jueves, 25 de agosto de 2011

¿Dónde está Dios cuando la gente inocente sufre?


Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Sal. 23: 4.


¿Cómo podemos responder a la tragedia en nuestras vidas? ¿Dónde está Dios cuando la gente inocente sufre? ¿Cómo encontrarle sentido a los golpes duros de la vida?
Creo, sinceramente, que hay un modo de hacerlo. La Biblia presenta un cuadro de Dios extraordinariamente animador; un cuadro que nos alienta frente a la crisis, nos da esperanza en la desesperación, y paz en los momentos de aflicción.
El mundo en que vivimos es el campo de batalla entre un odio intenso y un amor aun mayor. El bien y el mal libran un combate mortal. Y el Dios que todo lo sabe no siempre interviene para prevenir o evitar las consecuencias del mal. Todavía no elimina todo el sufrimento.
Dios valora la libertad. Permite que los hombres y las mujeres elijan y decidan, aun cuando sus elecciones y decisiones sean totalmente equivocadas. Para evitarlo la única opción sería quitarles la libertad de escoger; lo cuál los convertiría en meros robots. De modo que Dios decide permitir al mal seguir su curso, pero él mismo está presente, en medio del sufrimiento humano.
Él llora con el pesar y el dolor de los que sufren. Los sostiene, los fortalece y los apoya. Anima a los quebrantados de corazón y abraza a los heridos.
El bien conocido Salmo 23: 4, "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo". El Salmo 46: 1, añade: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". En medio de nuestro dolor y pesar, Dios está presente. Más allá de las lágrimas, del quebranto y de la tristeza combinados, podemos oírlo decir: "Yo sanaré tu corazón quebrantado... vendaré tus heridas. Yo estoy contigo en los momentos de mayor necesidad".
Dice la promesa: "El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; él echó delante de tí al enemigo"(Deut. 33: 27). Y el salmista responde: "Como prodigio he sido a muchos, y tú mi refugio fuerte. Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día" (Sal. 71: 7, 8).
Sigamos su ejemplo. Permitamos que nuestros labios y nuestro corazón se llenen de alabanzas. ¡Regocijémonos! Dios está con nosotros. No nos ha prometido que jamás nos alcanzarán los males de éste mundo, pero sí que estará presente cuando ésto suceda. No nos ha prometido que nunca sufriremos, pero sí que estará con nosotros en nuestro sufrimiento. Hay algo mucho más grandioso que la ausencia de dolor... es la presencia de Dios en nuestro dolor.
Suceda lo que suceda hoy, aceptemos su promesa: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo"(Mat. 28: 20).

Tomado de SOBRE TERRENO FIRME de Mark Finley.

domingo, 21 de agosto de 2011

Elena G. de White: Un breve bografía


¿Quién fue Elena G. de White y porqué millones consideran sus escritos especialmente valiosos y significativos?
En forma breve se puede decir que fue una mujer de destacados dones espirituales que vivió la mayor parte de su vida durante el siglo XIX (1827-1915), y quien, mediante sus escritos, todavía produce un impacto sobre millones de personas alrededor del mundo. Durante su vida escribió más de 5.000 artículos de periódicos y 40 libros; pero en la actualidad, incluyendo compilaciones de sus 50.000 páginas de manuscritos, hay más de 1.000 títulos disponibles en inglés. Es la escritora femenina más traducida en toda la historia de la literatura, y la autora estadounidense más traducida en cualquier género.

Sus escritos abarcan una amplia gama de temas, incluyendo religión, educación, relaciones sociales, evangelismo, profecía, cuestiones sobre publicación, nutrición y administración. Su obra maestra, que habla del cambio de vida para lograr una vida cristiana de éxito, El camino a Cristo, ha sido publicada en más de 140 idiomas. 
Los Adventistas del Séptimo Día creen que la Sra. White era más que una escritora de talento; creen que ella fue elegida por Dios como una mensajera especial para atraer la atención del mundo a las Sagradas Escrituras y para ayudar a preparar un pueblo para el segundo advenimiento de Cristo. Desde que ella contaba con 17 años hasta su muerte, 70 años después, Dios le dio aproximadamente 2.000 visiones y sueños. Las visiones variaron en duración de menos de un minuto hasta cerca de cuatro horas. Los conocimientos y los consejos recibidos por medio de estas revelaciones, los escribió para compartirlos con otros. Así sus escritos especiales son aceptados por los Adventistas del Séptimo Día como inspirados, y su excepcional calidad es reconocida incluso por lectores casuales.

Como aparece en Creencias de los Adventistas del Séptimo Día: “Los escritos de Elena de White no constituyen un sustituto de la Escritura. No pueden ser colocados en el mismo nivel. Las Sagradas Escrituras están colocadas en un nivel que les pertenece sólo a ellas, la única regla por la cual sus escritos –y todos los demás deben ser juzgados-, y a la cual deben hallarse sujetos” (Asociación Ministerial, Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Washington D.C., 1988, p. 262). Además, como Elena de White misma dijo, “La circunstancia de haber revelado Dios su voluntad a los hombres por su Palabra, no anuló la necesidad que tienen ellos de la continua presencia y dirección del Espíritu Santo” (El conflicto de los siglos, p. 9). Lo que sigue es una descripción más detallada acerca de la vida y la obra de esta destacada mujer quien, enfrentando todas las pruebas de un verdadero profeta como se presentan en las Sagradas Escrituras, ayudó a fundar la iglesia Adventista del Séptimo Día.

Los primeros años
Elena, junto con su hermana melliza Elizabeth, nació el 26 de noviembre de 1827, en la familia de Roberto y Eunice Harmon. Con ocho hijos en la familia, el hogar era un lugar interesante y lleno de tareas. La familia vivía en una pequeña granja cerca del poblado de Gorham, en Maine, en la parte noreste de los Estados Unidos. No obstante, unos pocos años después del nacimiento de las mellizas, Roberto Harmon dejó los trabajos de la granja y se mudó con su familia a la ciudad de Portland, unos 19 kilómetros hacia el este.
Durante su niñez, Elena colaboraba en el hogar y ayudaba a su padre en la manufactura de sombreros. A la edad de nueve años, una tarde, mientras regresaba a su hogar después de la escuela, fue severamente lastimada en su rostro por una piedra que le arrojó una compañera de clase. Por tres semanas estuvo inconsciente, y en los años siguientes sufrió significativamente como resultado de las graves daños en su nariz. La educación formal de Elena terminó abruptamente y a todos les parecía que tan prometedora jovencita no viviría mucho más. En el año 1840, Elena y sus padres asistieron a un retiro campestre metodista en Buxton, Maine, y allí, a la edad de 12 años, entregó su corazón a Dios. El 26 de junio de 1842, solicitó ser bautizada por inmersión en Casco Bay, Pórtland. Ese mismo día fue aceptada como miembro de la Iglesia Metodista.

El mensaje adventista
En 1840 y 1842, Elena junto con otros miembros de la familia, asistieron a las reuniones Adventistas celebradas en Portland, aceptaron los puntos de vista presentados por Guillermo Miller y sus colaboradores, y esperaron confiadamente el inminente regreso de Cristo. Elena era una activa misionera que buscaba ganar a sus jóvenes amigos y hacer su parte en la proclamación del mensaje Adventista.

