martes, 24 de julio de 2012

¿Deberían los Cristianos ser Miembros de Sociedades Secretas?



"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso"("2 Cor. 6: 14-18). 

La orden del Señor, "no os unáis en yugo desigual con los incrédulos" "(2 Cor. 6: 14), no se refiere solamente al matrimonio de los cristianos con los irreligiosos, sino a cualquier clase de asociación en la que las partes están en íntima vinculación, y que requiera armonía de espíritu y acción. El Señor dio directivas especiales a los israelitas para que se mantuvieran separados de los idólatras. No debían casarse con las mujeres de éstos ni darles las suyas en matrimonio, ni formar ninguna clase de asociación con ellos: "Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus "," altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a ningún otro Dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es" (Exo. 34: 12 -14). 

"Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres. . . Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones" "(Deut. 7: 6-9). 

El Señor vuelve a declarar por medio del profeta Isaías: "Reuníos, pueblos, y seréis quebrantados; oíd, todos los que sois de lejanas tierras; ceñíos, y seréis quebrantados... Tomad consejo, y será anulado; proferid palabra, y no será firme, porque Dios está con nosotros. Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo" "(Isa. 8:9-13). 

Hay quienes preguntan si es propio que los cristianos pertenezcan a la francmasonería y a otras sociedades secretas. Que los tales consideren los pasajes que acabamos de citar. Si somos cristianos, debemos serlo en todo, y debemos considerar y obedecer el consejo dado para hacer de nosotros cristianos de acuerdo con las normas de la Palabra de Dios. 

El pueblo que Dios tiene en el mundo es el instrumento humano que debe colaborar con las influencias divinas para la salvación de los hombres. Cristo dice a las almas que se han unido a él: "Sois uno conmigo, ''colaboradores de Dios'' " (1 Cor. 3: 9). Dios es el gran Actor invisible, y el hombre es el humilde instrumento visible, y sólo en colaboración con las inteligencias celestiales puede éste hacer algo bueno. Unicamente cuando la mente es esclarecida por el Espíritu Santo los hombres pueden discernir la influencia divina. Por eso Satanás procura constantemente apartar las mentes de lo divino para dirigirlas hacia lo humano, para que el hombre no coopere con el cielo. Dirige la atención hacia las invenciones humanas, induce al hombre a confiar en el hombre, a apoyarse en la carne, para que su fe no se afirme en Dios. 

"La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?" (Mat. 6: 22, 23). 

Y si nuestra luz se convierte en tinieblas, ¿cómo seremos una luz para el mundo? 

La tarea de nuestra salvación personal también depende de nuestra colaboración con los instrumentos divinos. Dios nos ha impartido facultades morales y susceptibilidades religiosas. Ha dado a su Hijo como propiciación por nuestros pecados, para que nos reconciliáramos con Dios. Jesús vivió una vida de abnegación y sacrificio, para que pudiésemos seguir su ejemplo. Ha dado el Espíritu Santo para que esté en lugar de Cristo en todo sitio donde se requiera ayuda. Utiliza las inteligencias celestiales para proporcionar poder divino que el hombre pueda combinar con sus esfuerzos. Pero debemos aceptar el don de Dios, debemos arrepentirnos y creer en Cristo. Debemos velar, orar y obedecer los requerimientos de Dios. Debemos practicar la abnegación y el sacrificio personal por amor de Cristo. Debemos crecer en Cristo estando constantemente relacionados con él. Cualquier cosa que aleje la mente de Dios y la haga confiar en el hombre, o que la haga conformarse a la norma humana, nos impedirá colaborar con Dios en la obra de nuestra propia salvación. Esta es la razón por la cual el Señor prohibió que su pueblo formara alianza con los paganos, "para que no sean tropezadero en medio de ti" "(Exo. 34: 12). Dijo: "Porque desviará a tu hijo de en pos de mí" (Deut. 7: 4). Este mismo principio se aplica a la asociación de los cristianos con los irreligiosos. 

Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Redentor, aceptamos la condición de ser colaboradores juntamente con Dios. Hicimos un pacto con él por el cual nos entregábamos plenamente al Señor; como mayordomos fieles de la gracia de Cristo debíamos trabajar para la edificación de su reino en el mundo. Cada seguidor de Cristo promete dedicar todas las facultades de la mente, del alma y del cuerpo a Aquel que ha pagado el precio del rescate por nuestras almas. Hemos prometido ser soldados. entrar en el servicio activo, soportar pruebas, vergüenza y reproches, pelear la batalla de la fe, y seguir al Capitán de nuestra salvación. 

En su relación con sociedades mundanales, ¿está Ud. respetando su pacto con Dios? ¿Dirigen estas asociaciones su propia mente o las de otras personas hacia Dios, o bien alejan de él el interés y la atención? ¿Fortalecen su unión con los instrumentos divinos, o bien apartan su mente hacia lo humano en lugar de lo divino? 

¿Está Ud. sirviendo, honrando y magnificando a Dios, o bien lo está deshonrando y está pecando contra él? ¿Está Ud. recogiendo con Cristo o está esparciendo? Todo el pensamiento, la planificación y el fervoroso interés dedicados a esas organizaciones han sido comprados por la sangre preciosa de Cristo; ¿pero está Ud. sirviéndole cuando se une con los ateos y los infieles, con hombres que profanan el nombre de Dios con bebedores y fumadores? 

Aun cuando en estas sociedades haya mucho que en apariencia es bueno, mezclado con ello hay mucho que neutraliza el efecto de lo bueno, y que torna a esas asociaciones perjudiciales para los intereses del alma. Tenemos otra vida diferente de la que es sustentada por el alimento temporal. "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mat. 4:4). "Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" "(Juan 6:53). Jesús dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Juan 6:54). Nuestros cuerpos se forman de lo que comemos y bebemos. Y así como ocurre en el ámbito natural, también ocurre en el espiritual; lo que sustenta nuestra naturaleza espiritual es aquello de lo cual se alimentan nuestras mentes. Nuestro Salvador dijo:" "El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63). La vida espiritual debe ser sostenida mediante la comunicación con Cristo a través de su Palabra. La mente debe espaciarse en ella, el corazón debe llenarse de ella. La Palabra de Dios establecida en el corazón, considerada sagrada, y obedecida, mediante el poder de la gracia de Cristo puede hacer que el hombre sea recto y puede mantenerlo recto; pero toda influencia humana y toda invención terrenal carecen de poder para proporcionar fuerza y sabiduría al hombre. No pueden controlar la pasión ni corregir la deformación del carácter. A menos que la verdad de Dios controle el corazón la conciencia se apartará del camino recto. Pero en estas sociedades secretas la mente es alejada de la Palabra de Dios. Los hombres no son instados a convertirla en el objeto de su estudio y en la guía para su vida. 

Le pregunto a Ud. que se complace en estas asociaciones, que ama las reuniones donde puede manifestar su ingenio, donde puede divertirse y banquetear: ¿Lleva a Jesús consigo? ¿Procura Ud. salvar las almas de sus compañeros? ¿Es ése el objeto de su asociación con ellos? ¿Advierten ellos en Ud. la influencia vivificadora del Espíritu de Cristo? ¿Es evidente que Ud. es un testigo de Cristo, que pertenece a un pueblo peculiar, celoso de buenas obras? ¿Se ve claramente que su vida está gobernada por estos preceptos divinos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mat. 22: 37), y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo?"(Mat. 19: 19). La posibilidad de hablar a los corazones y las conciencias de quienes están por perecer, se halla fuera del alcance de los que no se entregan totalmente a Cristo. Su manera de hablar fluida y cálida, ¿dónde muestra que está centrado su interés? 

¿Cuáles son los temas favoritos de conversación en esas sociedades? ¿Cuáles son los temas que excitan el interés y proporcionan placer? ¿No tienden acaso a la gratificación de los sentidos: comer, beber y buscar el placer? La presencia de Cristo es desconocida en esas reuniones. No se hace ninguna referencia a él. No se desea su compañía. ¿Dónde y cuándo se honra a Dios en tales asociaciones? ¿En qué se beneficia el alma? Si Ud. no ejerce una influencia positiva en sus compañeros, ¿no influyen ellos en Ud. para mal? ¿Es una actitud sensata poner de lado la lámpara de la vida, la Palabra de Dios, y mezclarse libremente con esa clase de personas, y descender hasta su nivel? ¿Piensa Ud. que puede encontrar algo para satisfacer el hambre del alma aparte de la verdad y del favor de Dios? ¿Pueden sentirse a gusto en esas escenas los que profesan creer en la verdad para este tiempo, cuando Dios no está en todos sus pensamientos? 

