jueves, 23 de julio de 2015

Artículos Importantes Sobre Elena White - Parte I


Kenneth H. Wood 
Director de la Adventist Review

Algunos temas son de especial interés para las personas de mente espiritual. Uno de estos temas es la manera en que Dios, Ser infinito y trascendente, se comunica con sus hijos terrenales por medio de la inspiración o revelación.

La Review and Herald (Revista Adventista en inglés) trae a la atención de los adventistas del séptimo día ciertas fases de este tema importantísimo, con la publicación de dos series de artículos de Arturo L. White. La primera, de cuatro artículos, titulada Concepto adventista sobre la inspiración, fue publicada en enero y febrero de 1978, y la segunda, Redacción de los escritos históricos de Elena G. de White, compuesta de siete artículos, apareció en julio y agosto de 1979.

Es debido al interés actual en estos temas, y con el fin de hacerlos más accesibles para el estudio, que se publican en conjunto en este número.

En la primera serie, el pastor Arturo L. White, secretario entonces del departamento de fideicomisarios de Elena G. de White, escribió basado en su experiencia íntima de décadas en su trabajo con estos documentos. En estos cuatro artículos él pone en claro algunos conceptos necesarios para saber cómo actúa la inspiración.
En la segunda serie, de siete artículos, él nos introduce detrás del escenario para mostrarnos cómo trabajó la Sra. White en la redacción de los libros que presentan la historia de la gran controversia, y despliega cuidadosamente una información nueva y documentada y ofrece percepciones profundas en algunos de los aspectos de la obra de la escritora a medida que redactaba sus escritos de índole histórica. Creemos que todo lector, no importa cuán bien informado esté sobre la manera como actúa la inspiración, aprenderá algo de estos artículos.
Por supuesto, no todo el material es nuevo. Lo que se repite es incluido mayormente por dos razones: para presentar un equilibrio balanceado, y para facilitar una información que los lectores pudieran haber dejado de leer en libros y artículos ya publicados.
Hay cuatro hechos que es menester tener muy presente al leer estos artículos: 1. Los escritos inspirados no nos llegan sin antes ser tocados por manos humanas. A diferencia de lo que ocurrió con los Diez Mandamientos en el monte Sinaí, no son redactados por la mano de Dios. El escritor inspirado participa intensamente en su labor de comunicar los mensajes de Dios a la familia humana; pero a menos que Dios le dé palabras específicas – como lo hizo algunas veces en determinadas visiones, cuando el profeta escuchaba seres celestiales que hablaban –, él debe hallar por sí mismo las palabras que manifiesten claramente las verdades que Dios le ha revelado. Y para hacer esto él tiene que buscar en su vocabulario, encontrar las palabras en los diccionarios, tomar en préstamo expresiones de escritores no inspirados o dejarse ayudar por sus asistentes. “La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo. Pero las palabras reciben la impresión de la mente individual.” (1MS, 24)
La gente piensa muy poco o nada cuando lee la Biblia o los escritos de Elena G. de White. Tiende a pensar que los escritos inspirados fueron creados ex nihilo(de la nada), algo así como el mundo en la creación. (Algunas personas también piensan que la Review and Herald [o cualquier otra publicación] se origina en la misma forma: olvidan el trabajo oculto de los escritores, redactores, linotipistas, lectoras de pruebas, impresores, encuadernadores, distribuidores, etc.)
Creemos que esta serie de artículos del pastor Arturo L. White serán particularmente útiles porque permiten dar un vistazo dentro de las escenas y contemplar cómo Elena G. de White escribió sus libros y cómo fueron preparados para su publicación.
2. Cuando Dios se comunica con la familia humana, inspira a las personas, no los escritos. La inspiración actúa sobre la persona, y no sobre el producto escrito. El apóstol declara: “Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Ped. 1:21) “No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que fueron inspirados” (1MS, 24). Este es un asunto muy importante que no debe ser mal comprendido. Los predicadores, y demás, a menudo llaman a la Biblia “la Palabra inspirada de Dios,” y correctamente entendido, así es. La declaración citada, de Elena G. de White, se refiere a la metodología, no a la autoridad. Dios inspira a la persona, no las palabras. La gente piensa; las palabras, no. La gente puede ser impresionada por el Espíritu Santo; las palabras, no.
3. La inspiración incluye una variedad de métodos para comunicar la verdad y la voluntad de Dios. A algunos escritores de la Biblia les fueron dados sueños y visiones; a otros que no recibieron visiones, les fueron dadas comprensión y percepción especiales en los misterios divinos; otros recibieron dirección especial para seleccionar y registrar eventos e incidentes históricos; y hubo algunos que recibieron una sabiduría única para entender e interpretar el significado de los sucesos.
Acerca de esto último es bueno notar que los eventos históricos pueden ser observados y registrados tanto por escritores inspirados como profanos. Numerosos escritores pudieron haber registrado que tres hombres fueron crucificados en un viernes del año 31 d. C. Pero si falta una persona inspirada que destaque el significado de dicho evento, éste habría parecido tan pequeño como otras crucifixiones. Una de las mayores funciones de la inspiración es capacitar a las personas para captar el significado de los eventos, y para interpretarlos a la luz de la gran controversia entre Cristo y Satanás.
4. El mensaje de un escritor inspirado carece de autoridad a menos que vaya acompañado por un “Así dice Jehová.” En los tiempos del Antiguo Testamento, los profetas a menudo comenzaban o concluían sus mensajes con declaraciones como éstas: “Dice el Señor,” “Jehová me dijo”; (Isa. 1: 24; 8: 11) “Vino a mí palabra de Jehová”; (Eze. 6: 1) “Principio de la palabra de Jehová”; (Ose. 1: 2) “Jehová lo ha dicho.” (Abd. 18) En el Nuevo Testamento, los escritores a veces mencionan el origen divino de sus escritos, como en Apocalipsis 1: 1-2; pero generalmente no lo hacen. Dependían de los escritos mismos para autenticarlos como mensajes de Dios. Elena G. de White a menudo usa en sus escritos tempranos la expresión “Se me mostró,” “Me fue mostrado”; pero más tarde dejó de hacerlo, especialmente cuando escribía para los no adventistas. Este cambio de práctica no indicaba diferencia alguna en la autoridad del mensaje que comunicaba.
Si se recuerdan constantemente los cuatro puntos que hemos mencionado, se entenderá y apreciará mejor la información de estos artículos que publica laReview and Herald, los cuales son el producto de la experiencia y del pensamiento maduro de uno que ha dedicado 50 años a fortalecer su familiaridad con los documentos recibidos por medio de la inspiración, y que ha estudiado cómo Elena G. de White, su abuela inspirada, hizo su trabajo.
Ella escribió en 1890: “El último engaño de Satanás se hará para que no tenga efecto el testimonio del Espíritu de Dios… Satanás trabajará hábilmente en diferentes formas y mediante diferentes instrumentos para perturbar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero.” (1 MS, 54-55)
Y por cuanto Satanás hace hoy esfuerzos supremos para socavar la confianza en los escritos del espíritu de profecía estamos convencidos de que el fin de todas las cosas está muy cerca. Ahora es el momento para fortalecer la fe y saber en qué creemos. Estas series de artículos fortalecerán la confianza en Dios, en su iglesia y en su mensajera inspirada.

