"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; 
porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la 
luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el 
creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los 
ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: 
Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo 
cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo 
inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis 
hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso"("2 Cor. 6: 14-18). 
La orden 
del Señor, "no os unáis en yugo desigual con los incrédulos" "(2 Cor. 6: 14), no 
se refiere solamente al matrimonio de los cristianos con los irreligiosos, sino 
a cualquier clase de asociación en la que las partes están en íntima 
vinculación, y que requiera armonía de espíritu y acción. El Señor dio 
directivas especiales a los israelitas para que se mantuvieran separados de los 
idólatras. No debían casarse con las mujeres de éstos ni darles las suyas en 
matrimonio, ni formar ninguna clase de asociación con ellos: "Guárdate de hacer 
alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean 
tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus "," altares, y quebraréis sus 
estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a 
ningún otro Dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es" (Exo. 34: 
12 -14). 
"Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu 
Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que 
están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha 
querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de 
todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento 
que juró a vuestros padres. . . Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios 
fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus 
mandamientos, hasta mil generaciones" "(Deut. 7: 6-9). 
El Señor vuelve a 
declarar por medio del profeta Isaías: "Reuníos, pueblos, y seréis quebrantados; 
oíd, todos los que sois de lejanas tierras; ceñíos, y seréis quebrantados... 
Tomad consejo, y será anulado; proferid palabra, y no será firme, porque Dios 
está con nosotros. Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me 
enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis 
conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo 
que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; 
sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo" "(Isa. 8:9-13). 
Hay 
quienes preguntan si es propio que los cristianos pertenezcan a la 
francmasonería y a otras sociedades secretas. Que los tales consideren los 
pasajes que acabamos de citar. Si somos cristianos, debemos serlo en todo, y 
debemos considerar y obedecer el consejo dado para hacer de nosotros cristianos 
de acuerdo con las normas de la Palabra de Dios. 
El pueblo que Dios 
tiene en el mundo es el instrumento humano que debe colaborar con las 
influencias divinas para la salvación de los hombres. Cristo dice a las almas 
que se han unido a él: "Sois uno conmigo, ''colaboradores de Dios'' " (1 Cor. 3: 
9). Dios es el gran Actor invisible, y el hombre es el humilde instrumento 
visible, y sólo en colaboración con las inteligencias celestiales puede éste 
hacer algo bueno. Unicamente cuando la mente es esclarecida por el Espíritu 
Santo los hombres pueden discernir la influencia divina. Por eso Satanás procura 
constantemente apartar las mentes de lo divino para dirigirlas hacia lo humano, 
para que el hombre no coopere con el cielo. Dirige la atención hacia las 
invenciones humanas, induce al hombre a confiar en el hombre, a apoyarse en la 
carne, para que su fe no se afirme en Dios. 
"La lámpara del cuerpo es el 
ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu 
ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti 
hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?" (Mat. 6: 22, 23). 
Y si nuestra luz se convierte en tinieblas, ¿cómo seremos una luz para 
el mundo? 
La tarea de nuestra salvación personal también depende de 
nuestra colaboración con los instrumentos divinos. Dios nos ha impartido 
facultades morales y susceptibilidades religiosas. Ha dado a su Hijo como 
propiciación por nuestros pecados, para que nos reconciliáramos con Dios. Jesús 
vivió una vida de abnegación y sacrificio, para que pudiésemos seguir su 
ejemplo. Ha dado el Espíritu Santo para que esté en lugar de Cristo en todo 
sitio donde se requiera ayuda. Utiliza las inteligencias celestiales para 
proporcionar poder divino que el hombre pueda combinar con sus esfuerzos. Pero 
debemos aceptar el don de Dios, debemos arrepentirnos y creer en Cristo. Debemos 
velar, orar y obedecer los requerimientos de Dios. Debemos practicar la 
abnegación y el sacrificio personal por amor de Cristo. Debemos crecer en Cristo 
estando constantemente relacionados con él. Cualquier cosa que aleje la mente de 
Dios y la haga confiar en el hombre, o que la haga conformarse a la norma 
humana, nos impedirá colaborar con Dios en la obra de nuestra propia salvación. 
Esta es la razón por la cual el Señor prohibió que su pueblo formara alianza con 
los paganos, "para que no sean tropezadero en medio de ti" "(Exo. 34: 12). Dijo: 
"Porque desviará a tu hijo de en pos de mí" (Deut. 7: 4). Este mismo principio 
se aplica a la asociación de los cristianos con los irreligiosos. 