En la misma habitación donde esas sociedades han tenido sus reuniones, las congregaciones se han reunido para adorar a Dios. ¿Puede Ud., durante la hora sagrada del culto divino, olvidar las escenas de diversión y de banqueteo, y la gratificación encontrada en la copa de vino? Dios anota todo esto en su libro como intemperancia. ¿Qué relación tiene esto con las realidades eternas? ¿Olvida Ud. que en todas estas reuniones de placer está presente un Testigo, tal como en la fiesta de Belsasar? Si se pudiera abrir la cortina que nos separa del mundo invisible, Ud. podría contemplar al Salvador afligido de ver a los hombres absortos en los placeres de la mesa, en manifestaciones de hilaridad y de ingenio, que alejan de sus pensamientos a Cristo, el centro de la esperanza del mundo. 

Los que no pueden distinguir entre quienes sirven a Dios y quienes no le sirven, pueden quedar encantados con estas sociedades que no tienen relación con Dios, pero ningún cristiano puede prosperar en una atmósfera semejante. El aire vitalizador del cielo no está allí. Su alma está vacía, y él siente que carece del refrigerio del Espíritu Santo tal como las montañas de Gilboa carecían de rocío y lluvia. 

Algunas veces el seguidor de Cristo, por ciertas circunstancias, está obligado a presenciar escenas de placer impío, pero lo hace con el corazón afligido. El lenguaje que se habla en ellas no es el de Canaán, y el hijo de Dios nunca elegirá esas asociaciones. Cuando se vea obligado a participar de una compañía que no ha elegido, apóyese en Dios, y el Señor lo protegerá. Pero en ningún caso deberá sacrificar sus principios, cualquiera sea la tentación. 

Cristo nunca inducirá a sus seguidores a que formulen votos que los unirán con personas que no tienen relación con Dios, que no están bajo la influencia consoladora de su Espíritu Santo. La única norma verdadera para el carácter es la santa ley de Dios, y es imposible para quienes hacen de esa ley de Dios la guía de su vida, unirse en confianza y en cordial fraternidad con los que convierten la verdad de Dios en mentira, y consideran la autoridad de Dios como algo sin valor. 

Hay un enorme abismo entre el hombre mundano y aquel que sirve fielmente a Dios. Sus pensamientos, simpatías y sentimientos no armonizan en lo que atañe a los temas más importantes: Dios, la verdad y la eternidad. Una de estas clases está madurando como el trigo para el granero de Dios, y la otra como cizaña para los fuegos de la destrucción. ¿Cómo puede haber unidad de propósito o de acción entre ellas? 

"¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" "(Sant. 4: 4). 

"Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" "(Mat. 6: 24). 

Pero debemos tener cuidado de no dejarnos dominar por un espíritu de fanatismo e intolerancia. No debemos apartarnos de los demás con una actitud que diga: "No te acerques a mí; yo soy más santo que tú". No se aleje de sus semejantes, sino que procure impartirles la preciosa verdad que ha bendecido su propio corazón. Demuestre que la suya es la religión del amor. 

"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5: 16). 

Pero si somos cristianos y tenemos el espíritu de Aquel que murió para salvar a los hombres de sus pecados, amaremos las almas de nuestros semejantes lo suficiente como para contrarrestar sus placeres pecaminosos mediante nuestra presencia o nuestra influencia. No podemos aprobar su conducta asociándonos con ellos y participando en sus fiestas y en sus concilios, donde Dios no está presente. Tal conducta, en lugar de ser un beneficio para ellos, logrará únicamente poner en duda la realidad de nuestra religión. Si actuásemos en esa forma, seríamos luces falsas, y con nuestro ejemplo llevaríamos a las almas hacia la ruina. 