Las dificultades del Gran Chasco provocados porque Cristo no regresó a la tierra el 22 de octubre de 1844, no fue menor por ser Elena una joven, y ella, junto con otros, estudió la Biblia y oró fervientemente por luz y conducción en los días de perplejidad que siguieron a esa fecha. Una mañana a fines de diciembre de ese año, cuando muchos se debilitaron y abandonaron su experiencia adventista, Elena Harmon se reunió con otras cuatro mujeres para adorar en el hogar de una amiga en South Portland. El cielo parecía estar cerca del grupo que oraba, y mientras el poder de Dios descansaba sobre Elena, ella fue testigo en la visión del viaje del pueblo adventista a la ciudad de Dios. (Primeros escritos, pp. 13-30.Cuando la jovencita de 17 años, en forma poco dispuesta y temblando, relató esta visión al grupo de adventistas en Portland, éste la aceptó como luz de Dios. En respuesta a una visión posterior, Elena viajó de lugar en lugar con amigos y familiares para relatar a los grupos esparcidos de adventistas lo que le había sido revelado en su primera visión y las siguientes. Aquellos no fueron días fáciles para los adventistas que habían sufrido el chasco. No sólo enfrentaron las burlas y el ridículo de todo el mundo, sino que no estaban unidos entre ellos mismos, y se levantaban entre ellos fanatismos de toda clase. Pero Dios, mediante revelación, expuso a Elena Harmon las consecuencias de estos movimientos fanáticos, y se le encargó la responsabilidad de reprochar las equivocaciones y señalar el error. Para ella fue muy difícil realizar esta tarea.

El matrimonio de Jaime White y Elena Harmon
En un viaje a Orrigton, Maine, Elena conoció a un joven predicador adventista, Jaime White, quien tenía entonces 23 años de edad. Como sus tareas ocasionalmente los reunía, surgió entre ellos un afecto que los unió más tarde en matrimonio en agosto de 1846.
Durante las primeras semanas que siguieron a su matrimonio, Jaime y Elena estudiaron fervientemente un documento de 46 páginas publicado por José Bates, en New Bedford, Massachussets. El documento, tituladoEl sábado del séptimo día, presentaba las evidencias bíblicas sobre la santidad del séptimo día. Convencidos de que los puntos de vista presentados eran bíblicos, comenzaron a guardar el sábado como séptimo día.Unos seis meses más tarde, el 3 de abril de 1847, a Elena de White se le mostró en visión la ley de Dios en el santuario celestial con un halo de luz alrededor del cuarto mandamiento. Este punto de vista trajo una clara comprensión de la importancia de la doctrina del sábado y confirmaron la confianza de los adventistas en ella (Primeros escritos, pp. 32-35).
Los primeros días de la vida de casados de Jaime y Elena White estuvieron llenos de pobreza y a veces ansiedades. Los que trabajaban en el movimiento adventista no tenían a nadie más que a sí mismos para su sostén financiero, así que Jaime White dividía su tiempo entre la predicación y el trabajar para ganar el sustento mediante el trabajo en el bosque, en el ferrocarril o en los campos juntando heno. A los White les nació un hijo, Henry, el 26 de agosto de 1847. Su presencia trajo gozo y consuelo a la joven madre, pero Elena de White pronto se dio cuenta que tenía que dejar a su hijo al cuidado de sus amigos de confianza para continuar con su obra de viajar y llevar los mensajes que Dios le había confiado. En los siguientes años ella escribió extensamente, viajó mucho para visitar al “rebaño esparcido” y asistió a conferencias.

Comenzando a publicar
Mientras estaba en Rocky Hill, Connecticut, en el verano de 1849 (entre junio y septiembre), Jaime White comenzó la publicación de La verdad presente, un periódico de 8 páginas de tirada casi mensual. Los últimos números contenían artículos de la pluma de Elena de White presentando cuestiones proféticas del futuro de la iglesia e importantes notas de advertencia y consuelo.
El año 1851 estuvo marcado por la aparición del primer libro de la Sra. White, un trabajo que abarcaba unas 64 páginas titulado: A Sketch of the Christian Experience and Views of Ellen G. White [Una reseña de la experiencia cristiana y las visiones de Elena G. de White]. Este primer documento y su Supplement (1854) se encuentran ahora en las páginas 11-127 del libro Primeros escritos. Los inicios de los periódicos Review and Herald en 1850 y de Youth’s Instructor en 1852, la compra de una prensa manual, luego la publicación de los periódicos en Rochester, Nueva York, durante los años 1852-1855, fueron días extremadamente activos y fatigosos. El dinero escaseaba. La enfermedad y las privaciones contribuyeron a traer angustia y desaliento. Pero habría días más brillantes por venir, y cuando en 1855 los creyentes adventistas en Michigan, invitaron a los White a Battle Creek y prometieron construir una pequeña casa publicadora, las apreturas parecieron comenzar a disminuir.

La mudanza a Battle Creek
En noviembre de 1855, la Asociación Publicadora Review and Herald, con su prensa manual y otros equipos de impresión, se mudó de Rochester, Nueva York, donde tenía sus oficinas alquiladas, a el nuevo edificio levantado en Battle Creek, Michigan, provisto en forma voluntaria por los creyentes adventistas.
Pocos días después que el pastor White y su esposa, y quienes estaban asociados con ellos en la obra de publicaciones, llegaron a Battle Creek, se realizó una reunión de asociación con el propósito de considerar planes para la diseminación del mensaje adventista. Al cierre de esta reunión general, se le revelaron a Elena de White varios asuntos de importancia para la iglesia en general. Estos temas los escribió y leyó en la iglesia de Battle Creek. Los miembros de iglesia reconocieron que este mensaje beneficiaría a todos los grupos de creyentes, así que votaron que se debía publicar. A su debido tiempo salió de la prensa reestablecida un folleto de 16 páginas que llevaba el título, Testimony for the Church [Testimonio para la iglesia] (aparece en el volumen 1 de Testimonies, pp. 113-126), el primero de una serie de escritos que en el transcurso de 55 años totalizó cerca de 5.000 páginas, como aparece publicado en los nueve volúmenes de Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia].
Los registros de los años siguientes muestran al pastor White y su esposa estableciendo la obra de publicaciones y la organización de la iglesia, y viajando de aquí para allá en tren, carruaje y carreta. Es un registro de sufrimiento, de fuertes fríos en largos viajes a través de pueblos establecidos en lugares distantes, y de la protección especial de Dios de muchos peligros. Es un registro con imágenes de desaliento, cuando se dirigían ataques directamente contra la obra, y también de gran aliento, a medida que el poder de Dios producía la victoria en las vidas de los guardadores del sábado y el éxito de la tarea de aquellos que estaban liderando el avance de la causa adventista.

La visión de “el gran conflicto”
En un servicio fúnebre realizado una tarde de domingo en Ohio, en marzo de 1858, en la escuela pública de Lovett’s Grove (actualmente Bowling Green), se le dio a la Sra. White una visión sobre los largos siglos de conflicto entre Cristo y sus ángeles y Satanás y sus ángeles. Dos días después Satanás intentó quitarle la vida, para que ella no pudiera presentar a otros lo que se le había revelado. No obstante, sostenida por Dios para realizar la tarea que se le confió, ella escribió una descripción de las escenas que se le habían mostrado y durante el verano de 1858 se publicó el primer volumen, de 219 páginas, del libro tituladoSpiritual Gifts, The Great Controversy Between Christ and His Angels and Satan and His Angels [Dones espirituales, la gran controversia entre Cristo y sus ángeles y Satanás y sus ángeles]. Este volumen fue bien recibido y sumamente apreciado por su clara exposición de las fuerzas que contienden en el gran conflicto, tocando puntos importantes de la lucha pero tratando más plenamente las escenas finales de la historia de esta tierra. (Véase Primeros escritos, pp. 133-295).

El hogar en Battle Creek
Los diarios de Elena de White de fines de la década de 1850 revelan que no todo su tiempo lo dedicó a escribir y publicar. Las tareas de la casa, el trato amistoso con los vecinos, especialmente aquellos que estaban con necesidades, clamaban por su atención, y ocasionalmente ayudaba a doblar y pegar libros y folletos cuando había mucho trabajo en la oficina de la Review.
Para el otoño de 1860, la familia White sumaba ya seis miembros, con cuatro hijos varones que contaban desde pocas semanas hasta 13 años de edad. No obstante, el niño más pequeño, Herbert, vivió sólo unos pocos meses, su muerte trajo el primer quebrantamiento del círculo familiar. Los esfuerzos culminantes para establecer la iglesia y la organización de asociaciones, sumados a las demandas por escribir mucho, viajar y las tareas personales, ocuparon los primeros años de la década de 1860. El clímax llegó con la organización de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día en mayo de 1863.