Cuando 
aceptamos a Cristo como nuestro Redentor, aceptamos la condición de ser 
colaboradores juntamente con Dios. Hicimos un pacto con él por el cual nos 
entregábamos plenamente al Señor; como mayordomos fieles de la gracia de Cristo 
debíamos trabajar para la edificación de su reino en el mundo. Cada seguidor de 
Cristo promete dedicar todas las facultades de la mente, del alma y del cuerpo a 
Aquel que ha pagado el precio del rescate por nuestras almas. Hemos prometido 
ser soldados. entrar en el servicio activo, soportar pruebas, vergüenza y 
reproches, pelear la batalla de la fe, y seguir al Capitán de nuestra salvación. 
En su relación con sociedades mundanales, ¿está Ud. respetando su pacto 
con Dios? ¿Dirigen estas asociaciones su propia mente o las de otras personas 
hacia Dios, o bien alejan de él el interés y la atención? ¿Fortalecen su unión 
con los instrumentos divinos, o bien apartan su mente hacia lo humano en lugar 
de lo divino? 
¿Está Ud. sirviendo, honrando y magnificando a Dios, o 
bien lo está deshonrando y está pecando contra él? ¿Está Ud. recogiendo con 
Cristo o está esparciendo? Todo el pensamiento, la planificación y el fervoroso 
interés dedicados a esas organizaciones han sido comprados por la sangre 
preciosa de Cristo; ¿pero está Ud. sirviéndole cuando se une con los ateos y los 
infieles, con hombres que profanan el nombre de Dios con bebedores y fumadores? 
Aun cuando en estas sociedades haya mucho que en apariencia es bueno, 
mezclado con ello hay mucho que neutraliza el efecto de lo bueno, y que torna a 
esas asociaciones perjudiciales para los intereses del alma. Tenemos otra vida 
diferente de la que es sustentada por el alimento temporal. "No sólo de pan 
vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mat. 4:4). 
"Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida 
en vosotros" "(Juan 6:53). Jesús dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, 
tiene vida eterna" (Juan 6:54). Nuestros cuerpos se forman de lo que comemos y 
bebemos. Y así como ocurre en el ámbito natural, también ocurre en el 
espiritual; lo que sustenta nuestra naturaleza espiritual es aquello de lo cual 
se alimentan nuestras mentes. Nuestro Salvador dijo:" "El espíritu es el que da 
vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son 
espíritu y son vida" (Juan 6:63). La vida espiritual debe ser sostenida mediante 
la comunicación con Cristo a través de su Palabra. La mente debe espaciarse en 
ella, el corazón debe llenarse de ella. La Palabra de Dios establecida en el 
corazón, considerada sagrada, y obedecida, mediante el poder de la gracia de 
Cristo puede hacer que el hombre sea recto y puede mantenerlo recto; pero toda 
influencia humana y toda invención terrenal carecen de poder para proporcionar 
fuerza y sabiduría al hombre. No pueden controlar la pasión ni corregir la 
deformación del carácter. A menos que la verdad de Dios controle el corazón la 
conciencia se apartará del camino recto. Pero en estas sociedades secretas la 
mente es alejada de la Palabra de Dios. Los hombres no son instados a 
convertirla en el objeto de su estudio y en la guía para su vida. 
Le 
pregunto a Ud. que se complace en estas asociaciones, que ama las reuniones 
donde puede manifestar su ingenio, donde puede divertirse y banquetear: ¿Lleva a 
Jesús consigo? ¿Procura Ud. salvar las almas de sus compañeros? ¿Es ése el 
objeto de su asociación con ellos? ¿Advierten ellos en Ud. la influencia 
vivificadora del Espíritu de Cristo? ¿Es evidente que Ud. es un testigo de 
Cristo, que pertenece a un pueblo peculiar, celoso de buenas obras? ¿Se ve 
claramente que su vida está gobernada por estos preceptos divinos: "Amarás al 
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" 
(Mat. 22: 37), y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo?"(Mat. 19: 19). La 
posibilidad de hablar a los corazones y las conciencias de quienes están por 
perecer, se halla fuera del alcance de los que no se entregan totalmente a 
Cristo. Su manera de hablar fluida y cálida, ¿dónde muestra que está centrado su 
interés? 
¿Cuáles son los temas favoritos de conversación en esas 
sociedades? ¿Cuáles son los temas que excitan el interés y proporcionan placer? 
¿No tienden acaso a la gratificación de los sentidos: comer, beber y buscar el 
placer? La presencia de Cristo es desconocida en esas reuniones. No se hace 
ninguna referencia a él. No se desea su compañía. ¿Dónde y cuándo se honra a 
Dios en tales asociaciones? ¿En qué se beneficia el alma? Si Ud. no ejerce una 
influencia positiva en sus compañeros, ¿no influyen ellos en Ud. para mal? ¿Es 
una actitud sensata poner de lado la lámpara de la vida, la Palabra de Dios, y 
mezclarse libremente con esa clase de personas, y descender hasta su nivel? 