Hace poco leí acerca de un noble navío que surcaba las aguas del mar, cuando a medianoche se estrelló contra una roca con un estruendo terrible; los pasajeros despertaron y comprendieron horrorizados cuál era su desesperada condición; se hundieron con su barco para no volver a levantarse. El timonel había confundido la luz del faro, y como resultado, cientos de almas fueron arrojadas a la eternidad sin aviso previo. Si una parte de nuestro carácter desfigura la imagen de Cristo, presentamos una falsa luz, y como resultado las almas seguramente serán descarriadas por nuestro ejemplo. 

Los cristianos que se asocian con compañías mundanas se están perjudicando a sí mismos y están descarriando a otros. Los que temen a Dios no pueden elegir a los irreligiosos como compañeros sin resultar dañados. En esas asociaciones son puestos bajo la influencia de principios y costumbres mundanales, y por influencia de la compañía y el hábito, la mente llega a conformarse cada vez más a las normas mundanas. Su amor a Dios se enfría, y no tienen más deseos de estar en comunión con él. Llegan a ser ciegos espirituales. No logran ver ninguna diferencia particular entre el transgresor de la ley de Dios, y los que temen a Dios y guardan sus mandamientos. Llaman a lo malo bueno y bueno a lo malo. El esplendor de las realidades eternas se opaca. La verdad puede serles presentada en forma evidente, pero ellos no sienten hambre por el pan de vida ni sed por las aguas de salvación. Están bebiendo de cisternas rotas que no pueden contener agua. Es muy fácil que mediante la asociación con el mundo se asimile su espíritu y se reciba el molde de sus conceptos, hasta el punto de no discernir la excelencia de Jesús y de la verdad. Y el espíritu del mundo controlará nuestra vida en la medida en que more en nuestro corazón. 

Cuando los hombres no están bajo el control de la Palabra y del Espíritu de Dios, son cautivos de Satanás, y no sabemos hasta qué profundidad los introducirá en el pecado. El patriarca Jacob contempló a los que se complacían en la perversidad. Vio cuál sería el resultado de la asociación con ellos, y mediante el Espíritu exclamó: "En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía" (Gén. 49: 6). Así hace sonar la alarma de peligro para advertir a cada alma contra tales asociaciones. El apóstol Pablo se hace eco de esa advertencia: "No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas" "(Efe. 5: 11). "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Cor. 15: 33, VM). 

El alma es engañada cuando confía en la política mundanal y en las invenciones humanas en vez de confiar en el Señor Dios de Israel. ¿Podría el hombre encontrar un guía mejor que el Señor Jesús? ¿Un consejero mejor en la duda y en la tribulación? ¿Un mejor defensor en el peligro? Poner de lado la sabiduría de Dios para aceptar la sabiduría humana constituye un engaño que destruye el alma. 

Si Ud. quiere ver lo que el hombre hace cuando rechaza la influencia de la gracia de Dios, contemple aquella escena en la sala del juicio, cuando una muchedumbre furiosa, guiada por sacerdotes y dirigentes judíos, pide a gritos la vida del Hijo de Dios. Vea al divino Sufriente de pie junto a Barrabás, y a Pilato preguntando a quién de los dos ha de libertar. Se oye entonces el ronco grito de cientos de voces coléricas inspiradas por Satanás: "¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!" (Luc. 23: 18). Y cuando Pilato pregunta qué debe hacerse con Jesús, gritan: "¡Crucifícale, crucifícale!" (Luc. 23: 21). 

La naturaleza humana de entonces es la misma de ahora. Cuando se desprecia el Remedio divino que podría salvar y exaltar la naturaleza humana, resurge el mismo espíritu que aún vive en los corazones de los hombres, y no podemos confiar en su dirección y mantener nuestra lealtad a Cristo. 

Esas sociedades, que no están controladas por el amor y el temor de Dios, no representan ningún bien para el hombre. Muchas de sus transacciones son contrarias a la justicia y la equidad. Aquel que tiene los ojos limpios y que no puede contemplar el mal, no puede ser, y no será, un participante de muchas cosas que ocurren en esas asociaciones. Su propia conciencia dará testimonio de lo que digo. El talento, la habilidad y la capacidad inventiva que Dios ha dado a los hombres son, en esas asociaciones, con demasiada frecuencia pervertidos y utilizados como instrumentos de crueldad, iniquidad y egoísmo al practicar el fraude contra sus semejantes. 