La visión de la reforma pro salud
Dos semanas después de esto, Jaime y Elena White visitaron Otsego, Michigan, durante el fin de semana para alentar a los obreros evangélicos del lugar. Mientras el grupo se inclinaba en oración al comienzo del sábado,Elena de White recibió una visión de la relación entre la salud física y la espiritual, de la importancia de seguir principios correctos en la dieta y en el cuidado del cuerpo, y de los beneficios de los remedios naturales –aire limpio, luz solar, ejercicio y agua pura.
Antes de esta visión, poco se pensó o se dedicó a las cuestiones de salud, y varios ministros que estaban sobrecargados se habían visto forzados a la inactividad a causa de la enfermedad. Esta revelación del 6 de junio de 1863, produjo un impacto en los líderes de la iglesia recientemente organizada acerca de la importancia de la reforma pro salud. En los meses siguientes, a medida que se veía al mensaje de salud como parte del mensaje de los Adventistas del Séptimo Día, se inauguró un programa educativo para la salud. Un paso introductorio, en este esfuerzo, fue la publicación de seis folletos de 64 páginas cada uno, titulados Health [Salud] o How to Live [Cómo vivir], compilado por Jaime y Elena White. Un artículo de la Sra. White se incluyó en cada folleto.
La muerte imprevista de Enrique White a la edad de 16 años, la severa enfermedad del pastor Jaime White, que lo forzó a dejar por tres años su tarea, y los sufrimientos de muchos otros ministros, impresionó hondamente a los líderes que vivieron en los primeros días de la iglesia sobre la importancia de la reforma pro salud. A principios de 1866, en respuesta a la instrucción dada a Elena de White en el día de navidad de 1865 (Testimonies for the Church, vol. 1, p. 489), en cuanto a que los Adventistas del Séptimo Día debían establecer un instituto de salud para el cuidado de los enfermos y para impartir instrucción sobre la salud, se realizaron planes para el Instituto de la Reforma de la Salud del Oeste [Western Health Reform Institute] que se abrió en septiembre de 1866. Mientras los White estaban yendo y viniendo de Battle Creek entre 1865 a 1868, la pobre condición física del pastor White los llevó a mudarse a una pequeña granja cerca de Greenville, Michigan. Lejos de las tareas estresantes de las oficinas de la iglesia, Elena de White tuvo la oportunidad de escribir, y retomó la presentación de la historia del conflicto como se le haía mostrado más plenamente en revelaciones posteriores. En 1870, se publicó The Spirit of Prophecy [El Espíritu de Profecía], volumen 1, conteniendo la historia desde la caída de Lucifer en el cielo hasta el tiempo de Salomón. El trabajo con esta serie se interrumpió, y pasaron siete años hasta que salió el siguiente volumen.

La obra se extiende
El éxito de las reuniones campestres Adventistas del Séptimo Día realizadas en Wisconsin y Michigan a fines de la década de 1860, hizo que se realizaran planes más amplios para empresas similares en los años siguientes. Jaime White tuvo una parte activa no sólo en la planificación de estos encuentros sino también en la asistencia a tantas reuniones como la presión de sus tareas administrativas y su decaída salud se lo permitieran. Los largos períodos de sobrecarga laboral y de la lucha durante los días iniciales de la iglesia, la extenuante labor de las tareas editoriales, sumadas a las responsabilidades de la presidencia de la Asociación General y la presidencia de varias juntas institucionales, cobró su cuota sobre su salud. Elena de White acompañaba a su esposo en sus viajes, haciendo plenamente su tarea de predicar y de atención personal, y, cuando el tiempo lo permitía, avanzaba con sus escritos.
El invierno de 1872-1873 encontró a la pareja en California interesada en fortalecer proyectos de la iglesia en la costa del Pacífico. Este fue el primero de varios viajes extensos por el oeste durante los siguientes siete años. El 1 de abril de 1874, se le dio a Elena de White una visión importante mientras estaba en el oeste. En esa visión se abrió ante ella la forma maravillosa en que la tarea de la denominación habría de ampliarse y desarrollarse no sólo en los estados del oeste sino también fuera del país. Pocas semanas después, se realización reuniones campestres en Oakland, California, y como resultado de este esfuerzo público, el pastor White inició el periódico Signs of the Times [Señales de los tiempos].

El Colegio de Battle Creek
En el otoño de 1874, los White estaban de regreso en Michigan, ayudando con el Instituto Bíblico, conduciendo servicios en sábado y asumiendo un papel importante en la fundación del Colegio de Battle Creek. El 4 de enero de 1875, mientras Elena de White estaba de pie ante el grupo que se había reunido proveniente de diferentes estados para dedicar dicho colegio, la primera institución educativa de la denominación, ella relató lo que se le había mostrado en visión hacía pocos días. La imagen que ella presentó de la obra internacional, que debían realizar los Adventistas del Séptimo Día, causó impresión en la asamblea de obreros [empleados de dedicación exclusiva] y creyentes en cuanto a la importancia y la necesidad del colegio. Entre otras cosas, ella habló de que se le habían mostrado casas publicadoras operando en varias tierras y una obra bien organizada desarrollándose en amplios territorios del mundo en los cuales los Adventistas del Séptimo Día, de ese tiempo, nunca habían pensado en entrar.

Escribiendo y viajando
Durante los siguientes años, la mayoría del tiempo de la Sra. White estuvo ocupado en escribir la parte de la historia del conflicto que trataba sobre la vida de Cristo y la obra de los apóstoles. Esto apareció en losvolúmenes 2 y 3 de The Spirit of Prophecy [El Espíritu de Profecía], entre 1877 y 1878. El pastor White estaba muy ocupado en el establecimiento de la Pacific Press [Casa Publicadora Pacífico] en Oakland, California, y en juntar dinero para ampliar el Sanatorio de Battle Creek y el edificio del Tabernáculo en Battle Creek.
Cuando los White visitaron la nueva institución de salud cerca de Santa Elena, California, a comienzos de1878, Elena de White exclamó que ella había visto esos edificios y sus alrededores en la visión en que se le había mostrado los alcances de la obra en la costa oeste. Éste fue el tercer emprendimiento que había visto en la visión de 1874, los otros eran el periódico Signs of the Times [Señales de los tiempos] y la imprenta Pacific. Durante la temporada de reuniones campestres de fines de la década de 1870, Elena de White predicó a varias audiencias numerosas; la más grande fue la congregación de un domingo por la tarde en Groveland, Massachusets, a fines de agosto de 1877, en la que 20.000 personas oyeron su discurso sobre lo que abarcaba la temperancia cristiana. Sus viajes y tareas durante este período la condujeron del este al oeste y hacia el noroeste del Pacífico. Escribió en forma incesante, asistió a sesiones de la Asociación General, cumplió con sus compromisos como oradora en reuniones campestres y en iglesias, apareció ante grupos pro temperancia, e incluso cumplió con compromisos en pueblos y prisiones estatales. La decaída salud del pastor White lo llevó a viajar a Texas durante el invierno de 1878-1879. Fue allí donde Arturo Daniells, que en años posteriores sirvió como presidente de la Asociación General, y su esposa, María, se unieron a la familia White, el joven Arturo como compañero y enfermero del pastor White y María como cocinera y ama de llaves.