Elena G. de White: Experiencia y Escritos

¿En qué forma entienden los adventistas la inspiración? ¿Es diferente este concepto del que se sustenta comúnmente?
El concepto adventista es diferente en algunos aspectos, pues ni participa de los puntos de vista liberales modernos que atacan la autoridad de la Palabra de Dios, ni de los conceptos ultra conservadores que hacen del profeta un autómata, una máquina, que es impulsado a hablar o escribir.
Como adventistas del séptimo día somos muy afortunados al estudiar este problema. Para sacar nuestras conclusiones, no dependemos de escritos de hace 19 siglos que nos han llegado mediante transcripciones y traducciones. Para nosotros la inspiración es algo casi contemporáneo, pues tenemos un profeta entre nosotros.
Y aún más: en lugar de tener unos pocos y cortos documentos o un puñado de cartas, poseemos los numerosos y variados escritos de Elena G. de White, redactados en un lapso de 70 años, que comprenden sus libros, sus 4.600 artículos, y sus manuscritos, cartas y diarios. También tenemos los testimonios de sus contemporáneos, que vivieron y trabajaron muy cerca de ella. Ellos y ella discutieron muchos puntos en cuanto a sus visiones y la forma en que le fueron dadas, y cómo ella impartía los mensajes a aquellos a quienes estaban dirigidos. En resumen: estos testigos discutían con ella la obra de la inspiración.
Y algo muy importante para nosotros: escribió en una lengua moderna, la más extendida, en la cual la estudian la mayoría, y los que no pueden hacerlo tienen a su alcance las traducciones de sus escritos más importantes o necesarios.
Si aceptamos a Elena G. de White como un testigo honesto, entonces nos serán muy significativos su obra, sus declaraciones sobre la inspiración, y su concepto en cuanto a los profetas de la antigüedad. Por esto, cuanto ella dijo del trabajo del profeta en acción, puede muy bien formar la base para llegar a una conclusión exacta en cuanto a la inspiración.
Primero notaremos que cuando el Señor imparte luz al profeta, él no se ata a un solo método: “Dios, habiendo hablado… de muchas maneras… por los profetas…” (Heb. 1:1) Por lo tanto, no se debe buscar un método uniforme que gobierne los procedimientos divinos cuando entrega sus mensajes a sus instrumentos humanos. Esto es algo sumamente importante.
En segundo lugar, el profeta es y posee todas las cualidades propias de un ser humano: ve, escucha, huele, come, duerme, trabaja, habla, viaja, etc. Cuando es llamado al oficio profético, puede poseer o no cierto grado de conocimiento; pero a través de su obra profética continuará adquiriéndolo en la misma forma en que lo aprenden los demás. Su llamado como profeta no borra de su mente el conocimiento que obtuvo antes, ni tampoco entorpece sus facultades para proseguir adquiriendo conocimiento como lo hacía antes de ser llamado como profeta.
El hecho de que el Señor, en forma extraordinaria, haya llamado a una persona como profeta, la sitúa en una posición en donde recibirá información especial de Dios, la cual puede corresponder al campo de la teología y la experiencia religiosa, o bien al terreno histórico, refiriéndose a la providencia especial de Dios con su pueblo o las personas, o amonestando en cuanto a los peligros acerca de la determinación de Satanás de destruir la obra de Dios o la esperanza de las almas. También podría pertenecer al campo de la fisiología, la nutrición, la higiene, la educación, la administración de la iglesia, o aun podría tener que ver con la denuncia de pecados ocultos.
Como puede verse, los campos son ilimitados, porque la obra está en las manos de Dios. Esta experiencia singular pertenece al profeta. Aunque el Espíritu de Dios puede hablar a los corazones de las personas consagradas, no todos pueden ser profetas. Dios escoge al profeta: “Los santos hombres de Dios hablaron… inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Ped. 1: 21)

Continuará...

Fuente: PM MINISTRIES
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