Por supuesto que todo esto es negado por los miembros de esas corporaciones. Pero Dios mira por debajo de la apariencia agradable y atractiva, para ver los motivos secretos subyacentes y la obra real de esas sociedades. Mientras algunas de ellas pretenden que la Palabra de Dios constituye en cierto sentido la base de su organización, se alejan de los principios de justicia. Los votos impuestos por algunas de esas órdenes requieren el sacrificio de la vida humana cuando se divulgan los secretos de la orden. Los miembros también prometen absolver, bajo ciertas circunstancias, a los culpables que merecen castigo. Se requiere de ellos que sigan una conducta que no está en armonía con la ley de Dios, en lo que atañe a su relación con los que obran contra la orden. 

No podemos apartarnos de la verdad, no podemos alejarnos de los principios rectos, sin olvidarnos de Aquel que es nuestra fortaleza, nuestra justicia y nuestra santificación. Deberíamos estar firmemente arraigados en la convicción de que cualquier cosa que nos aleje, en cualquier sentido, de la verdad y la justicia en nuestra asociación con los hombres, no puede beneficiarnos, y deshonrará en gran manera a Dios. Cualquier especie de engaño o condescendencia con el pecado es aborrecible para él. 

El fraude corre a lo largo de estas sociedades secretas, y ninguna persona que se una a ellas puede ser considerada libre delante de Dios y del cielo. La naturaleza moral es rebajada hasta un punto que Dios considera injusto, lo cual es contrario a su voluntad y a sus mandamientos. Uno que profese amar a Dios puede ser colocado en estas sociedades en posiciones consideradas honorables, pero a los ojos de Dios está manchando su honor como cristiano, y alejándose cada vez más de los principios de la justicia y la verdadera santidad. Está pervirtiendo sus facultades, que han sido compradas con la sangre de Cristo. Está vendiendo su alma por nada. 

En la revelación de sus juicios justos, Dios destruirá todas esas sociedades, y cuando se establezca el tribunal del juicio, y se abran los libros, se manifestará la falta de semejanza con Cristo de toda la confederación. Los que eligen unirse con esas sociedades secretas están rindiendo homenaje a ídolos tan sin sentido y carentes de poder para bendecir y salvar el alma, como son los dioses de los hindúes. 

Estas sociedades ofrecen algunas ventajas que desde el punto de vista humano aparecen como grandes bendiciones, pero no son tales cuando se juzgan según las especificaciones del Señor. Detrás de esas aparentes ventajas se ocultan los instrumentos satánicos. Cuanto mayor sea la cantidad de dinero que entra a la tesorería, tanto más grande y profundo es el mal. Las ganancias impías que han enriquecido a esas sociedades se verán como una maldición cuando se descubran todas sus implicaciones. Las palabras pronunciadas por Elifás mientras hablaba con Job se pueden aplicar acertadamente a estas asociaciones: "Vi ''que echaba raíces'', pero ''maldije su habitación''" "(Job 5: 3). Son trampas de Satanás, son sus redes para atrapar a las almas. 

Muchas cosas que constituyen una ofensa para el Santo de Israel, son aprobadas y apoyadas por el mundo. A Eva pudo parecerle una cosa sin importancia alejarse de las restricciones específicas de Dios y hacer lo que él había dicho que no hiciera, y Adán pudo tener esa misma idea al seguir su ejemplo, pero precisamente eso mismo había sido planeado por el archiengañador para destruir las almas de los hombres, induciéndolos a seguir sus propias fantasías antes que la voluntad revelada de Dios. Así también en esas sociedades se sostienen principios que colocan a los hombres bajo el poder engañador de Satanás, alejándolos de las sendas seguras, llevándolos hacia la rebelión contra Dios y haciéndoles despreciar sus santas normas de justicia. "Velad y orad, para que no entréis en tentación" "(Mar. 14: 38), es la orden repetida a menudo por nuestro Salvador. Velad, velad con diligencia y cuidado, para que Satanás no tenga éxito en entrampar las almas de aquellos por quienes Cristo pagó el precio del rescate mediante su propia sangre. 