¿Piensa Ud. que puede encontrar algo para satisfacer el hambre del alma aparte 
de la verdad y del favor de Dios? ¿Pueden sentirse a gusto en esas escenas los 
que profesan creer en la verdad para este tiempo, cuando Dios no está en todos 
sus pensamientos? 
En la misma habitación donde esas sociedades han 
tenido sus reuniones, las congregaciones se han reunido para adorar a Dios. 
¿Puede Ud., durante la hora sagrada del culto divino, olvidar las escenas de 
diversión y de banqueteo, y la gratificación encontrada en la copa de vino? Dios 
anota todo esto en su libro como intemperancia. ¿Qué relación tiene esto con las 
realidades eternas? ¿Olvida Ud. que en todas estas reuniones de placer está 
presente un Testigo, tal como en la fiesta de Belsasar? Si se pudiera abrir la 
cortina que nos separa del mundo invisible, Ud. podría contemplar al Salvador 
afligido de ver a los hombres absortos en los placeres de la mesa, en 
manifestaciones de hilaridad y de ingenio, que alejan de sus pensamientos a 
Cristo, el centro de la esperanza del mundo. 
Los que no pueden 
distinguir entre quienes sirven a Dios y quienes no le sirven, pueden quedar 
encantados con estas sociedades que no tienen relación con Dios, pero ningún 
cristiano puede prosperar en una atmósfera semejante. El aire vitalizador del 
cielo no está allí. Su alma está vacía, y él siente que carece del refrigerio 
del Espíritu Santo tal como las montañas de Gilboa carecían de rocío y lluvia. 
Algunas veces el seguidor de Cristo, por ciertas circunstancias, está 
obligado a presenciar escenas de placer impío, pero lo hace con el corazón 
afligido. El lenguaje que se habla en ellas no es el de Canaán, y el hijo de 
Dios nunca elegirá esas asociaciones. Cuando se vea obligado a participar de una 
compañía que no ha elegido, apóyese en Dios, y el Señor lo protegerá. Pero en 
ningún caso deberá sacrificar sus principios, cualquiera sea la tentación. 
Cristo nunca inducirá a sus seguidores a que formulen votos que los 
unirán con personas que no tienen relación con Dios, que no están bajo la 
influencia consoladora de su Espíritu Santo. La única norma verdadera para el 
carácter es la santa ley de Dios, y es imposible para quienes hacen de esa ley 
de Dios la guía de su vida, unirse en confianza y en cordial fraternidad con los 
que convierten la verdad de Dios en mentira, y consideran la autoridad de Dios 
como algo sin valor. 
Hay un enorme abismo entre el hombre mundano y 
aquel que sirve fielmente a Dios. Sus pensamientos, simpatías y sentimientos no 
armonizan en lo que atañe a los temas más importantes: Dios, la verdad y la 
eternidad. Una de estas clases está madurando como el trigo para el granero de 
Dios, y la otra como cizaña para los fuegos de la destrucción. ¿Cómo puede haber 
unidad de propósito o de acción entre ellas? 
"¿No sabéis que la amistad 
del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del 
mundo, se constituye enemigo de Dios" "(Sant. 4: 4). 
"Ninguno puede 
servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al 
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" "(Mat. 6: 
24). 
Pero debemos tener cuidado de no dejarnos dominar por un espíritu 
de fanatismo e intolerancia. No debemos apartarnos de los demás con una actitud 
que diga: "No te acerques a mí; yo soy más santo que tú". No se aleje de sus 
semejantes, sino que procure impartirles la preciosa verdad que ha bendecido su 
propio corazón. Demuestre que la suya es la religión del amor. 
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras 
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5: 
16). 
Pero si somos cristianos y tenemos el espíritu de Aquel que murió 
para salvar a los hombres de sus pecados, amaremos las almas de nuestros 
semejantes lo suficiente como para contrarrestar sus placeres pecaminosos 
mediante nuestra presencia o nuestra influencia. No podemos aprobar su conducta 
asociándonos con ellos y participando en sus fiestas y en sus concilios, donde 
Dios no está presente. Tal conducta, en lugar de ser un beneficio para ellos, 
logrará únicamente poner en duda la realidad de nuestra religión. Si actuásemos en esa 
forma, seríamos luces falsas, y con nuestro ejemplo llevaríamos a las almas 
hacia la ruina. 