La muerte de Jaime White
Había momentos, durante los dos años siguientes, en que el pastor White estaba razonablemente saludable y era capaz de continuar con su tarea. Pero los largos períodos de sobrecarga mental y física habían disminuido sus fuerzas vitales, y murió en Battle Creek el 6 de agosto de 1881. Parada al lado del cajón de su esposo en el servicio fúnebre, Elena de White rogaba por sí misma para continuar la obra que se le había confiado.
Pronto, Elena de White estuvo otra vez en la costa del Pacífico, sintiendo profundamente la pérdida de su compañero, pero activamente comprometida en la escritura de su cuarto y último volumen de la serie The Spirit of Prophecy [El Espíritu de Profecía]. La historia del conflicto desde la destrucción de Jerusalén hasta el final del tiempo aparecía en este volumen largamente esperado. Cuando salió de la imprenta en 1884, el libro fue bien recibido. Se publicó una edición ilustrada para la venta casa por casa y que llevaba el título The Great Controversy Between Christ and His Angels and Satan and His Angels [La gran controversia entre Cristo y sus ángeles y Satanás y sus ángeles]. En el lapso de tres años se vendieron 50.000 copias.

Elena de White visita Europa
Por algún tiempo la Asociación General había estado pidiendo a la Sra. White y a su hijo, W. C. White, que visitara las misiones en Europa. Mientras ella se preparaba para el viaje, algunos que estaban cerca de ella pensaban que por su condición física el viaje sería imposible. No obstante, obediente a lo que consideraba un deber, se embarcó en el viaje y se le dio la salud necesaria. Dedicó a las ciudades europeas, el tiempo que va desde el otoño de 1885 hasta el verano de 1887.
Desde Basel, Suiza, donde se ubicaban entonces las oficinas de la obra de la Iglesia Adventista en Europa, la Sra. White realizó viajes a Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Dinamarca, Noruega y Suecia. De interés particular fueron dos viajes a los valles valdenses en Italia, donde ella visitó lugares que había visto en visión en relación con los siglos del oscurantismo y la Reforma.
Tanto en Basel, Suiza como en Christiana (actualmente Oslo), Noruega, Elena de White reconoció las prensas para impresión como aquellas que se le habían mostrado en la visión del 3 de enero de 1875, cuando ella vio muchas prensas operando en tierras lejanas fuera de Estados Unidos. El consejo dado por Elena de White a los obreros [empleados de dedicación exclusiva] de la iglesia en Europa significaron mucho para la fijación de normas y planes correctos.

El conflicto de los siglos y Patriarcas y profetas
Debido a la demanda por la traducción del volumen 4 de The Spirit of Prophecy a los idiomas europeos, Elena de White sintió que debía escribir en forma más completa las escenas de la controversia que mencionaban los lugares vistos en Europa. El resultado fue el libro que actualmente se conoce como The Great Controversy [El conflicto de los siglos], que se publicó por primera vez en 1888.
De regreso en los Estados Unidos, Elena de White fijó su residencia en Healdsburg, California, pero asistió a la sesión de la Asociación General de 1888 en Minneapolis, Minnesota. En los meses siguientes viajó y predicó buscando la unidad de la iglesia sobre la doctrina de la justificación por la fe. Durante ese mismo período trabajó en el libro Patriarcas y profetas, que apareció en el año 1890.

El llamado a Australia
En la sesión de la Asociación General de 1891, se le presentó a la Sra. White un llamado urgente para visitar Australia para dar consuelo y ayuda a la obra de la iglesia en esa región pionera. Respondiendo a ese llamado, llegó a Australia en Diciembre de 1891, acompañada por su hijo, el pastor W. C. White, y varios de sus ayudantes. Su presencia en Australia fue muy apreciada por los nuevos creyentes, y sus mensajes de consuelo en relación con la obra en desarrollo, contribuyó mucho en establecer firmemente los intereses denominacionales en este continente del sur. De nuevo, durante su visita a la casa publicadora de la iglesia en Australia, la Sra. White reconoció los equipos de impresión como aquellos que se les había mostrado en la visión de enero de 1875.
No mucho después de su llegada, Elena de White vio claramente la necesidad urgente de una institución de enseñanza en Australia, para que los jóvenes Adventistas del Séptimo Día puedan ser educados en un ambiente cristiano, y así los obreros [empleados de dedicación exclusiva] puedan entrenarse para servir a su país y en los territorios de las islas. En respuesta a sus fuertes llamados, se abrió una escuela bíblica en la ciudad de Melbourne, Australia, en 1892. La escuela operaba en oficinas alquiladas por dos años, pero durante ese tiempo los escritos fervientes y los llamados orales de la Sra. White señalaron que el plan de Dios requería de una escuela ubicada en un ambiente rural.

El Colegio de Avondale
Cuando Dios indicó claramente su aprobación de la propiedad, se aseguró la compra del terreno de Avondale. Entonces, para dar aliento a aquellos que estaban en esta empresa pionera, la Sra. White compró un buen lote en la vecindad e hizo allí su hogar cerca de la nueva escuela. Esta escuela, indicó Dios, sería un modelo de lo que debería ser la educación Adventista.
Con el propósito de que la obra que se desarrollaba en Australia fuera administrada apropiadamente, en 1894 se organizó el territorio en una unión asociación. La primera unión asociación en la historia de los Adventistas del Séptimo Día. Alguien que tuvo una parte en la administración de la obra en la unión asociación recientemente organizada, fue el pastor A. G. Daniells, quien, con su esposa, habían sido enviados a Nueva Zelanda en 1886 como misioneros. Su relación con la Sra. White, y la aceptación de sus consejos a medida que enfrentaba los problemas administrativos del campo de trabajo, ayudaron a prepararlo para la gran tarea que se le confió cuando, después de la sesión de la Asociación General de 1901, fue elegido como presidente de la Asociación General.

Inicio de la obra médica
Tan pronto como la obra educativa había comenzado a ir bien en Avondale, llegaron llamados para establecer un programa médico misionero. Para esto Elena de White no sólo dio un fuerte apoyo moral sino que contribuyó liberalmente con sus limitados medios para ayudar a hacer posible un sanatorio. De hecho, casi cada edificio de iglesia y cada línea de emprendimiento que se inició durante los nueve años de la residencia de la Sra. White en Australia, se benefició con su apoyo financiero.
Además de las diversas actividades en la obra local de este campo pionero, la Sra. White encontró tiempo para escribir miles de páginas con consejos oportunos que cruzaron los mares y guiaron a líderes denominacionales. También preparó artículos semanalmente para los periódicos Review, Signs y Youth’s Instructor. Este cronograma apretado retrasó mucho su obra de publicar libros, y no fue sino hasta 1898 que El Deseado de todas las gentes terminó de completarse e hizo su aparición. El discurso maestro de Jesucristo lo precedió por dos años, y Lecciones prácticas del Gran Maestro [o Palabras de vida del Gran Maestro] y el tomo 6 de Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia] siguieron en 1900.

Alcanzar a los afro-americanos
En 1891, Elena de White apeló a los líderes de la iglesia para que comenzaran una labor de educación y evangelismo en pro de la raza negra en el sur de Estados Unidos. Tres años después, uno de sus hijos,Jaime Edson White, construyó un barco, Río Mississippi, y lo usó por cerca de una década como una misión flotante para los negros en Mississippi y Tennessee. En 1895 y 1896, la Sra. White escribió artículos en la Review and Herald continuando con llamados de urgencia para realizar esfuerzos por los negros en el sur, y de tiempo en tiempo enviaba, desde Australia, mensajes de consuelo y aliento a los obreros [empleados de la denominación] de ese campo. Dio un fuerte apoyo para el establecimiento del Colegio de Oakwood (Oakwood University), en Huntsville, Alabama, que fue fundado con el propósito de educar a los jóvenes Afro-Americanos. En 1904 dio un discurso a los estudiantes y maestros, diciendo que “fue el propósito de Dios que la escuela se ubicara aquí”. A lo largo de los años restantes de su vida, mantuvo un profundo interés y preocupación por la obra de la iglesia entre los negros en los Estados del sur.