Dios os pide a los que queréis ser sus hijos que actuéis como si estuvieseis bajo la mirada divina, que adoptéis la santa norma de justicia. Su justicia y su verdad son los principios que deberían establecerse en cada alma. El que preserva su integridad hacia Dios, será recto con el hombre. Ninguna persona que realmente ame a Dios expondrá su alma a la tentación, por el soborno del oro y la plata, por el honor ni por cualquier otra ventaja terrenal. "¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" "(Mar. 8: 36, 37). Los cristianos deben cortar todo vínculo que los una a esas órdenes secretas que no están bajo el control de Dios. No pueden ser leales a esas organizaciones y al mismo tiempo ser leales a Dios. Ud. debe cortar su relación con esos organismos o de lo contrario se identificará más estrechamente con ellos, y como resultado se unirá más plenamente con ellos, y cortará los vínculos que lo unen a los que aman y temen a Dios. El cristiano debe abandonar aquellas cosas que constituyen una barrera para su espiritualidad, por muy grande que sea el sacrificio. Es mejor perder dinero, posesiones y hasta la vida misma, que poner en peligro los intereses vitales del alma. 

Vosotros, los que os habéis relacionado con esas sociedades secretas, estáis confiando en una caña que será rota en pedazos; no confiáis en el Señor Dios de Israel, ni procuráis diligentemente conocer su voluntad y andar en sus caminos. Cuando invertís dinero en esas sociedades, lo hacéis con la esperanza de hacer provisión para el futuro. Les habéis dedicado tiempo, pensamiento, trabajo y dinero, mientras la causa de Cristo ha sido descuidada. Cada peso pagado a esas organizaciones se desvía de la causa de Dios con tanta seguridad como si se hundiera en el mar. ¿Pero acaso ese capital no os fue confiado por Dios para que lo utilizarais en su servicio, para la salvación de vuestros semejantes? Al invertirlo donde no puede honrar a Dios o beneficiar a los hombres, estáis repitiendo el pecado del siervo infiel que ocultó en la tierra el talento de su Señor. 

El Señor no había confiado al siervo infiel un capital abundante, sino un solo talento. Aquel hombre no invirtió ese único talento para obtener interés para su Señor; lo ocultó en la tierra, y se quejó de que el Señor era un Amo duro, que segaba donde no había sembrado y recogía donde no había esparcido. El egoísmo que manifestó y las quejas que profirió, como si Dios le exigiera aquello a lo que no tenía derecho, demostraron que no conocía a Dios, ni a Jesucristo, a quien él había enviado. Todo lo que poseía era propiedad del Señor, y le había sido confiado para que lo utilizara para Dios. Cuando dijo: "Tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra" (Mat. 25: 25), reconoció que el talento era de Dios. . 

¿Y qué dice el Señor? "Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí" "(Mat. 25: 26). Aquí repite las palabras del siervo, y aunque no reconoce su veracidad, muestra lo que el siervo debió haber hecho aun por su propia cuenta. El Señor dice virtualmente: "No hiciste ningún esfuerzo por negociar con el capital " que te había confiado, y por ganar sobre él un interés que promoviera mi gloria en la tierra. ''Debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera''" (Mat. 25: 27-30). Esta lección se da a cada alma que ha recibido la luz de la verdad. 

Nunca deberíamos olvidar que Dios nos ha puesto a prueba en este mundo, para determinar nuestra aptitud para la vida futura. Nadie cuyo carácter esté contaminado con la fea mancha del egoísmo podrá entrar en el cielo. Por lo tanto Dios nos prueba aquí encomendándonos posesiones temporales, para que nuestro uso de ellas demuestre si se nos pueden confiar las riquezas eternas. Unicamente en la medida en que la vida abnegada de Cristo se refleje en nuestra propia vida, podremos estar en armonía con el cielo y ser aptos para entrar allí. 