Hace poco leí acerca de un noble navío que surcaba las 
aguas del mar, cuando a medianoche se estrelló contra una roca con un estruendo 
terrible; los pasajeros despertaron y comprendieron horrorizados cuál era su 
desesperada condición; se hundieron con su barco para no volver a levantarse. El 
timonel había confundido la luz del faro, y como resultado, cientos de almas 
fueron arrojadas a la eternidad sin aviso previo. Si una parte de nuestro 
carácter desfigura la imagen de Cristo, presentamos una falsa luz, y como 
resultado las almas seguramente serán descarriadas por nuestro ejemplo. 
Los cristianos que se asocian con compañías mundanas se están 
perjudicando a sí mismos y están descarriando a otros. Los que temen a Dios no 
pueden elegir a los irreligiosos como compañeros sin resultar dañados. En esas 
asociaciones son puestos bajo la influencia de principios y costumbres 
mundanales, y por influencia de la compañía y el hábito, la mente llega a 
conformarse cada vez más a las normas mundanas. Su amor a Dios se enfría, y no 
tienen más deseos de estar en comunión con él. Llegan a ser ciegos espirituales. 
No logran ver ninguna diferencia particular entre el transgresor de la ley de 
Dios, y los que temen a Dios y guardan sus mandamientos. Llaman a lo malo bueno 
y bueno a lo malo. El esplendor de las realidades eternas se opaca. La verdad 
puede serles presentada en forma evidente, pero ellos no sienten hambre por el 
pan de vida ni sed por las aguas de salvación. Están bebiendo de cisternas rotas 
que no pueden contener agua. Es muy fácil que mediante la asociación con el 
mundo se asimile su espíritu y se reciba el molde de sus conceptos, hasta el 
punto de no discernir la excelencia de Jesús y de la verdad. Y el espíritu del 
mundo controlará nuestra vida en la medida en que more en nuestro corazón. 
Cuando los hombres no están bajo el control de la Palabra y del Espíritu 
de Dios, son cautivos de Satanás, y no sabemos hasta qué profundidad los 
introducirá en el pecado. El patriarca Jacob contempló a los que se complacían 
en la perversidad. Vio cuál sería el resultado de la asociación con ellos, y 
mediante el Espíritu exclamó: "En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se 
junte en su compañía" (Gén. 49: 6). Así hace sonar la alarma de peligro para 
advertir a cada alma contra tales asociaciones. El apóstol Pablo se hace eco de 
esa advertencia: "No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas" 
"(Efe. 5: 11). "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Cor. 15: 
33, VM). 
El alma es engañada cuando confía en la política mundanal y en las 
invenciones humanas en vez de confiar en el Señor Dios de Israel. ¿Podría el 
hombre encontrar un guía mejor que el Señor Jesús? ¿Un consejero mejor en la 
duda y en la tribulación? ¿Un mejor defensor en el peligro? Poner de lado la 
sabiduría de Dios para aceptar la sabiduría humana constituye un engaño que 
destruye el alma. 
Si Ud. quiere ver lo que el hombre hace cuando rechaza 
la influencia de la gracia de Dios, contemple aquella escena en la sala del 
juicio, cuando una muchedumbre furiosa, guiada por sacerdotes y dirigentes 
judíos, pide a gritos la vida del Hijo de Dios. Vea al divino Sufriente de pie 
junto a Barrabás, y a Pilato preguntando a quién de los dos ha de libertar. Se 
oye entonces el ronco grito de cientos de voces coléricas inspiradas por 
Satanás: "¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!" (Luc. 23: 18). Y cuando 
Pilato pregunta qué debe hacerse con Jesús, gritan: "¡Crucifícale, crucifícale!" 
(Luc. 23: 21). 
La naturaleza humana de entonces es la misma de ahora. 
Cuando se desprecia el Remedio divino que podría salvar y exaltar la naturaleza 
humana, resurge el mismo espíritu que aún vive en los corazones de los hombres, 
y no podemos confiar en su dirección y mantener nuestra lealtad a Cristo. 
Esas sociedades, que no están controladas por el amor y el temor de 
Dios, no representan ningún bien para el hombre. Muchas de sus transacciones son 
contrarias a la justicia y la equidad. Aquel que tiene los ojos limpios y que no 
puede contemplar el mal, no puede ser, y no será, un participante de muchas 
cosas que ocurren en esas asociaciones. Su propia conciencia dará testimonio de 
lo que digo. El talento, la habilidad y la capacidad inventiva que Dios ha dado 
a los hombres son, en esas asociaciones, con demasiada frecuencia pervertidos y 
utilizados como instrumentos de crueldad, iniquidad y egoísmo al practicar el 
fraude contra sus semejantes. 