El regreso a los Estados Unidos
Un día en 1900, Elena de White sorprendió a su familia y obreros asociados diciéndoles que recibió instrucción divina durante la noche de que debía regresar a América. Desde el punto de vista de la obra en Australia parecía un momento muy importuno para partir, pero Uno cuyos ojos velan sobre los destinos de la iglesia como un todo y conoce el futuro, sabía bien la necesidad de su presencia en los Estados Unidos durante la crisis que vendría en los primeros años del nuevo siglo.
Fijando su hogar en Elmshaven, a pocos kilómetros de la ciudad rural de Santa Elena, en el norte de California, Elena de White dedicó los 15 años restantes de su vida a la preparación de libros, a escribir, en la realización de trabajos personales y a viajar. Tan pronto como estuvo establecida en Santa Elena recibió un llamado para asistir a la sesión de la Asociación General de 1901 en Battle Creek, Michigan.
En esta reunión importante, ella firmemente llamó a una reorganización de la obra de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, para que los intereses de expansión de la iglesia pudieran ser atendidos adecuadamente. Los delegados respondieron a su llamado, desarrollando e implementando un plan de reorganización, abriendo el camino para una amplia distribución de las crecientes responsabilidades que, en ese tiempo, sólo llevaban unos pocos hombres. Ellos adoptaron el plan de la Asociación General y asociaciones locales, y acomodaron los departamentos de la Asociación General. Estos pasos abrieron el camino para una gran expansión y desarrollo de la obra de la iglesia.
Dos años más tarde, las oficinas de la Asociación General y el trabajo de la Asociación Publicadora Review and Herald fueron trasladadas de Battle Creek, y en armonía con los consejos de Elena de White de que debían estar cerca de la costa este, fueron establecidas en Takoma Park, Maryland, un suburbio de Washington, D. C. En ese momento la Sra. White dejó su hogar en California y se mudo a Takoma Park. Por cerca de cinco meses, ella continuó su obra allí. La presencia de la Sra. White en las oficinas centrales de la denominación ayudaron a mantener la confianza en la decisión de mudarla al este.

Los atareados años finales
A fines de 1905El ministerio de curación, un libro que trata sobre la salud del cuerpo, la mente y el espíritu, salió de la prensa. La educación se había publicado en 1903, y dos volúmenes de Testimonies for the Church, el 7 y el 8, fueron lanzados en 1902 y 1904 respectivamente.
Durante su estadía en Washington, la Sra. White alentó a los obreros de la iglesia en el sur de California a que buscaran un propiedad para el sanatorio de Loma Linda, y llamó a la apertura de la obra de educación para formar médicos misioneros en la costa del Pacífico. Durante los años siguientes, Elena de White interrumpió frecuentemente su labor con los libros para viajar a Loma Linda y así alentar a los obreros de ese lugar, y también al Sanatorio de Paradise Valley cerca de San Diego, que había ayudado a fundar en 1903.
A la edad de 81 años, Elena de White viajó otra vez a Washington, para asistir a la sesión de la Asociación General en 1909. En las reuniones habló varias veces con voz clara y firme. Después de estas reuniones, cumpliendo un deseo largamente acariciado en su corazón, visitó su antiguo hogar en la ciudad de Pórtland, Maine. Allí ofreció nuevamente su testimonio en aquel histórico lugar donde su obra había comenzado unos 65 años antes. Éste fue su último viaje a los estados del este, y dejó una impresión perdurable y vívida en los Adventistas del Séptimo Día que la oyeron hablar o la encontraron en la sesión de la Asociación General.
Cuando Elena de White regresó a Elmshaven, dándose cuenta que le quedaban pocos días, intensificó sus esfuerzos por producir libros que presentaran la instrucción esencial para la iglesia. En 1909 se publicó elvolumen 9 de Testimonies for the Church. En 1911 apareció Hechos de los apóstoles. En 1913, salióConsejos para los maestros, y en 1914 se terminó el manuscrito de Obreros evangélicos que fue enviado a la prensa. Los activos meses finales de la vida de la Sra. White fueron dedicados al libro Profetas y reyes.
En la mañana del 13 de febrero de 1915, mientras Elena de White ingresaba a su cuarto de estudio en Elmshaven, se resbaló y calló, y fue incapaz de levantarse. Se la ayudó pero pronto quedó claro que el accidente era serio. Un examen de rayos X mostró una fractura de su cadera izquierda, y por cinco meses la Sra. White fue confinada a su cama o a su silla de ruedas.
Sus palabras a amigos y familiares durante las últimas semanas de su vida mostraban sentimientos de gozo, un sentido de haber realizado fielmente la obra que Dios le había confiado, y una confianza en que la causa de la verdad triunfaría finalmente.
La vida de Elena de White llegó a su fin el 16 de julio de 1915, a la edad de 87 años. Sus restos descansan al lado de los de su esposo en el Cementerio de Oak Hill, Battle Creek, Michigan.

Elena de White vivió para ver crecer el movimiento adventista de un puñado de creyentes a una membresía mundial de 136.879 que para el año 2007 han excedido los 15 millones.


Fuente: CentroWhite.uapar.edu / WhiteState.org
Autor: 
Arturo L. White (1907-1991) fue secretario / director del White Estate (Patrimonio White) desde 1937 hasta 1978. Sucedió a su padre, William C. White , quien era hijo de Elena G. de White y que había logrado la herencia de su madre desde su muerte en 1915 hasta su muerte en 1937. 
Nota: 
Originalmente publicado el 1 de diciembre de 2007 por uno de los blogs que posteriormente conformaron Ojo Adventista.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La adoración en los escritos de Elena G. de White


Un examen del tema de la adoración en los escritos de Elena G. de White puede mostrar orientaciones prácticas acerca del culto, la reverencia, el canto, etc. Pero una lectura más detenida ofrece también elementos esenciales del fundamento teológico tras las manifestaciones cúlticas eclesiales. El presente trabajo propone elementos teológicos de la adoración a partir de los escritos de Elena G. de White relacionados con cinco áreas de la teología: la doctrina de Dios, la antropología, la soteriología, la eclesiología y la escatología.


Dios: el objeto digno de adoración

Para Elena G. de White, Dios merece la adoración de sus criaturas en virtud de sus atributos y acciones. Afirma que un mejor conocimiento de Dios suscita la adoración de los hombres. “Cuando podamos comprender el carácter de Dios como lo comprendió Moisés (Éxodo 33:19; 34:6-8), también nos apresuraremos a postrarnos en adoración y alabanza”. 1 Por esa misma razón Satanás se esfuerza en distorsionar su carácter. 2

Al igual que las Escrituras, los escritos de Elena G. de White fundamentan la adoración en virtud de los atributos absolutos de Dios, como la infinitud, la eternidad, la grandeza, y la perfección. Señala que Satanás ha intentado reemplazar “la justicia y perfección del Dios infinito que es el verdadero objeto de la adoración...”. 3 Estas cualidades divinas justifican la adoración. “Jehová, el eterno, el que posee existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el que lo sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración y adoración supremas”. 4 En razón de sus perfecciones existe un objeto único de adoración. “No es al hombre a quien debemos exaltar y adorar; es a Dios, al único Dios verdadero y viviente, a quien se le debe adoración y reverencia”. 5

La alabanza y la gratitud aparecen en estrecha relación con los atributos relativos de Dios, como su presencia, bondad, misericordia, poder, y soberanía. Se indica que “la verdadera reverencia hacia Dios nos es inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su presencia” y que “la presencia de Dios hace que tanto el lugar como la hora de la oración sean sagrados”. 6 La convicción de la presencia divina hace del culto una ocasión de pleno gozo. 7 La bondad y el poder del Señor se presentan como estímulos para la alabanza y la gratitud. 8 Dios mostró su poder en los eventos del éxodo “para que su pueblo se apartara de la idolatría y le tributara verdadera adoración”. 9 Al “considerar a Dios como un padre tierno y misericordioso” el servicio y la adoración se transforman en un placer. 10