La gran preocupación y ambición del mundo consiste en obtener ventajas materiales y temporales, mientras descuida lo que tiene valor espiritual. Esto mismo ocurre con algunos miembros de la iglesia. Cuando finalmente sean llamados para rendir cuentas a Dios, no sólo se avergonzarán sino que se asombrarán porque no fueron capaces de discernir las verdaderas riquezas y porque no pusieron su tesoro en los cielos. Derramaron sus donativos y ofrendas sobre los enemigos de la verdad, y esperaron que en esta vida llegaría el tiempo cuando recibirían la devolución de lo que habían invertido. Pueden confiar sus recursos a las sociedades secretas, pero entonces la causa de Dios queda necesitada por falta de los medios que él ha encomendado a sus instrumentos humanos, que no sienten interés ni prestan consideración al don que el Señor les ha hecho. Están enceguecidos por el dios de este mundo. 

Dicen: "No tengo nada para dar a esta empresa, porque no recibiré nada de vuelta. Al pagar a la logia, estoy haciendo provisión para el futuro, y, además de esto, debo pagar por los entretenimientos que complacen mi gusto. No puedo abandonar esas diversiones. ¿Por qué la iglesia espera que yo ayude a satisfacer esas demandas que se repiten constantemente? "''Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra''" [Mat. 25: 24, 25], esperando que alguna vez podría beneficiarme con ello". 

El Salvador nos dice: "No os hagáis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón" "(Mat. 6: 19-21). 

Muchos están poniendo sus tesoros en estas sociedades secretas, ¿y no podemos ver que su corazón está allí? No importa cuán poderosas sean las evidencias de la verdad, poco a poco éstas van perdiendo su brillo y su fuerza, el cielo se borra de la mente, y el eterno peso de gloria, y el don de Dios por una vida de obediencia, aparecen como cosas sin importancia en comparación con los supuestos beneficios que se obtendrán al hacerse tesoros en este mundo. Hay almas que perecen por falta del pan y el agua de la vida, ¿pero qué significa eso para aquel cuyo corazón está puesto en este mundo? Más de una persona está diciendo con sus acciones, si no por sus palabras: "Yo no puedo perder mis intereses en los tesoros terrenales, para asegurar lo que es eterno. La vida futura está demasiado remota para que me ocupe de ella. Elijo los dioses terrenos, y correré el riesgo del futuro. Después de todo, Dios es bueno y misericordioso". ¡Siervo infiel! Tu porción ciertamente está con los hipócritas y los incrédulos mientras continúes esa conducta. La fascinación que ejercen la sala del club, las cenas y las compañías mundanales, ha conducido, tal como la fiesta de Belsasar, a olvidar a Dios y a deshonrar su nombre. 

Las mentes humanas están sumidas en una ceguera voluntaria. Jesús dijo: "El corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane" "(Mat. 13: 15). La obra de Dios en favor de la salvación de los hombres es la obra de suprema importancia que debe llevarse a cabo en nuestro mundo; pero muchos no comprenden esto, porque su interés está más en las filas del enemigo que en las de los leales soldados de Cristo. No ven la necesidad de colaboración entre los instrumentos humanos y los divinos. El Señor nos ha ordenado: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2: 12, 13). Este es el plan que Dios nos ha revelado para guiarnos en todos los planes y propósitos de la vida. Pero mientras los hombres oran: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" "(Mat. 6: 10), muchos rechazan los mismos medios por los cuales Dios establecería su reino. 

Cuando estén dispuestos a considerar todas las cosas como pérdida con tal de ganar a Cristo, sus ojos se abrirán y verán las cosas tales como son. Entonces se alejarán de las atracciones terrenales y se dirigirán hacia los valores celestiales. Entonces verán la verdadera naturaleza de los placeres mundanos y egoístas que ahora consideran en tan alta estima, y abandonarán las cosas que ahora aprecian tanto. 