Por supuesto que todo esto es negado por 
los miembros de esas corporaciones. Pero Dios mira por debajo de la apariencia 
agradable y atractiva, para ver los motivos secretos subyacentes y la obra real 
de esas sociedades. Mientras algunas de ellas pretenden que la Palabra de Dios 
constituye en cierto sentido la base de su organización, se alejan de los 
principios de justicia. Los votos impuestos por algunas de esas órdenes 
requieren el sacrificio de la vida humana cuando se divulgan los secretos de la 
orden. Los miembros también prometen absolver, bajo ciertas circunstancias, a 
los culpables que merecen castigo. Se requiere de ellos que sigan una conducta 
que no está en armonía con la ley de Dios, en lo que atañe a su relación con los 
que obran contra la orden. 
No podemos apartarnos de la verdad, no 
podemos alejarnos de los principios rectos, sin olvidarnos de Aquel que es 
nuestra fortaleza, nuestra justicia y nuestra santificación. Deberíamos estar 
firmemente arraigados en la convicción de que cualquier cosa que nos aleje, en 
cualquier sentido, de la verdad y la justicia en nuestra asociación con los 
hombres, no puede beneficiarnos, y deshonrará en gran manera a Dios. Cualquier 
especie de engaño o condescendencia con el pecado es aborrecible para él. 
El fraude corre a lo largo de estas sociedades secretas, y ninguna 
persona que se una a ellas puede ser considerada libre delante de Dios y del 
cielo. La naturaleza moral es rebajada hasta un punto que Dios considera 
injusto, lo cual es contrario a su voluntad y a sus mandamientos. Uno que 
profese amar a Dios puede ser colocado en estas sociedades en posiciones 
consideradas honorables, pero a los ojos de Dios está manchando su honor como 
cristiano, y alejándose cada vez más de los principios de la justicia y la 
verdadera santidad. Está pervirtiendo sus facultades, que han sido compradas con 
la sangre de Cristo. Está vendiendo su alma por nada. 
En la revelación 
de sus juicios justos, Dios destruirá todas esas sociedades, y cuando se 
establezca el tribunal del juicio, y se abran los libros, se manifestará la 
falta de semejanza con Cristo de toda la confederación. Los que eligen unirse 
con esas sociedades secretas están rindiendo homenaje a ídolos tan sin sentido y 
carentes de poder para bendecir y salvar el alma, como son los dioses de los 
hindúes. 
Estas sociedades ofrecen algunas ventajas que desde el punto de 
vista humano aparecen como grandes bendiciones, pero no son tales cuando se 
juzgan según las especificaciones del Señor. Detrás de esas aparentes ventajas 
se ocultan los instrumentos satánicos. Cuanto mayor sea la cantidad de dinero 
que entra a la tesorería, tanto más grande y profundo es el mal. Las ganancias 
impías que han enriquecido a esas sociedades se verán como una maldición cuando 
se descubran todas sus implicaciones. Las palabras pronunciadas por Elifás 
mientras hablaba con Job se pueden aplicar acertadamente a estas asociaciones: 
"Vi ''que echaba raíces'', pero ''maldije su habitación''" "(Job 5: 3). Son 
trampas de Satanás, son sus redes para atrapar a las almas. 
Muchas cosas 
que constituyen una ofensa para el Santo de Israel, son aprobadas y apoyadas por 
el mundo. A Eva pudo parecerle una cosa sin importancia alejarse de las 
restricciones específicas de Dios y hacer lo que él había dicho que no hiciera, 
y Adán pudo tener esa misma idea al seguir su ejemplo, pero precisamente eso 
mismo había sido planeado por el archiengañador para destruir las almas de los 
hombres, induciéndolos a seguir sus propias fantasías antes que la voluntad 
revelada de Dios. Así también en esas sociedades se sostienen principios que 
colocan a los hombres bajo el poder engañador de Satanás, alejándolos de las 
sendas seguras, llevándolos hacia la rebelión contra Dios y haciéndoles 
despreciar sus santas normas de justicia. "Velad y orad, para que no entréis en 
tentación" "(Mar. 14: 38), es la orden repetida a menudo por nuestro Salvador. 
Velad, velad con diligencia y cuidado, para que Satanás no tenga éxito en 
entrampar las almas de aquellos por quienes Cristo pagó el precio del rescate 
mediante su propia sangre. 