Elena G. de White era muy conciente de que la adoración verdadera responde además a los atributos morales de Dios, como la santidad y el amor. La indumentaria del sacerdocio hebreo inspiraba “el sentimiento de la santidad de Dios, de lo sagrado de su culto y de la pureza que se exigía a los que se allegaban a su presencia”. 11 La visión del Señor volvió a Isaías más consciente de su indignidad “a medida que miraba la santidad y majestad del santuario”. 12 Deben inculcarse en los miembros de iglesia “ideas correctas de la adoración y reverencia verdaderas” a fin de prepararlos “para alternar con los adoradores de los atrios celestiales, donde todo es pureza y perfección, donde todos los seres manifiestan perfecta reverencia hacia Dios y su santidad”. 13 Cuando el creyente se congrega, ha de recordar que “Dios es superior y santo...”. 14 Al igual que Noé después del diluvio, debiera expresarse gratitud y culto ante las manifestaciones de la misericordia y el amor de Dios. 15 La contemplación del amor de Dios despertó la ferviente adoración y la gratitud de David e inspiró su alabanza. 16 Ese amor divino manifestado en la cruz de Cristo estimula la alabanza, la gratitud, la adoración alegre y el gozo reverente. 17

A veces se propone una combinación de atributos morales y relativos como motivo de adoración humana y celestial, particularmente la justicia y la misericordia. La unión de estas características divinas “llena todo el cielo de admiración y adoración”. 18 Se dice que el sábado “es un testimonio perpetuo de su existencia, y un recuerdo de su grandeza, su sabiduría y su amor”. 19

Varias acciones divinas aparecen como razones que demandan la adoración a Dios. El Dios creador y sustentador se hace merecedor de la adoración de los hombres. 20 “El deber de adorar a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia”. 21 No es la naturaleza sino su Creador el objeto de la honra y la adoración. 22 “El Dios vivo merece nuestro pensamiento, nuestra alabanza, nuestra adoración como Creador del mundo, como Creador del hombre. Debemos alabar a Dios porque fuimos maravillosamente hechos”. 23 El capítulo 14 de Apocalipsis exhorta a los hombres a que adoren al Creador en fidelidad y obediencia. 24 El sábado conmemora la creación y recuerda la verdadera razón para la adoración a Dios. 25

Elena G. de White también deja ver que la revelación divina hace posible la adoración humana. “La religión que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios”. 26 Jesús fue también sobre este tema la fuente suprema de revelación. “Jesús había venido para enseñar el significado del culto a Dios, y no podía sancionar la mezcla de los requerimientos humanos con los preceptos divinos”. 27 “Cristo vio que algo debía hacerse... La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente”. 28 Se advierte contra la excitación de sentimientos y se favorece la predicación serena de la Palabra. Los sentimientos quedan subordinados al juicio. Se rechazan tanto el fanatismo como el frío formalismo como engaños satánicos, así como la confusión, y las grandes manifestaciones corporales. 29

El concepto de Elena G. de White sobre adoración muestra un equilibrio entre la trascendencia y la inmanencia de Dios 30, y en consecuencia un balance entre los aspectos formales e informales de la adoración. 31 La adoración se mueve entonces entre el temor reverencial y la gozosa comunión. Tanto la grandeza como la presencia de Dios inspiran la verdadera reverencia. 32 La presencia y el amor de Cristo en el corazón de lo adoradores se reflejarán en reuniones intensamente interesantes e impregnadas por la atmósfera del cielo.33 Dios “honra con su presencia las asambleas de sus hijos” y los acompaña por medio de su Espíritu. 34

La adoración se concibe en términos trinitarios, porque reconoce la dignidad divina de Cristo 35, y el protagonismo del Espíritu Santo. El verdadero culto es “el fruto de la obra del Espíritu Santo”. 36 Sólo el Espíritu crea un entusiasmo sano. 37

En consecuencia, la adoración es una experiencia teocéntrica, motivada por un Dios a la vez soberano y presente en la asamblea eclesial.


El hombre: el sujeto que adora

Para Elena G. de White la adoración es la respuesta integral de la criatura humana ante el ser y el quehacer divino. Esa respuesta debe caracterizarse tanto por la reverencia y la humildad, como por la gratitud, la alabanza, el gozo, y el amor.

En la vivencia cúltica los humildes y creyentes adoradores reconocen la superioridad y santidad de Dios y la dignidad de su casa. 38 “Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo deben acercarse a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en un Mediador divino...”. 39 Las dádivas que sustentan el culto público atestiguan “la existencia y la soberanía del Dios viviente”, y expresan lealtad y amor hacia él. 40 Las santas convocaciones en Israel debían mantener vivos la fe, el amor y la gratitud. 41

Al mismo tiempo los hijos de Dios deben hablar palabras de alabanza y agradecimiento 42, y asistir a la casa de adoración “llenos de gozo”. 43 Elena G. de White dice que el servicio y la adoración debieran realizarse con alegría y placer. “Aquello que se hace para la gloria de Dios debe hacerse con alegría, con cánticos de alabanza y acción de gracias, no con tristeza y semblante adusto... Debiera ser un placer adorar al Señor y participar en su obra... El quiere que quienes van a adorarlo puedan llevarse preciosos pensamientos de su cuidado y amor, para que estén siempre contentos en sus ocupaciones diarias y tengan gracia para conducirse honesta y fielmente en todas las cosas”. 44

Ante la manifestación divina el hombre se hace consciente de su indignidad. Al contemplar la majestad y santidad de Dios, Isaías se vio a sí mismo en su pequeñez, indignidad e incompetencia. 45

Todo el ser del hombre adora a Dios, cuidando su cuerpo, sus pensamientos, y sus emociones bajo el dominio de la razón santificada. En el concepto de Elena G. de White “La salud... está más íntimamente relacionada con la conciencia y la religión de lo que muchos piensan”. 46 Existe por tanto la idea de adoración como estilo de vida. “Dios deseaba que toda la vida de su pueblo fuera una vida de alabanza”. 47

La adoración es, entonces, una respuesta positiva e integral del hombre a Dios.


La salvación: motivación y habilitación

En Elena G. de White existe una relación cercana entre adoración y soteriología, porque la adoración se concentra en la obra redentora de Cristo, y en el plan de salvación. Tal como lo atestiguan los textos veterotestamentarios, ya el culto de Israel anticipaba la salvación provista por Cristo. 48

La adoración surge como respuesta a la salvación, motivando y capacitando al creyente en esa experiencia. “Al meditar el pueblo de Dios en el plan de salvación, sus corazones se enternecerán con amor y gratitud...”.49 La cruz de Cristo se convierte en la gran fuerza de la vivencia cúltica. “Contemplando al Redentor crucificado, comprendemos más plenamente la magnitud y el significado del sacrificio hecho por la Majestad del cielo. El plan de salvación queda glorificado delante de nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en nuestro corazón y en nuestros labios; porque el orgullo y la adoración del yo no pueden florecer en el alma que mantiene frescas en su memoria las escenas del Calvario”. 50 El hombre responde en amor y adoración agradecida por la obra salvadora de Dios. 51 “No tiene paralelo el sacrificio de Cristo por el hombre caído. Es el tema más excelso y sagrado en que podamos meditar. Cada corazón que es iluminado por la gracia de Dios es constreñido a inclinarse con inexpresable gratitud y adoración delante del Redentor por su sacrificio infinito”. 52 La revelación del amor de Dios en Cristo genera en el hombre gratitud, obediencia, adoración, amor, alegría y alabanza. 53El poder de la cruz pone en acción “los misteriosos manantiales de la esperanza y el temor, la adoración y el amor”. 54

En la eternidad seguirá adorándose en respuesta al sacrificio de Cristo. “La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad... El hecho de que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre, despertará eternamente la admiración y adoración del universo”. 55

Hasta los mundos no caídos “tributan alabanza y honor y gloria a Jesucristo por el plan de la redención para salvar a los hijos caídos de Adán así como para confirmarlos a ellos mismos en su posición y en su carácter de pureza”. 56 El cielo expresó alabanza y adoración “por la gran misericordia y condescendencia de Dios al dar a su amado Hijo para que muriese por una raza rebelde. Expresaron alabanza y adoración por el abnegado sacrificio de Jesús, que consentía en dejar el seno del Padre y escoger una vida de sufrimientos y angustias y morir ignominiosamente para poder dar vida a otros”. 57

