedicar su tiempo a defender la verdad, se ven obligados a contrarrestar la obra de los que proclaman la falsedad, y pretenden tener un mensaje del Cielo.


Si los que han hecho esta clase de trabajo hubieran sentido la necesidad de contestar la oración que Cristo ofreció a su Padre, inmediatamente antes de su crucifixión ­de que los discípulos de Cristo fueran uno como él y el Padre lo son­, no estarían malgastando los medios que les son confiados y que tanto se necesitan para que la verdad progrese. No estarían malgastando tiempo y capacidad preciosos para diseminar el error, obligando a los obreros a dedicar su tiempo para contrarrestar y anular su influencia. Una obra de este carácter es inspirada, pero no de arriba, sino de abajo.


"¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados". El mensaje que ha sido dado por los que proclaman que la iglesia es Babilonia, ha dejado la impresión de que Dios no tiene iglesia sobre la tierra.



Una iglesia viva


¿No tiene Dios una iglesia viva? El tiene una iglesia, pero es la iglesia militante, no la iglesia triunfante. Lamentamos que haya miembros defectuosos, que haya cizaña en medio del trigo. Jesús dijo: "El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo: pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue... Vinieron entonces los siervos del padre de familia, y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero".


En la parábola del trigo y la cizaña vemos la razón por la cual la cizaña no había de ser arrancada: para que el trigo no fuese arrancado con ella. La opinión y el juicio humanos cometerían graves errores. Pero antes que se cometa un error, y que una sola brizna de trigo sea desarraigada, el Maestro dice: "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega"; entonces los ángeles recogerán la cizaña, que será destinada a la destrucción. Aun cuando en nuestras iglesias, que aseveran creer una verdad avanzada, existen personas defectuosas y que yerran, como cizaña entre el trigo, Dios es compasivo y paciente. El reprende y amonesta a los que yerran, pero no destruye a los que aprenden con lentitud la lección que quiere enseñarles; no desarraiga la cizaña separándola del trigo. La cizaña y el trigo han de crecer juntos hasta la cosecha, cuando el trigo llega a su pleno crecimiento y desarrollo, y debido a las características que presenta cuando está maduro, será fácilmente distinguido de la cizaña.


La iglesia de Cristo en la tierra será imperfecta, pero Dios no la destruye a causa de su imperfección. Ha habido -y habrá­ personas llenas de celo no conforme a ciencia, que quieren purificar la iglesia y desarraigar la cizaña de en medio del trigo. Pero Cristo nos ha dado luz especial sobre como tratar con los que yerran y con los que están en la iglesia, pero no son convertidos. Ninguna resolución espasmódica, celosa y apresurada ha de ser tomada por los miembros de la iglesia, para separar de ella a los que consideran que tienen defectos de carácter. La cizaña aparecerá en medio del trigo; pero haría más daño arrancarla (a menos que sea de la manera señalada por Dios), que dejarla. Mientras el Señor trae a la iglesia a los que están verdaderamente convertidos, Satanás, al mismo tiempo, trae a ella personas que no están convertidas. Mientras Cristo siembra la buena simiente, Satanás siembra la cizaña. Hay dos influencias opuestas que se ejercen constantemente sobre los miembros de la iglesia. Una de ellas obra para la purificación de la iglesia, y la otra para la corrupción del pueblo de Dios.


Jesús sabía que Judas tenía defectos de carácter, pero lo aceptó como uno de sus discípulos, y le dio los mismos privilegios y oportunidades que concedió a los otros que había escogido. Judas no tuvo excusas para seguir la mala conducta que asumió más tarde. Pudo haber llegado a ser un hacedor de la Palabra, como lo fueron con el tiempo Pedro, Santiago, Juan y los otros discípulos. Jesús impartió preciosas e instructivas lecciones, de manera que los que estaban asociados con él pudieran convertirse, y no tuvieran necesidad de aferrarse a los defectos que echaban a perder sus caracteres (Review and Herald, 29 de agosto a 5 de septiembre de 1893. Reimpreso en Testimonios para los ministros, págs. 41-47).



Por


Elena G. de White, La iglesia Remanente, Pgs. 58-67.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...