Dios os pide a los que queréis ser sus hijos 
que actuéis como si estuvieseis bajo la mirada divina, que adoptéis la santa 
norma de justicia. Su justicia y su verdad son los principios que deberían 
establecerse en cada alma. El que preserva su integridad hacia Dios, será recto 
con el hombre. Ninguna persona que realmente ame a Dios expondrá su alma a la 
tentación, por el soborno del oro y la plata, por el honor ni por cualquier otra 
ventaja terrenal. "¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y 
perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" "(Mar. 8: 36, 
37). Los cristianos deben cortar todo vínculo que los una a esas órdenes 
secretas que no están bajo el control de Dios. No pueden ser leales a esas 
organizaciones y al mismo tiempo ser leales a Dios. Ud. debe cortar su relación 
con esos organismos o de lo contrario se identificará más estrechamente con 
ellos, y como resultado se unirá más plenamente con ellos, y cortará los 
vínculos que lo unen a los que aman y temen a Dios. El cristiano debe abandonar 
aquellas cosas que constituyen una barrera para su espiritualidad, por muy 
grande que sea el sacrificio. Es mejor perder dinero, posesiones y hasta la vida 
misma, que poner en peligro los intereses vitales del alma. 
Vosotros, 
los que os habéis relacionado con esas sociedades secretas, estáis confiando en 
una caña que será rota en pedazos; no confiáis en el Señor Dios de Israel, ni 
procuráis diligentemente conocer su voluntad y andar en sus caminos. Cuando 
invertís dinero en esas sociedades, lo hacéis con la esperanza de hacer 
provisión para el futuro. Les habéis dedicado tiempo, pensamiento, trabajo y 
dinero, mientras la causa de Cristo ha sido descuidada. Cada peso pagado a esas 
organizaciones se desvía de la causa de Dios con tanta seguridad como si se 
hundiera en el mar. ¿Pero acaso ese capital no os fue confiado por Dios para que 
lo utilizarais en su servicio, para la salvación de vuestros semejantes? Al 
invertirlo donde no puede honrar a Dios o beneficiar a los hombres, estáis 
repitiendo el pecado del siervo infiel que ocultó en la tierra el talento de su 
Señor. 
El Señor no había confiado al siervo infiel un capital abundante, 
sino un solo talento. Aquel hombre no invirtió ese único talento para obtener 
interés para su Señor; lo ocultó en la tierra, y se quejó de que el Señor era un 
Amo duro, que segaba donde no había sembrado y recogía donde no había esparcido. 
El egoísmo que manifestó y las quejas que profirió, como si Dios le exigiera 
aquello a lo que no tenía derecho, demostraron que no conocía a Dios, ni a 
Jesucristo, a quien él había enviado. Todo lo que poseía era propiedad del 
Señor, y le había sido confiado para que lo utilizara para Dios. Cuando dijo: 
"Tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra" (Mat. 25: 25), reconoció 
que el talento era de Dios. . 
¿Y qué dice el Señor? "Siervo malo y 
negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí" 
"(Mat. 25: 26). Aquí repite las palabras del siervo, y aunque no reconoce su 
veracidad, muestra lo que el siervo debió haber hecho aun por su propia cuenta. 
El Señor dice virtualmente: "No hiciste ningún esfuerzo por negociar con el 
capital " que te había confiado, y por ganar sobre él un interés que promoviera 
mi gloria en la tierra. ''Debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al 
venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el 
talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, 
y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo 
inútil echadle en las tinieblas de afuera''" (Mat. 25: 27-30). Esta lección se 
da a cada alma que ha recibido la luz de la verdad. 
Nunca deberíamos 
olvidar que Dios nos ha puesto a prueba en este mundo, para determinar nuestra 
aptitud para la vida futura. Nadie cuyo carácter esté contaminado con la fea 
mancha del egoísmo podrá entrar en el cielo. Por lo tanto Dios nos prueba aquí 
encomendándonos posesiones temporales, para que nuestro uso de ellas demuestre 
si se nos pueden confiar las riquezas eternas. Unicamente en la medida en que la 
vida abnegada de Cristo se refleje en nuestra propia vida, podremos estar en 
armonía con el cielo y ser aptos para entrar allí. 
La gran preocupación 
y ambición del mundo consiste en obtener ventajas materiales y temporales, 
mientras descuida lo que tiene valor espiritual. Esto mismo ocurre con algunos 
miembros de la iglesia. Cuando finalmente sean llamados para rendir cuentas a 
Dios, no sólo se avergonzarán sino que se asombrarán porque no fueron capaces de 
discernir las verdaderas riquezas y porque no pusieron su tesoro en los cielos. 
Derramaron sus donativos y ofrendas sobre los enemigos de la verdad, y esperaron 
que en esta vida llegaría el tiempo cuando recibirían la devolución de lo que 
habían invertido. Pueden confiar sus recursos a las sociedades secretas, pero 
entonces la causa de Dios queda necesitada por falta de los medios que él ha 
encomendado a sus instrumentos humanos, que no sienten interés ni prestan 
consideración al don que el Señor les ha hecho. Están enceguecidos por el dios 
de este mundo. 