La intercesión de Cristo en favor del hombre en el santuario celestial también provoca la gratitud y la adoración a Dios. 58

La adoración humana sólo es posible por la gracia divina y la justicia de Cristo, y constituye una respuesta de fe viviente y salvífica, que se manifiesta en buenas obras, obediencia y servicio. “El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios”. 59 Del mismo modo la sal añadida a todo sacrificio en las ceremonias del templo “significaba que únicamente la justicia de Cristo podía hacer el culto aceptable para Dios”. 60

El amor perdonador de Dios trae paz e inspira la alabanza y la adoración agradecida al Salvador. 61 “Cuando los rayos de la justicia de Cristo brillen en el creyente, el gozo, la adoración y la gloria se entretejerán con su experiencia”. 62

La adoración verdadera fructifica en buenas obras, porque “el verdadero culto consiste en trabajar junto con Cristo”. 63 La alabanza sincera es un deber como lo es la oración 64, y el creyente ha de “alabar a Dios mediante un servicio tangible... 65 ”. En consideración de la salvación recibida por Cristo surge el anhelo de servicio, la respuesta de amor y de adoración agradecida. 66

Elena G. de White habla de adoración en términos de obediencia a Dios y a su ley. Esa es la exhortación del mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14. “Sin obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede agradar a Dios”. 67 Quienes responden al triple mensaje divino guardan los mandamientos de Dios, incluyendo el cuarto que señala a Dios como Creador. 68 Dios apartó y santificó un día y se lo otorgó al hombre para su descanso y culto. 69 Apocalipsis 14 contrapone a quienes rinden una adoración obediente con quienes siguen pautas humanas. 70 “En vista de que los que guardan los mandamientos de Dios están puestos así en contraste con los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca, se deduce que la observancia de la ley de Dios, por una parte, y su violación, por la otra, establecen la distinción entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia”. 71 En ese tiempo final “los que adoran a Dios se distinguirán especialmente por su respeto al cuarto mandamiento...”. 72

De la narrativa bíblica se extraen lecciones de obediencia y fidelidad. “Dios quiso enseñar al pueblo que debía acercarse a él con toda reverencia y veneración y exactamente como él indicaba. El Señor no puede aceptar una obediencia parcial. No bastaba que en el solemne tiempo del culto casi todo se hiciera como él había ordenado”. 73

La religiosidad no puede ser formal o ritual, sino un fruto de la obra del Espíritu. “Nos inspirará una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el verdadero culto”. 74

En consecuencia la adoración es cristocéntrica, y se expresa en una respuesta creyente y comprometida. “Es preciso juntarnos en torno de la cruz. Cristo, y Cristo crucificado, debe ser el tema de nuestra meditación, conversación y más gozosa emoción”. 75


La iglesia: el ámbito comunitario

Para Elena G. de White la adoración de la comunidad eclesial es de vital importancia. Considera los momentos de culto verdadero como una profunda bendición, y como “ocasiones sagradas y preciosas”. 76

Por una parte, parece claro que deben existir regulaciones específicas respecto del culto. “Algunos piensan que es malo procurar observar orden en el culto de Dios. Pero he visto que tal cosa no es peligrosa. He visto que la confusión desagrada al Señor, y que debe haber orden en la oración y también en el canto”. 77 No hay aquí lugar para la negligencia o la apatía. “Debiera haber reglas respecto al tiempo, el lugar, y la manera de adorar. Nada de lo que es sagrado, nada de lo que pertenece al culto de Dios, debe ser tratado con descuido e indiferencia”. 78

Es evidente que se defienden las bondades de un culto digno y sereno evitando los extremos del formalismo y el fanatismo. En los comienzos de la iglesia se dieron advertencias sobre la necesidad de un solemne decoro en el culto, contra las exclamaciones ruidosas, las oraciones a gritos y toda excitación. 79 Elena G. de White lamentó ciertas reuniones celebradas en Indiana con ruido, confusión y alboroto. 80 “El Señor quiere que sus servicios se caractericen por el orden y la disciplina, y no por la agitación y la confusión”. 81 Las orientaciones en este sentido son específicas. “Cuando los creyentes proclaman la verdad como está ejemplificada en Jesús, manifiestan una calma santa y serena, y no una tormenta de confusión”. 82 Se anticipa también que antes de la terminación del tiempo de gracia se repetirá la experiencia de Indiana. “Se manifestará toda clase de cosas extrañas. Habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza”. 83 Debe existir mucho cuidado en la evaluación de una experiencia tal. “El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante”. 84 El Espíritu Santo no se identifica con el desorden perturbador, pero Satanás trabaja en medio del estruendo y la confusión. 85 La indicación se orienta hacia la prudencia. “En esta etapa de nuestra historia debemos tener mucho cuidado de precavernos contra todo lo que sepa a fanatismo y desorden”. 86Ciertas cualidades del culto parecen ineludibles. “La obra de Dios se ha caracterizado siempre por la serenidad y la dignidad”. 87

Se reconoce que “Dios condena la mera ejecución de ceremonias que carezcan del espíritu de culto...”. 88 Pero el culto puede ser auténtico y significativo. “Ningún término es demasiado enérgico para describir lo malo del culto formal, pero no hay palabras que puedan presentar debidamente la profunda bendición del culto verdadero”. 89

Al mismo tiempo que se elogia el orden y la disciplina, se insiste en manifestaciones cúlticas que sean espirituales y atractivas, donde los adoradores participen y expresen gratitud y compañerismo. “Nuestras reuniones deben hacerse intensamente interesantes. Deben estar impregnadas por la misma atmósfera del cielo. No haya discursos largos y áridos ni oraciones formales simplemente para ocupar el tiempo. Todos deben estar listos para hacer su parte con prontitud, y cuando han cumplido su deber la reunión debe clausurarse. Así el interés será mantenido hasta el final. Esto es ofrecer a Dios un culto aceptable. Su servicio debe ser hecho interesante y atrayente, y no dejarse que degenere en una forma árida. Debemos vivir por Cristo minuto tras minuto, hora tras hora y día tras día. Entonces Cristo morará en nosotros, y cuando nos reunamos, su amor estará en nuestro corazón, y al brotar como un manantial en el desierto, refrescará a todos y dará a los que están por perecer avidez por beber las aguas de vida”. 90 En un culto tal el sermón no es lo único importante. “Generalmente la predicación de nuestras reuniones del sábado debe ser corta. Debe darse a los que aman a Dios oportunidad de expresar su gratitud y adoración”. 91 El Señor Jesús ya había luchado contra la formalidad y en favor de un culto espiritual. “Cristo vio que algo debía hacerse... El culto espiritual estaba desapareciendo rápidamente. Ningún vínculo unía a los sacerdotes y gobernantes con su Dios. La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente”. 92

Además de la lectura y la predicación de la Palabra, se destaca el valor de otros elementos litúrgicos como la oración, el canto y la alabanza. “Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios en la tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, la oración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podrá entrar nada que corrompa”. 93 Tanto el predicador como los adoradores participan activamente. “Gran parte de la adoración pública de Dios consiste en alabanza y oración, y cada seguidor de Cristo debiera participar en ella. También está el servicio de predicación, dirigido por aquellos que están encargados de instruir a la congregación en la Palabra de Dios”. 94 Como instrumentos de adoración participativa se equiparan el canto y la oración. “El canto, como parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración”. 95 Es importante que la congregación escuche con atención a las palabras predicadas, pero también que ofrezca una respuesta al mensaje recibido. 96

En este sentido el culto comunitario está orientado hacia Dios en adoración y hacia la iglesia en edificación, y debe moverse entre el orden y la vitalidad.