Todo el cielo os contempla a vosotros que pretendéis creer en las verdades más sagradas que hayan sido encomendadas a los mortales. Los ángeles aguardan con ansia para colaborar con vosotros en la obra por la salvación de las almas. ¿Rehusaréis este compañerismo celestial a fin de mantener vuestra relación con una sociedad donde no se honra a Dios, y donde se pisotean sus mandamientos? ¿Cómo os habría podido ser traída la verdad si otros hubiesen sentido tan poco interés en su promulgación como el que algunos de vosotros manifestáis? La causa de Dios requiere nuestra ayuda a fin de ser establecida sobre una base sólida, y para que la verdad pueda ser llevada hacia nuevos campos, a los que están a punto de perecer. ¿Podéis vosotros, los que pretendéis ser hijos de Dios, rehusar ayudar en esta obra? Con el fin de recibir intereses terrenos, ¿retendréis vuestros medios en vez de depositarlos en la tesorería de Dios, y descuidaréis vergonzosamente su obra ? Resulta aflictivo considerar lo que habría podido realizarse en la salvación de las almas si el corazón y el servicio de quienes profesan creer la verdad se hubieran entregado íntegramente a Dios. La obra se ha hecho en forma negligente. Si el yo se hubiera ocultado en Cristo, los pecadores habrían sido ganados para la verdad mediante métodos sabios e ingeniosos, y hoy colaborarían con Dios. 

Antes de que venga el tiempo cuando tengáis que rendir cuentas a Dios, os insto a que prestéis atención a su palabra: "Haceos tesoros en el cielo" "(Mat. 6: 20; Luc. 12: 33), y no en las sociedades secretas. Considerad que hay un solo Propietario del universo, y que cada hombre, con su tiempo, su inteligencia y sus recursos, pertenece a Aquel que ha pagado el rescate por el alma. Dios tiene perfecto derecho al servicio constante y al afecto supremo. Vuestro criterio debe ser la voluntad de Dios y no vuestro placer. Y aunque acumuléis una fortuna con menos rapidez, estaréis colocando vuestro tesoro en el cielo. ¿Quién, de entre los miembros de la iglesia, está resuelto a mantener su espiritualidad? ¿Quién quiere desarrollar una experiencia que revelará el fervor cristiano y la energía perseverante? ¿Quién, como Jesús, no desfallecerá ni se desanimará, no en la tarea de reunir medios para el servicio de su propio yo, sino en la obra de trabajar conjuntamente con Dios? 

Todos los que luchan por obtener la corona de la vida eterna serán tentados como lo fue su Maestro antes que ellos. Le ofrecieron los reinos de este mundo si es que estaba dispuesto a rendir homenaje a Satanás. Si Cristo hubiera cedido a esta tentación, el mundo habría pasado para siempre a estar bajo el dominio del maligno. Pero, gracias a Dios, su divinidad refulgió a través de la humanidad. Hizo lo que cada ser humano debería hacer en el nombre y con el poder de Jesús. Dijo: "Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Mat. 4: 10). Si hacéis frente a la tentación de este modo, Satanás huirá de vosotros, así como huyó de Cristo, y los ángeles os servirán tal como sirvieron a Jesús. 

A los que han pensado y hablado de las grandes ventajas que podrían obtener mediante la asociación mundana. el Señor les dice por medio del profeta Malaquías: 

"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon'' "(Mal. 3: 13-15). 

Tales son los pensamientos de muchos aunque no los expresen por medio de palabras. "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su " hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama" "(Mal. 3: 16 a 4: 1), 

Aquí se describe a la gente que es considerada muy favorecida en el mundo; pero viene un tiempo cuando los hijos de Dios serán distinguidos como aquellos que son honrados por Dios debido a que ellos lo han honrado a él. 

"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Juan 3: 1-3). 

Mientras los hombres de este mundo persiguen el honor temporal, las riquezas y el poder como los grandes objetivos, el Señor nos señala algo de mucho más valor que nuestras aspiraciones más elevadas: 

"Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso" (Jer. 9: 23-25). 

"Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;"y el que creyere en ella, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2: 6-9). 

"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado: como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación" "(1 Ped. 1: 13-19). (Folleto publicado en 1893 con el título de Should Christians Be Members of Secret Societies? [¿Deberían los cristianos ser miembros de sociedades secretas?]). 

Aquellos que están bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel no pueden unirse con los francmasones ni con ninguna otra organización secreta. El sello del Dios viviente no será colocado sobre ninguno que mantenga tal relación después de que la luz de la verdad haya brillado en su camino. Cristo no está dividido, y los cristianos no pueden servir a Dios y a Mamón. El Señor dice: "Salid de en medio " de ellos, y apartaos..., y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" "(2 Cor. 6: 17, 18) (Carta 21, 1893).

Por
Elena G. de White 
Mensajes Selectos t.2 - Capítulo 13.

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