Dicen: "No tengo nada para dar a esta empresa, porque no 
recibiré nada de vuelta. Al pagar a la logia, estoy haciendo provisión para el 
futuro, y, además de esto, debo pagar por los entretenimientos que complacen mi 
gusto. No puedo abandonar esas diversiones. ¿Por qué la iglesia espera que yo 
ayude a satisfacer esas demandas que se repiten constantemente? "''Señor, te 
conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no 
esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra''" 
[Mat. 25: 24, 25], esperando que alguna vez podría beneficiarme con ello". 
El Salvador nos dice: "No os hagáis tesoros en la tierra donde la 
polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos 
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones 
no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro 
corazón" "(Mat. 6: 19-21). 
Muchos están poniendo sus tesoros en estas 
sociedades secretas, ¿y no podemos ver que su corazón está allí? No importa cuán 
poderosas sean las evidencias de la verdad, poco a poco éstas van perdiendo su 
brillo y su fuerza, el cielo se borra de la mente, y el eterno peso de gloria, y 
el don de Dios por una vida de obediencia, aparecen como cosas sin importancia 
en comparación con los supuestos beneficios que se obtendrán al hacerse tesoros 
en este mundo. Hay almas que perecen por falta del pan y el agua de la vida, 
¿pero qué significa eso para aquel cuyo corazón está puesto en este mundo? Más 
de una persona está diciendo con sus acciones, si no por sus palabras: "Yo no 
puedo perder mis intereses en los tesoros terrenales, para asegurar lo que es 
eterno. La vida futura está demasiado remota para que me ocupe de ella. Elijo 
los dioses terrenos, y correré el riesgo del futuro. Después de todo, Dios es 
bueno y misericordioso". ¡Siervo infiel! Tu porción ciertamente está con los 
hipócritas y los incrédulos mientras continúes esa conducta. La fascinación que 
ejercen la sala del club, las cenas y las compañías mundanales, ha conducido, 
tal como la fiesta de Belsasar, a olvidar a Dios y a deshonrar su nombre. 
Las mentes humanas están sumidas en una ceguera voluntaria. Jesús dijo: 
"El corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y 
han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y 
con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane" "(Mat. 13: 15). La 
obra de Dios en favor de la salvación de los hombres es la obra de suprema 
importancia que debe llevarse a cabo en nuestro mundo; pero muchos no comprenden 
esto, porque su interés está más en las filas del enemigo que en las de los 
leales soldados de Cristo. No ven la necesidad de colaboración entre los 
instrumentos humanos y los divinos. El Señor nos ha ordenado: "Ocupaos en 
vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce 
así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2: 12, 13). Este es el 
plan que Dios nos ha revelado para guiarnos en todos los planes y propósitos de 
la vida. Pero mientras los hombres oran: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, 
como en el cielo, así también en la tierra" "(Mat. 6: 10), muchos rechazan los 
mismos medios por los cuales Dios establecería su reino. 
Cuando estén 
dispuestos a considerar todas las cosas como pérdida con tal de ganar a Cristo, 
sus ojos se abrirán y verán las cosas tales como son. Entonces se alejarán de 
las atracciones terrenales y se dirigirán hacia los valores celestiales. 
Entonces verán la verdadera naturaleza de los placeres mundanos y egoístas que 
ahora consideran en tan alta estima, y abandonarán las cosas que ahora aprecian 
tanto. 
Todo el cielo os contempla a vosotros que pretendéis creer en las 
verdades más sagradas que hayan sido encomendadas a los mortales. Los ángeles 
aguardan con ansia para colaborar con vosotros en la obra por la salvación de 
las almas. ¿Rehusaréis este compañerismo celestial a fin de mantener vuestra 
relación con una sociedad donde no se honra a Dios, y donde se pisotean sus 
mandamientos? ¿Cómo os habría podido ser traída la verdad si otros hubiesen 
sentido tan poco interés en su promulgación como el que algunos de vosotros 
manifestáis? La causa de Dios requiere nuestra ayuda a fin de ser establecida 
sobre una base sólida, y para que la verdad pueda ser llevada hacia nuevos 
campos, a los que están a punto de perecer. ¿Podéis vosotros, los que pretendéis 
ser hijos de Dios, rehusar ayudar en esta obra? Con el fin de recibir intereses 
terrenos, ¿retendréis vuestros medios en vez de depositarlos en la tesorería de 
Dios, y descuidaréis vergonzosamente su obra ? Resulta aflictivo considerar lo 
que habría podido realizarse en la salvación de las almas si el corazón y el 
servicio de quienes profesan creer la verdad se hubieran entregado íntegramente 
a Dios. La obra se ha hecho en forma negligente. Si el yo se hubiera ocultado en 
Cristo, los pecadores habrían sido ganados para la verdad mediante métodos 
sabios e ingeniosos, y hoy colaborarían con Dios. 