El futuro: la dimensión de la esperanza

Los escritos de Elena G. de White ofrecen también una dimensión escatológica a la adoración. Se anticipan para la iglesia tiempos caracterizados por la alabanza y la adoración. “En visiones de la noche pasó delante de mí un gran movimiento de reforma en el seno del pueblo de Dios. Muchos alababan a Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se advertía un espíritu de adoración como lo hubo antes del gran día del Pentecostés”. 97 La experiencia de adoración tendrá además una proyección eterna. Entonces la humanidad, como la naturaleza “ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración”. 98

La adoración constituye el verdadero eje del conflicto cósmico entre el bien y el mal originado en los cielos. 99

Ese conflicto escatológico probará la lealtad del pueblo de Dios hacia el único objeto de adoración. “El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá una fe inquebrantable. Sus hijos deberán dejar manifiesto que él es el único objeto de su adoración, y que por ninguna consideración, ni siquiera de la vida misma, pueden ser inducidos a hacer la menor concesión a un culto falso”. 100

Elena G. de White relaciona la controversia final entre la verdadera y la falsa adoración con la actitud de los hombres hacia la ley de Dios. Asegura que este tema dividirá a la humanidad en dos grupos diferentes. El triple mensaje del Apocalipsis 14 es una exhortación a la adoración al Creador mediante la obediencia a sus mandamientos. 101 “En vista de que los que guardan los mandamientos de Dios están puestos así en contraste con los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca, se deduce que la observancia de la ley de Dios, por una parte, y su violación, por la otra, establecen la distinción entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia”. 102 La adoración hará la diferencia. “Al final de la lucha, toda la cristiandad quedará dividida en dos grandes categorías: la de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y la de los que adoran la bestia y su imagen y reciben su marca”. 103

En particular la observancia del cuarto mandamiento será el asunto en cuestión que separará a los auténticos de los falsos adoradores. 104

La adoración es ciertamente central en el conflicto escatológico y se relaciona estrechamente con el destino eterno de los hombres.

Elena G de White dedica al tema de la adoración un espacio significativo. En su concepto la adoración se dirige a Dios como objeto divino. El Dios trascendente e inmanente es quien origina y orienta la adoración. La criatura humana es el sujeto que responde en forma activa e integral a la vocación divina. La redención obrada por Jesucristo genera y habilita la adoración de los creyentes, quienes responden al Salvador en fidelidad y compromiso. La adoración se manifiesta en la vivencia personal y corporativa en armonía con la dinámica y el orden de la iglesia. La adoración se proyecta finalmente hacia tiempos escatológicos en los cuales aparece como el centro que distinguirá a los auténticos de los falsos hijos de Dios.





Fuente: IASD Santa Clara, Cuba /
Elena G. de White y la adoración
Autor: Dr. Daniel Oscar Plenc es Director del Centro de Investigación White de Argentina, Coordinador del Servicio de Espíritu de Profecía de la Unión Austral y Profesor de teología de la Universidad Adventista del Plata.
Bibliografía consultada: 1. Consejos para los maestros (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1966), 30. 2. El conflicto de los siglos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1977], 13, 611, 625; Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), 346-347. 3. El conflicto de los siglos , 611. 4. Patriarcas y profetas, 313. 5. Hijos e hijas de Dios (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1978), 60. Véase también La historia de la redención (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1981), 146; Patriarcas y profetas, 314. 6. Profetas y reyes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1957), 34. 7. Alza tus ojos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1982), 36. 8. Palabras de vida del gran maestro (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), 240. 9. Patriarcas y profetas, 267. 10. “A fin de conocerle” (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1964), 265. 11. Patriarcas y profetas, 364. 12. Conflicto y valor (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1970), 234. 13. Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1956), 2:202-203. 14. Mensajes para los jóvenes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1967), 263. 15. La historia de la redención, 72. 16. Patriarcas y profetas, 695. 17. El camino a Cristo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1985), 103-105. 18. El conflicto de los siglos, 467-468. 19. Patriarcas y profetas, 348-349. 20. Ibíd., 313. 21. El conflicto de los siglos, 489. Véase también Patriarcas y profetas, 348-349. 22. Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1970), 3:262; Testimonios para la iglesia (Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1996), 2: 521. 23. Alza tus ojos, 276. 24. El conflicto de los siglos, 489-490.25. Ibíd., 490-491, 504-505; La historia de la redención, 401-402. 26. El deseado de todas las gentes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), 159. 27. Ibíd., 64. 28. Ibíd., 130. 29. Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1967), 2:17, 19, 21, 23, 27, 29. 30. Joyas de los testimonios, 2:193-203; El camino a Cristo, 101-104.31. C. Raymond Holmes, Sing a New Song!: Worship Renewal for Adventists Today (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1984), 163-164. 32. Profetas y reyes, 34. 33. Joyas de los testimonios, 2:252. 34. Profetas y reyes, 35. 35. Alza tus ojos, 37; Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1966), 1:291; Patriarcas y profetas, 15; Los hechos de los apóstoles (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1966), 31-32; El hogar adventista (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1967), 435. 36. El deseado de todas las gentes, 159-160. 37. Mensajes selectos, 2:17.38. Mensajes para los jóvenes, 263. 39. Profetas y reyes, 33. 40. Patriarcas y profetas, 568. 41. Joyas de los testimonios, 2:378-379. 42. Palabras de vida del gran maestro, 100, 240, 273. 43. Alza tus ojos, 36. 44. El camino a Cristo, 103-104. 45. Conflicto y valor, 234. 46. Consejos sobre la salud (Coral Gables, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1989), 568. 47. Palabras de vida del gran maestro, 240. 48. Testimonios para los ministros (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1977), 123. 49.“A fin de conocerle”, 265). 50. El deseado de todas las gentes, 616. 51. El ministerio de curación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 402; La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1964), 186-187. 52. En los lugares celestiales (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1967), 16. 53. La maravillosa gracia de Dios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1973), 58. 54. Exaltad a Jesús (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1988), 246. 55. El conflicto de los siglos, 709-710. 56. Mensajes para los jóvenes, 252. 57. Primeros escritos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1962), 126-127. 58. Mensajes para los jóvenes, 252. 59. Patriarcas y profetas, 366. 60. El deseado de todas las gentes, 406. 61. Recibiréis poder: persona, presencia y obra del Espíritu Santo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 71. 62. Ibíd., 334. 63. Servicio cristiano (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1973), 122. 64. Palabras de vida del gran maestro, 241. 65. Ibíd. 66. El ministerio de curación, 402. 67. El conflicto de los siglos, 489. 68.Ibíd., 490-491. 69. Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 1: 499. 70. El conflicto de los siglos, 491, 495. 71. Ibíd., 499. 72. Ibíd., 499-500. 73. Patriarcas y profetas, 374-375. 74. El deseado de todas las gentes, 159-160. Véase además En los lugares celestiales, 374. 75. El camino a Cristo, 104. 76. Joyas de los testimonios, 2:250. 77. Joyas de los testimonios, 1:45. 78. Joyas de los testimonios, 2:193-194. 79. Primeros escritos, 304. 80. Mensajes selectos, 2:39. 81. Ibíd., 40.82. Ibíd., 41. 83. Ibíd. 84. Ibíd. 85. Ibíd., 43. 86. Ibíd., 47. 87. Ibíd., 48. 88. Patriarcas y profetas, 367. 89. Obreros evangélicos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1971), 370. 90. Joyas de los testimonios, 2:252. 91. Joyas de los testimonios, 3:27. 92. El deseado de todas las gentes, 130. 93. Joyas de los testimonios, 2:193. 94. Signs of the Times, June 24, 1886. 95.Patriarcas y profetas, 645. Véase además La educación, 164. 96. Signs of the Times, June 24, 1886. 97. Consejos sobre la salud, 582.98. Conducción del niño (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1974), 538. 99. Patriarcas y profetas, 15; El conflicto de los siglos, 13; La maravillosa gracia de Dios, 161. 100. Profetas y reyes, 376. 101. El conflicto de los siglos, 489-491, 495. 102.Ibíd., 499. 103. Ibíd., 503. 104. Ibíd., 499-500, 502, 503, 611; Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1986), 3:485-486; El evangelismo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 174.
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