Antes de que venga el 
tiempo cuando tengáis que rendir cuentas a Dios, os insto a que prestéis 
atención a su palabra: "Haceos tesoros en el cielo" "(Mat. 6: 20; Luc. 12: 33), 
y no en las sociedades secretas. Considerad que hay un solo Propietario del 
universo, y que cada hombre, con su tiempo, su inteligencia y sus recursos, 
pertenece a Aquel que ha pagado el rescate por el alma. Dios tiene perfecto 
derecho al servicio constante y al afecto supremo. Vuestro criterio debe ser la 
voluntad de Dios y no vuestro placer. Y aunque acumuléis una fortuna con menos 
rapidez, estaréis colocando vuestro tesoro en el cielo. ¿Quién, de entre los 
miembros de la iglesia, está resuelto a mantener su espiritualidad? ¿Quién 
quiere desarrollar una experiencia que revelará el fervor cristiano y la energía 
perseverante? ¿Quién, como Jesús, no desfallecerá ni se desanimará, no en la 
tarea de reunir medios para el servicio de su propio yo, sino en la obra de 
trabajar conjuntamente con Dios? 
Todos los que luchan por obtener la 
corona de la vida eterna serán tentados como lo fue su Maestro antes que ellos. 
Le ofrecieron los reinos de este mundo si es que estaba dispuesto a rendir 
homenaje a Satanás. Si Cristo hubiera cedido a esta tentación, el mundo habría 
pasado para siempre a estar bajo el dominio del maligno. Pero, gracias a Dios, 
su divinidad refulgió a través de la humanidad. Hizo lo que cada ser humano 
debería hacer en el nombre y con el poder de Jesús. Dijo: "Vete, Satanás, porque 
escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Mat. 4: 10). Si 
hacéis frente a la tentación de este modo, Satanás huirá de vosotros, así como 
huyó de Cristo, y los ángeles os servirán tal como sirvieron a Jesús. 
A 
los que han pensado y hablado de las grandes ventajas que podrían obtener 
mediante la asociación mundana. el Señor les dice por medio del profeta 
Malaquías: 
"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. 
Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a 
Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia 
de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los 
soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a 
Dios y escaparon'' "(Mal. 3: 13-15). 
Tales son los pensamientos de 
muchos aunque no los expresen por medio de palabras. "Entonces los que temían a 
Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito 
libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que 
piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los 
ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que 
perdona a su " hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la 
diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le 
sirve. Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los 
soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los 
abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama" 
"(Mal. 3: 16 a 4: 1), 
Aquí se describe a la gente que es considerada muy 
favorecida en el mundo; pero viene un tiempo cuando los hijos de Dios serán 
distinguidos como aquellos que son honrados por Dios debido a que ellos lo han 
honrado a él. 
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos 
llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a 
él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos 
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, 
porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, 
se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Juan 3: 1-3). 
Mientras 
los hombres de este mundo persiguen el honor temporal, las riquezas y el poder 
como los grandes objetivos, el Señor nos señala algo de mucho más valor que 
nuestras aspiraciones más elevadas: 
"Así dijo Jehová: No se alabe el 
sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se 
alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en 
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y 
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. He aquí que 
vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo 
incircunciso" (Jer. 9: 23-25). 
"Por lo cual también contiene la 
Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, 
preciosa;"y el que creyere en ella, no será avergonzado. Para vosotros, pues, 
los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los 
edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de 
tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo 
desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Mas vosotros sois linaje 
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que 
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz 
admirable" (1 Pedro 2: 6-9). 
"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro 
entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá 
cuando Jesucristo sea manifestado: como hijos obedientes, no os conforméis a los 
deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os 
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a 
aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en 
temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados 
de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con 
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, 
como de un cordero sin mancha y sin contaminación" "(1 Ped. 1: 13-19). (Folleto 
publicado en 1893 con el título de Should Christians Be Members of Secret 
Societies? [¿Deberían los cristianos ser miembros de sociedades secretas?]). 
Aquellos que están bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel 
no pueden unirse con los francmasones ni con ninguna otra organización secreta. 
El sello del Dios viviente no será colocado sobre ninguno que mantenga tal 
relación después de que la luz de la verdad haya brillado en su camino. Cristo 
no está dividido, y los cristianos no pueden servir a Dios y a Mamón. El Señor 
dice: "Salid de en medio " de ellos, y apartaos..., y no toquéis lo inmundo; y 
yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e 
hijas, dice el Señor Todopoderoso" "(2 Cor. 6: 17, 18) (Carta 21, 1893).
Por
Elena G. de White 
Mensajes Selectos t.2 - Capítulo 13.

 

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